A la fecha, la degradación moral y profesional del periodismo o de los profesionales en los medios de comunicación y de información de masas, ha llegado a unos niveles tan penosos, que más que periodistas son comunicadores y menos que estos, sicarios de la palabra que no guardan respeto por nada ni por nadie.
Debido a semejante situación tan anómala, vemos productores de radio y televisión o dueños de lupanares mediáticos en las redes sociales, quienes se consideran con el derecho de violar domicilios, imputar lo que fuere o acusar de lo que sea a quienes se colocan en sus miras y de paso, con una de descalificaciones morales que no tienen parangón.
Igualmente, están ocurriendo situaciones, por las que sicarios mediáticos dominando micrófonos en programas diarios o semanales, se entienden tan intocables, que asumen que pueden decir cualquier barbaridad que afecte las honras de terceros y de sus familias incluso y hasta la misma propia y creyendo en su ignorancia y desfachatez, que códigos ni leyes les alcanzan y lo que al final da paso y en muchos de sus perjudicados, al reclamo de deudas de honor por los que las mismas vidas quedan en peligro.
La mayoría de estos ignorantes mediáticos, difamadores profesionales impenitentes de gran ejercicio, cuando les llega el momento de que alguien se queja de sus ataques, desinformaciones e injurias y reclaman ante un juez, de inmediato reaccionan y con una arrogancia, que solo la ignorancia más absoluta, tal vez pudiera justificar.
Y si para colmos, si el objeto de sus ataques es funcionario público, llegan hasta a pensar que pueden ser más mordaces e hirientes y entendiendo que con solo poner el grito y diciendo que “se atenta contra la libertad de prensa o el ejercicio periodístico”, se entienden impunes para hacer lo que les venga en ganas y lo que tajantemente, en un estado de derecho, nunca es así.
Consecuentemente, nos permitimos advertir, que todos esos malandrines de la palabra, el insulto y la procacidad, la mayoría absolutos analfabetos funcionales y de una vez y por todas, deberían entender que están actuando dentro de una ilegalidad tan desquiciante, que más tarde o temprano deberán ser condenados y multados en sus bienes propios y aparte de conocer cárcel.
Solo hay que oír las barbaridades que se dicen en programas de radio y televisión en las redes sociales o en youtube y para entender que el ejercicio de la palabra ha caído en manos de prostitutos y prostitutas de carencias morales absolutas, así como de educación de hogar y lo que deberá obligar a que el Estado imponga la majestad de la ley y si es que se quiera tener un país mediamente civilizado. Sencillamente la anarquía de palabra no se puede continuar tolerando más. Es cuánto. (DAG-OJO)