Debaten en seminario universitario las relaciones con Haití y sorprendentemente, sin nadie llegar a un punto de consenso manejable

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El pasado jueves, un grupo de intelectuales y personas de clase media a alta debatieron durante más de dos horas toda una serie de criterios e interpretaciones, la mayoría subjetivos, respecto a lo que se debe entender como una especie de inminente peligro de perdida de la nacionalidad dominicana ante el efecto dominó, de que la crisis política y social de Haití, afecte la existencia de nuestro estado y frente a un público compuesto en mayoría por personas de 50 a 70 años y con muy pocos jóvenes entre los congregados.

Por lo que allí se debatió, parecería que la Republica de Haití quedó detenida en los primeros cuarenta años de su existencia y en los que, luchando por su supervivencia, debió de atropellar la existencia de los habitantes de la todavía colonia española de Santo Domingo y la que para el primero de enero de 1821 declaró su independencia de España con el nombre de “Estado Independiente de Haití Español”.

En ese lapso, los haitianos españoles y bajo la égida del magistrado José Núñez de Cáceres y este, secundado por los ciudadanos principales de los pueblos en la parte oriental de la isla compartida y quienes en conjunto, firmaron un documento, por el que le dieron fe pública a su interés independentista, intentaron  mantener y defender el espíritu de la independencia (recuérdese que la independencia de una colonia es una sola vez y siempre de la potencia colonial dominante) y el que fuera avasallado un año luego al Haití invadir el territorio recién declarado independiente y con fines de preservar su existencia.

Fueron y hasta 1844, 22 años que los haitianos españoles fueron sometidos a una especie de unión a  la fuerza y en cuyo tiempo, las peores de las tropelías fueron cometidas por los antiguos esclavos de la colonia francesa de Saint Domingue, quienes aterrorizados por la respuesta francesa a su independencia, prefirieron invadir el territorio oriental y como intento de salvaguarda  ante la fuerza expedicionaria punitiva que el emperador Napoleón, se estaba seguro y como en efecto ocurrió, que se presentaría.

Durante todo ese tiempo, fue un incesante guerrear entre ambas naciones y en el que la peor parte la llevaron los haitianos españoles, quienes experimentaron las peores injusticias y desafueros por parte de la nación invasora dominante. Atropellos, que marcaron a los ciudadanos libres del oriente isleño y al grado, de que la mayoría de los historiadores dominicanos y como si el tiempo se hubiese detenido, solo rememoran aquellas atrocidades y entendiendo equivocadamente que el Haití ocupante mantuvo inalterable en el tiempo su inconducta absolutamente salvaje y primaria y lo que no fue así.

De querer confirmarlo, basta con ir a la historia y encontrarnos con el gobierno haitiano del presidente Fabre Geffrard (1859-1867) quien estableció una política de acercamiento con la ya República Dominicana y al grado, de que entonces Haití, apoyó abiertamente las aspiraciones dominicanas de concretar su independencia a partir de los sucesos de la Restauración de la República, en los que el aprovisionamiento y la logística haitiana contribuyeron a la concreción de la independencia dominicana entre los años 1863-1865 y hasta el presente.

De estos hechos, prácticamente los expositores en el citado seminario apenas los tocaron y para nada reconocieron el cambio experimentado entre la clase gobernante haitiana y a favor de República Dominicana.

Para colmos, nuestra independencia de España la tratan como “efímera” y peor, entendiendo equivocadamente que la unión a la fuerza con el país al occidente de la isla y que por los acontecimientos de 1844 se dio la separación política definitiva, había sido la “independencia nacional”.

A partir de semejante error de conceptualización, nuestros historiadores y a adrede, han creado una leyenda y narrativa que nada tiene que ver con los hechos ciertos que dieron espacio a la concreción de nuestra independencia y todo el tiempo han mantenido una historiografía falsa y anti haitiana que no ha dejado que los dominicanos pudiésemos tener una perspectiva correcta del principio de nuestra existencia.

Por eso y al vivir de espaldas a nuestra realidad, las nuevas generaciones de dominicanos y posterior a febrero de 1844, hemos sido adoctrinados con un profundo sentimiento de rechazo irracional a todo cuanto significa la nación vecina y tal ha sido la saña, que hasta las gloriosas luchas de la restauración de la República frente a España, esos historiadores las tratan como si hubiesen sido contra Haití.

Ni que decir, que semejante error de la imposición de una narrativa falsa, ha vivido agrietando las relaciones entre los dos estados y países y para sorpresa de esos historiadores, no entre los dos pueblos, quienes y como se ha podido constatar desde el 1920 con el primer censo de población y familia, ya en el territorio nacional habían residiendo legalmente unos 20 mil haitianos, cuyos descendientes nacidos aquí son dominicanos de más de dos generaciones y quienes sin duda, fortalecieron ese concepto binacional de vidas compartidas, mediante el cual, Haití no es solo nuestro primer socio comercial insular y el séptimo en el mundo, sino que tenemos cerca de un millón de dominicanos de origen haitiano y como el país transfronterizo tiene cerca de medio millón de familias haitianas de origen dominicano.

De esta manera, el seminario llevado a efecto en la universidad Pedro Henríquez Ureña, “Presente y Futuro de las Relaciones con Haití: los Desafíos de una Buena Vecindad”, fue uno básicamente fallido y en el que las narraciones de supuestos héroes dominicanos frente a la supuesta “maldad y criminalidad haitiana” no dio el fruto correcto que su título hacía suponer.

Lo que se vio y tanto de parte de los expositores, como de la audiencia, fue una de resentimientos y falsedades y sin que en ningún momento la universidad hubiese corregido los desvíos de conceptualización que allí se dieron y que no dieron espacio, para que una discusión o debate entre supuestos intelectuales dominicanos y sin presencia alguna de invitados haitianos y lo que hay que hacer notar, llegara a una conclusión positiva que pudiera disminuir los errores y mentiras de quienes hablaron y que como había que suponer, no ayudaron en nada para que las absurdas posiciones “redentoristas” de quienes se dirigían a aquel público de mayoría anti haitiana, pudieran facilitar lo que esperábamos, que a partir de ese seminario, los intelectuales de ambos lados de la isla pudieran tener una discusión y debate esclarecedor.

Ahora veremos la terrible reacción anti haitiana, de esa prensa criolla tan dada a manipular y mentir en este tipo de temática y siempre para dividir y envenenar el ánimo y de una población dominicana, que para nada tiene un concepto tan poco realista y crispante sobre las relaciones entre las dos naciones y pueblos y que es la razón del por qué decimos, que debaten en seminario universitario las relaciones con Haití y sorprendentemente, sin nadie llegar a un punto de consenso manejable. (DAG)