El Día del liberado sindical

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Todos los años me hago la misma pregunta: ¿Qué hacen los liberados sindicales? Cuando era más joven tenía la idea romántica, que el tiempo se encargó de desmentir, de que eran los que más trabajaban y su dedicación era ejemplar. Estaba convencido de que existía la misma simbiosis que encontramos, por ejemplo, en las empresas alemanas. No ha dejado de sorprenderme que los empresarios de ese país se sientan muy contentos con la labor que realizan y formen parte, incluso, de los consejos de administración. Es evidente que no sucede lo mismo en España, porque la política lo contamina todo.

Por supuesto, en estos años han hecho cosas positivas y son un interlocutor imprescindible, pero la UGT está próxima al PSOE y Comisiones Obreras, a las formaciones más a la izquierda como el PCE o IU. He conocido a dirigentes que han merecido mi respeto, aunque otros no tanto. El problema, además de la politización, es la «profesionalización», porque un día se liberaron y desde entonces se dedican sólo a la política sindical. Es una evolución perversa, como sucede también con los partidos, de su actividad. Los he conocido muy bien en la universidad y en la Administración General del Estado. Es una casta privilegiada, aunque defiendan a los trabajadores.

El Primero de Mayo es su gran momento, porque es el «día del liberado sindical». Es verdad que es una convocatoria en declive y año tras año consiguen pinchar. No sé si cada vez hay menos liberados, cosa que desmienten las cifras, o prefieren descansar tras las jornadas agotadoras al servicio de sus respectivos sindicatos. La realidad objetiva se constata en las calles, porque no se llenan más allá de algunos miles de personas que cumplen con esa cita que tiene un origen muy loable. Ha muerto mucha gente a lo largo del tiempo defendiendo los legítimos y justos derechos de los trabajadores. No hay duda de que los sindicatos son fundamentales. La Constitución recoge su papel en su artículo 7, junto a las asociaciones empresariales, algunas también escasamente representativas y en manos, como sucede con la CEOE, de burócratas que viven, como Garamendi, de la profesionalización de una labor que debería ser gratuita. Es un contrasentido que un empresario cobre por presidir una patronal. Por: Francisco Marhuenda [La Razón]