Desde el momento que se entiende que unos nacieron como esclavos y los otros como sujetos libres, se puede entender a la perfección, por qué un pueblo es de mal agradecidos y practicante de la brujería y la traición, en tanto que el otro tiene una característica humanitaria propia de quien se sabe capaz de resurgir por sus propias iniciativas, buena fe y templanza y sin animosidad contra nadie.
Lo anterior a grandes rasgos. Luego pueden presentarse uniones maritales entre personas de ambas naciones, que al final le han dado características y por las que, mientras una es de gente taimada y nada confiable, la otra es la expresión mayoritaria de un pueblo de emprendedores y esforzados creadores de su gran característica cristiana de país de ciudadanos libres y dispuestos a servir y abrirse a los demás.
Justo por esas características, la República de Haití y República Dominicana han conformado idiosincrasias y culturas tan diferentes y enormemente distantes en materia de conductas y comportamientos más o menos aceptables para una relación de buena vecindad.
Si es verdad que la isla entera y desde la llegada de Colón con sus ambiciosos depredadores, desalmados y la mayoría delincuentes en su primer viaje, les tocó abrir el camino para todo lo demás que Europa envió después en su lucha encarnizada por arrebatarle las nuevas posesiones al imperio español.
Cómo no lo fue menos, cien años y pico después de la llegada del populacho ibérico lleno de ánimo de robo y depredación, mercenarios ingleses, franceses y holandeses y todos practicantes de la piratería, se posesionaron de la isla de la Tortuga y desde ahí y por las torpezas de quienes gobernaban la colonia, al despoblar una parte territorial importante en el norte y sur este, expedicionarios franceses lograron alzarse con el pan y la limosna y hasta imponer un comienzo de nueva nación en la parte occidental de la isla.
Mediante ese accionar de robo territorial gradual, Francia crea un sistema económico plantacionista, alimentado por la mano de obra esclava africana y la que llegado el momento se rebeló en su contra y hasta nacer como nuevo país para el año 1800 y saliendo de aquel experimento social radical, la primera república negra en el mundo y la primera manejada por antiguos esclavos: Haití.
Para ese momento era una pujante colonia francesa convertida en República militarizada y la que , con su rebelión, debió de enfrentar el imperio francés y el que, para su recuperación, el emperador Bonaparte envió una expedición militar de 25 mil efectivos y con instrucciones de ahogar en sangre la nueva República y por su “pecado” de haber abolido la esclavitud en aquel territorio y no así en la parte oriental donde continuaba la colonia española, donde nunca hubo esclavitud y sí un pueblo de personas libres, pero sí signadas por el estigma social de clases.
Haití derrotó a Francia y desde su comienzo, sus primeros gobiernos fueron todos dictaduras y autocracias militaristas de negros-libres, rabiosamente obsesionados por dominar la isla entera y para evitar que Francia volviera a intentar su destrucción.
Y ahí comenzó la terrible división social entre aquella República negra y la colonia de blancos y mestizos que el 01 de diciembre de 1821 declaró su independencia, gesta que fue conjurada por la rápida reacción haitiana de invadir y ocupar toda la parte oriental de la isla y fusionar la nueva República con la suya.
De esa fusión que duró 22 años. La nación ocupada sacó de provecho reforzar sus mecanismos institucionales burocráticos, de gobierno y jurídicos, pero saboteados por la clase social de los criollos emancipados del reino español, quienes lograron imponerse como un reducto oligárquico de semi blancos y por encima del pueblo llano mestizo y también con mezcla de negroide.
Corriendo el 25 de febrero de 1844, la nueva nación se separó de Haití por la fuerza de las armas y ya para el 27 siguiente y apresado el gobernador haitiano y sus alabarderos y burócratas, se proclamó la nueva nación independiente como República Dominicana y dejando atrás, el nombre con la que se le bautizó originalmente de “Estado Independiente de Haití Español”.
Prácticamente, el periodo conocido como Primera República (40 años) fue de guerrear continuo por el mantenimiento de su propia existencia y que fue la razón para que, en el 1884, ya República Dominicana era reconocida como una nación libre e independiente y sus habitantes, con el gentilicio de dominicanos.
Y de ese modo llegamos a este 2023, absolutamente libres e independientes, dueños de nuestra existencia y porvenir y siendo la primera economía y potencia militar en la isla compartida.
Ahora y como dominicanos de un lado y haitianos del otro, prácticamente haciendo todos los esfuerzos por tolerarnos. Los vecinos, pretendiendo siempre y taimadamente queriendo sacar ventajas a la vecindad y los dominicanos e inexplicablemente, siempre cediendo a cualquier reclamo de los descendientes de aquellos esclavos y libertos.
Hoy estamos mezclados. Pues mientras los dominicanos aceptamos a los dominicanos de origen haitiano, los haitianos constantemente se resienten de que en su territorio haya haitianos de origen dominicano y aun cuando uno de ellos, habiendo sido su presidente: René Preval García.
En líneas generales, siempre ha habido fuertes desencuentros y ahora Haití y después de haber destruido su foresta, secado sus ríos y atentado contra su medio ambiente, quiere emprender un nuevo motivo de enemistad total: Querer apoderarse de las aguas limítrofes parcialmente y provenientes de un rio territorial nacido en el corazón de la República y con un curso de 48 kilómetros y solo 09 corriendo paralelo al borde fronterizo y de los que apenas 2.5 kilómetros y medio se adentra en territorio haitiano.
Debido a esta situación tan crispante, República Dominicana se apresta a defender su soberanía y territorialidad, en tanto Haití y sus autoridades, de traicioneras y ladinas y siempre por su mentalidad esclava originaria, creyéndose que esta vez podrán sacar provecho de su supuesta situación de “la nación más pobre de América” y lo que no es así, desde que se descubre la pujanza de su clase media y sus millonarios medios de producción enmascarados con la propaganda venenosa, de supuestamente ser una nación solo de “negros hambreados”.
¿Se terminará bien o se terminará mal? Ni lo uno ni lo otro. Pero esta vez la nación dominicana no transigirá y mucho menos se dejará chantajear. Como potencia militar, está lista para lo que sea y como potencia económica, dispuesta a hacer pactos de buena vecindad en materia de comercio fronterizo y con cero población flotante haitiana de trabajadores indocumentados.
También se podrá llegar a determinados acuerdos respecto a aguas servidas, pues, al fin y al cabo, en el territorio dominicano nace el 80 por ciento de ríos, afluentes y arroyos que los dominicanos cuidan celosamente, pero de ahí a ceder su dominio y soberanía a un Haití que destruyó su naturaleza, ningún dominicano que se precie de tal lo consentiría.
Es de este modo y ante este contencioso que se abre y posiblemente con la dirección del consejo permanente y la secretaría general de la Organización de Estados Americanos (OEA) los dominicanos estamos dispuestos a ser compasivos y tolerantes, pero no y hablando en criollo, pendejos.
Dentro de este espíritu de defensa propia, es que puntualizamos y para que se entienda lo que ocurre, que comencemos por el principio y si queremos entender la realidad en su contexto. Haití nació como una plantación poblada por esclavos africanos, mientras República Dominicana fue constituida por inmigrantes ibéricos y como nación de personas y ciudadanos libres. Con Dios. (DAG) 14.10.2023