El Estado no debe ser una canonjía

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Es propicio recordar lo que decía José ingenieros: “En el vaivén eterno de las eras, el porvenir siempre es de los visionarios”, y a Eugenio María de Hostos por sembrar la idea de que la educación es el único camino de salvación para nuestra América.

Anclados en patologías decimonónicas, los gobiernos dominicanos se basan principalmente en los compromisos políticos, el termómetro electoral y en las emociones, para la selección de los servidores públicos, generalmente los ministros y directores generales, así no se lograrán los objetivos de desarrollo nacional.

Nunca debemos olvidar que los gobiernos no producen, sino que recaudan el dinero de los impuestos que paga el contribuyente para a cambio obtener un retorno en servicios públicos eficientes, lo que nunca ha sucedido, por la “deficiente capacidad de gestión”.

La misma debe basarse en administrar y gestionar los recursos bajo un proceso administrativo eficiente y ético. Para tales fines se debe contar con líderes que supervisen y motiven a la vez en pro de que sus subordinados conozcan sus funciones bajo el prisma de la institucionalidad que significa predictibilidad.

El trabajo en equipo es fundamental para una organización estatal, para promover la dirección eficiente bajo un clima donde predomine la planificación estratégica y la disciplina superior, propulsora de la optimización. Ahí la figura del líder como ente de cohesión es fundamental.

Con líderes civiles y uniformados comprometidos con un proyecto de nación, dotados de las habilidades y capacidades que les permitan influir en el desempeño de sus subordinados, se lograrían los objetivos deseados enfilados en el interés general.

Con una visión creadora se transmite la debida orientación y se logra el indispensable equilibrio para la estabilidad del buque nacional con la tripulación confiada en un responsable y capaz capitán.

Gobernar un país algún día debe dejar de ser “un trasiego circular fabricante de cargos públicos inorgánicos” conectados a una endogamia partidaria, nutrida de empleados mayoritariamente sin capacidad ni vocación de servicio. El Estado no debe ser una canonjía.

Hay que seguir insistiendo en los perfiles de quienes ocupen cargos públicos y nunca ver como natural que el erario sea solo una fuente de enriquecimiento ilícito, ni un mero canal de ascensión para personas “elegidas” por los que fueron delegados por la voluntad popular para ejercer el “poder representativo” de los ciudadanos.

La estrategia de comunicación es un factor primordial tanto a lo interno como a lo externo, ya que según aplique se debe informar cómo van los programas de gobierno y de cómo se emplean los fondos públicos.

Para percatarse de las deficiencias de la gestión pública en República Dominicana, sólo hay que leer las declaraciones del ministro de Educación, profesor Ángel Hernández -cartera que maneja uno de los presupuestos más elevados-: “apenas el 0.7% de más de 6,279 estudiantes que fueron evaluados en matemática alcanzó un nivel de aprendizaje satisfactorio”.

El norte por seguir debe de estar orientado en las mejores prácticas para no naufragar entre la subasta electoral y el síndrome de Hubris, así como con sesgos y egos elevados que rompen los hilos del pensamiento.

Algunos políticos que ocupan y ocuparon posiciones en los gobiernos olvidan u olvidaron la importancia de la gestión a la hora de hacer proselitismo. Las políticas públicas para ser mínimamente exitosas requieren ser sustentadas en una buena gestión pública con una administración profesional, efectiva e íntegra.

Independientemente de la opinión de asesores que se empeñan en canalizar el espectro político/ institucional como si fuera un mapa de guerra, con el objetivo de eliminar al enemigo y ganar la batalla ante la variante opinión pública, al final, sin una gestión efectiva los políticos son derrotados por la realidad.

Los hechos tangibles correctamente alineados por ejecutivos capaces que los hagan operativos y mejoren la calidad de vida de las personas, son los incentivos el día de las elecciones- no solo la propaganda mediática-, actualmente con gestiones pendientes en la mejoría de la salud, la alimentación, la educación y la seguridad pública.

La gestión política es exitosa por los hechos concretos que hacen progresar a un país y llevan bienestar a los ciudadanos, y eso se logra con ejecutivos, no con burócratas incapaces, resentidos y arrogantes.

Es imprescindible que los servidores públicos del milenio conozcan bien su profesión u oficio, sobre todo quienes transitoriamente ocupan los altos cargos, los cuales deben poseer la virtud, el talento, la mística, la experiencia y estar siempre conscientes para qué los designaron: “para servir, no para servirse”. Por: Homero Luis Lajara Solá [Listín Diario]