Todos sabíamos que, con el ascenso al poder de un nuevo grupo gobernante compuesto por una mayoría de sus cabezas, inexpertas del todo del ejercicio de gobierno y comenzando por el nuevo presidente del periodo 2020-2024, la nación se la jugaría, al dejar atrás un sistema de gobierno institucionalizado que había arrancado en el 2004.
Aun así y precisamente porque el régimen peledeísta imperante, se mostró absolutamente arrogante y tan prepotente, que realmente desafió a un país joven compuesto por ciudadanos de 18 a 36 años y quienes por las razones que fuere, depositaron sus aspiraciones, anhelos y ambiciones en todo un grupo de presión compuesto por periodistas, comunicadores y activistas sociales particularmente de la llamada “marcha verde” y quienes ciertamente que motorizaron una extraordinaria oposición militante para que el PLD y su presidente de la República, Danilo Medina, perdieran el poder y de una manera harto humillante.
En este aspecto, todo el que votó se arriesgó al elegir a un nuevo presidente, que, si bien era un político joven con más de 15 años de carrera, también era un inexperto absoluto en el manejo de la política del poder y lo que significó un serio riesgo para la dirección de la cosa pública.
Con todo, el nuevo presidente Luis Abinader, al juramentarse e instalarse en el poder, llevó consigo a unos y arrastró a tantos y todos, como expresión de una pequeña burguesía, que hastiados sus miembros de los 16 años continuos en el poder del PLD y desde el 2004 al 2020, realmente entendían que había que crear una nueva clase política gubernamental que fuera expresión de una gran parte de las nuevas generaciones.
Pese a esos anhelos de cambios estructurales, para el mismo día de las elecciones, el PRM no tenía posibilidad real de llegar a sustituir al PLD, hasta que se dio lo de la “mano salvadora” del entonces presidente de la Junta Central Electoral (JCE) Julio César Castaños Espaillat, hombre del entorno del grupo Corripio y quien aprovechando el recurso sorpresivo de que el sistema automatizado de elecciones no cubría a todos los colegios electorales, sin más, decidió suspender los comicios justo en el momento que tenían cuatro horas de iniciados.
Semejante decisión, que, viéndola en el tiempo, queda evidenciado que fue innecesaria y muy alarmista y hasta peligrosa para la institucionalidad, dio el pie de amigo que el candidato opositor Luis Abinader requería para coger el cambio de aire suficiente que le diera el empujón para terminar coronándose con un triunfo electoral, que sin semejante ardid “técnico”, ciertamente que le hubiese sido muy trabajoso.
Y esto así, porque entre las elecciones municipales y luego el salto a las presidenciales, fue el tiempo justo para que Abinader y su PRM le hubiesen dado un vuelco a la percepción de una atrapada opinión pública, que realmente, al día de la suspensión de los comicios no se había decidido por abandonar al PLD y a su presidente.
Por ese hecho y lo anterior, de la abrumadora campaña mediática de militancia política opositora, la República se encontraba condicionada y para que, a la primera oportunidad, tirarse en brazos de Abinader y sin importar la poca calidad moral de ciertos apoyos extrapartido que le acompañaron y que fue lo que realmente terminó por ocurrir.
El nuevo periodo se inició con el inicio de la pandemia inventada del Covid, que en cierto modo sirvió de entrenamiento para el nuevo gobierno y el que con paso lento unas veces y otros extremadamente arriesgados, inició su quehacer. Para ser honestos y en una regla de cero a diez puntos, las nuevas autoridades lograron un seis.
Ya para cuando se llegó al proceso electoral de este año, todo apuntaba de que el gobierno tenía un concepto claro de como obtendría su renovación en el cargo: Uso aplastante de los recursos públicos, en dinero e institucionalmente. Condicionamiento mental ciudadano con la acción de aprendiz de brujo de un agresivo ministerio público central que solo veía delincuentes del gobierno anterior del PLD y con el dominio casi absoluto de la mayoría de los medios de comunicación y los lupanares mediáticos en las redes sociales, más el brazo ejecutor de las ayudas sociales y lo oculto, una oposición dividida que tan oportunamente sus lideres se peleaban entre sí y en conjunto, dieron la pauta para que Abinader arroyará en las urnas, pero sin lograr un apoyo popular directo y al suceder una abstención preocupante ascendente casi al 55 por ciento del electorado.
Ahora, ya se estableció y se inició el nuevo mandato, que se supone es hasta el 2028 y el que constitucionalmente, impide que Abinader pudiera volver a reelegirse, aunque sí todos los demás cargos elección directa en el Poder Legislativo como en el Poder Municipal.
Es decir, es un gobierno legal pero no del todo legítimo y ante una nación que increíblemente luce entre desorientada y desencantada de los resultados electorales. Ya mismo, las críticas y ataques vienen de todos lados y Abinader, jugando al atrevimiento, anuncia la imposición de una reforma constitucional y otra tributaria, que tiene a más de la mitad de la nación en contra.
Si vamos a ser sinceros todo parece que le será muy cuesta arriba y agravado por una crisis económica de iliquidez social extrema y de la que nadie sabe el porqué de su origen, un aumento de la corrupción gubernamental, atisbos de la imposición de un estado policiaco y lo más sorprendente, el “preaviso de alerta” del sector más tradicional de la economía, cuya voz principal, Ligia Bonetti, la presidenta ejecutiva del holding del aceite y comestibles, acaba de emitir un punto de opinión francamente contestatario y mediante el cual y de golpe, una parte de la alta burguesía se le planta al gobierno y criticándole con aquello de que ”nadie sabe hacia donde se va y porque no se ven planes específicos a la vista”.
Desde luego, en una democracia funcional como la dominicana, la disidencia siempre es bienvenida, pero que la presente el círculo más conservador de la alta burguesía, es algo realmente inédito y que debería preocupar a los jerarcas gubernamentales, así como a los capitostes del partido en el poder.
Sobre todo, cuando los escándalos administrativos de toda índole se agolpan y lo más significativo. Generando una de burlas y de ataques hasta desconsiderados contra la persona del mismo presidente de la República, que, por experiencias del pasado, podría decirse que a la autoridad nacional se le estuviera faltando y deliberadamente, el respeto.
Consecuentemente, consideramos que Abinader debe ponderar con mucho cuidado el agrío fenómeno de oposición militante desde ciertos mass media y principalmente desde las redes sociales, pues lo último que pudiera suceder, sería el terrible escenario de una nación en rebeldía contra sí misma y sus instituciones y al sentir que la frustración se ha apoderado de una fuerte mayoría ciudadana.
Situación, que no es un asunto que se pudiera tomar a la ligera y ante lo cual, terminamos diciendo, que aquí hay muchos dominicanos que no entienden el proceso vital de las instituciones del poder y de Gobierno y de ahí los errores de perspectiva que se cometen y que en momentos atentan contra la gobernabilidad. Con Dios. (DAG) 20.09.2024