El debate: «Odio, rencor y miseria moral»

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Un argumento utilizado por la totalidad de los intervinientes para rechazar la moción de censura en la sesión de ayer de su debate –con la excepción de Tamames y Vox– fue el de su «inutilidad», al considerarla «un circo», «una catástrofe», «una astracanada», «un vodevil», un «esperpento», un «gasto inútil» … y más cosas por el estilo, por conocer de antemano que no tenía ninguna posibilidad de resultar victoriosa.

En coherencia con esa lógica argumental, habría que decir que el Congreso de los Diputados, el Senado y las demás instituciones parlamentarias de España deberían cerrar sus puertas a muchos de sus plenos y comisiones, puesto que las sesiones de control que celebran, en su gran mayoría no votan sus iniciativas o, si las hay, no son aprobadas por tratarse bien de preguntas orales o de otras iniciativas de la oposición que sistemáticamente son rechazadas.

Una vez seguido atentamente el debate desde las 9 de la mañana hasta el final de la sesión, una primera evaluación de urgencia es que el «odio, el rencor y la miseria moral» que los socios y aliados del sanchismo imputaron continuamente a los «ultraderechistas» proponentes, fue justo lo que estuvo presente en sus palabras y gestos de forma continuada. Odio al diferente –la ultraderecha–, a la que si pudieran ilegalizarían, por no decir algo peor. Y un común desprecio a España, con expresiones destilando aversión y desaire hacia ella por parte de los portavoces de Bildu, Junts, UP, IU, ERC, PNV, BNG, Compromis…, que son quienes llevaron a Sánchez a La Moncloa mediante una moción de censura y allí le mantienen.

En efecto, finalmente el debate ha sido no solo útil, sino muy útil. Por haber servido para conocer realmente la situación en la que nos encontramos con un Gobierno al frente de la Nación, cuyo deber esencial es defender el bien común de los españoles y el interés general de España.

Sí, la moción de censura ha sido muy provechosa porque ha permitido tener una radiografía muy precisa de lo que en la actualidad suele denominarse como la «clase política» española. Y tan cierto es que la «dignidad» del Congreso no depende sólo de si sus señorías van correctamente vestidas para la ocasión, como que la educación y la cortesía requieren de unas formas adecuadas en cualquiera de las actividades sociales. Y en el Congreso además, respeto a España. Para algunos, al parecer la sede de la soberanía nacional no merece la consideración que de lejos les dispensan a las fiestas del cine. Debate tan clarificador del sanchismo, como preocupante. Por: Jorge Fernández Díaz [La Razón]