Lo que importaba, era que de la visita del saliente secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, su visita oficial no significara ningún menoscabo a nuestra soberanía e independencia y menos, que el gobierno nacional, hubiese lucido débil y demasiado entregado a Washington.
Por eso hay que decir, que las aprehensiones que se tenían y después de tantas idas y venidas de rumores, que por lo que han resultado, eran extremadamente tendenciosos y falsos y terminaron diluyéndose en lo más parecido al agua de borrajas, es decir, “en una cosa de ninguna importancia, especialmente cuando en principio parecía tenerla”.
Si debe decirse que la reunión y en consecuencia, resultó positiva. La administración Biden pasó el examen y ni se diga del presidente Luis Abinader, quien, con sobriedad y bien documentado, resultó ser un expositor lo suficientemente juicioso como para que todos sus conciudadanos entendamos, que se supo manejar con delicadeza, fina diplomacia y exquisita presteza.
Desde luego, los dos dignatarios hablaron a puertas cerradas y como era lo correcta en conversaciones de Estado, planteando sus puntos de vistas en procura del fortalecimiento de las relaciones bilaterales y después, afinando perspectivas con lo relativo a la geopolítica regional.
Blinken fue un estupendo interlocutor, mostró iniciativas de poder y exentas de prepotencia y lo que es de valer en un país tan sensitivo como el dominicano en materia de su propia autonomía soberana y de lo que debe decirse, que, en cierta forma, mucho de las conversaciones tan distendidas se debieron y de parte del visitante, al cuerpo de asesores encabezados por el exembajador, James -Wally- Brewster y el cuerpo de diplomáticos de la embajada estadounidense y con su encargada de negocios a la cabeza, la señora Patricia Aguilera.
Del lado dominicano. Obviamente todo quedaba en manos del canciller Roberto Alvares y del presidente Abinader, este evidenció que fue diestro y minucioso en los detalles en materia de sus planteamientos y sobre todo, que aquellas aprehensiones que se tenían de que pudiera carecer de capacidad de maniobra y que es un factor primordial en reuniones de este tipo, quedaron desestimadas y en particular porque el presidente supo ser directo, franco y hasta si se quiere abierto. En tanto el canciller Álvarez, una vez más mostró su eficacia y experiencia.
Mientras tanto, asumimos que los dos gobiernos y cuando lo entiendan conveniente, darán a conocer y ampliados, los seis puntos básicos de la conversación de Estado y que como se debe suponer, de la parte dominicana hay un vivo interés de que se conozcan.
Ahora el escenario político y derivado de los resultados positivos del encuentro y a modo de entender las reacciones conocidas, es evidente que existe el convencimiento de que Abinader ha salido fortalecido y lo que es bueno para la gobernabilidad y también para la economía, pues en líneas generales, los dos gobiernos y hasta ahora, han coincidido en puntos de vistas comunes.
Sobre lo referente a la política con Haití y su gobierno provisional, no nos cabe duda de que la supervisión entre Washington y Santo Domingo será mucho más pragmática y sostenida, salvo que determinadas muestras de animosidad contra esta nación, el gobierno haitiano sepa administrarlas y busque uno que otro tipo de consenso.
Sí es cierto que la pretensión haitiana en la ONU de que a República Dominicana se le retire su derecho a un sillón en el Consejo de Seguridad, revoloteó como una mariposa negra y más bien se prefirió dejar pasar y sí enfocarse y para decirlo sucintamente, en todo cuanto una y desechando toda premisa que pudiera dividir o ahondar las discrepancias pasajeras entre los gobiernos dominicano y haitiano.
Naturalmente, Blinken puso sobre la mesa, la búsqueda de un entendimiento que pudiera ser de avenencia entre los dos gobiernos cuyas naciones comparten la misma isla y en lo que parecería que el gobierno estadounidense ya no tiene dudas de que Santo Domingo y Puerto Príncipe harán los esfuerzos debidos.
Por lo pronto, el haitiano y haciendo lo necesario para facilitar la documentación legal de los haitianos en territorio dominicano en tanto el gobierno de Abinader, dando a entender y recordándolo, que este país siempre ha sabido ir en auxilio del país transfronterizo y sin importar costo y recordando los aportes criollos en materia de salud para las parturientas haitianas.
En paralelo, quedó más que especificado, que República Dominicana podría continuar su política de deportaciones de haitianos indocumentados y mucho más, cuando ya se están observando serios indicios de comienzos de criminalidad y actos de desobediencia civil por parte de algunos de esos inmigrantes y que son hechos que mueven a preocupación.
El mejor resumen de lo hablado está en lo referente, de que tanto EEUU como República Dominicana afianzaron sus puntos de vista para lograr una concreción más firme, abierta y oportuna para mejorar la situación de Haití. En esto, fue significativo que el presidente Abinader hizo énfasis de que en las relaciones entre los dos países que conviven en la misma isla, todo lo referente a seguridad nacional es un punto innegociable de la parte dominicana.
Blinken, tuvo también el suficiente tacto para reconocer y agradeciéndolo, “los esfuerzos dominicanos para ayudar a mejorar la situación de Haití”. Finalmente, parecería que se dejó abierto una especie de compás de espera y con miras, de que, en la próxima reunión de la Asamblea General de la ONU, en octubre que viene, los tres países se aboquen y de acuerdo con las variables que se presenten en estos días, a la búsqueda de una relación menos traumática y desafortunada entre los gobiernos dominicano y haitiano y que por lo poco que trascendió, parecería que el presidente Abinader mostró un interés positivo.
Resumiendo, creemos que decimos lo correcto y al puntualizar, que la visita resultó y frente a las aprehensiones que existían, en agua de borrajas para bien de todos y Abinader logra un buen éxito diplomático y como anfitrión. De 0 a 10, obtuvo un 8 y Blinken lució muy amable componedor. Con Dios. (DAG) 07.09.2024