El grave problema de una parte de la prensa dominicana es que todo lo personaliza y haciendo creer que sin la voluntad del que señala, la República pierde y lo que no es así. Rebelión social en camino

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Bastó que la policía nacional y de un momento a otro marcara su impronta criminal que tenía unos meses bajo perfil, para que de inmediato una especie de histeria oportunista se apoderara de determinados sectores de clase media y de la mayoría de los medios escritos en manos de la baja y alta burguesía.

Evidentemente, no solo fue que policías en sus cuarteles masacraran y asesinaran detenidos, la mayoría jóvenes, sino que de pronto y desde el momento que la procuraduría general abrió expediente a esas muertes y apoderara a una conocida subprocuradora ligada a luchas contra la corrupción, para que rápidamente esa prensa tocara campanas al vuelo queriendo hacer entender, que sin esa funcionaria de apellidos Reinoso Gómez, la sociedad no tendría sosiego y la población en general tampoco paz social.

Lo tremendista de la grosera afirmación, solo es posible, si se descubre, que esa prensa siempre está presta a descubrir o bautizar a determinados personajes y tal como si estos fueran los imprescindibles frente a determinadas situaciones, cuando lo correcto debería de ser, que esa prensa fortaleciera el espíritu de las leyes y animara a la población a cumplirlas y a quienes pretendan transgredirlas, a saber, que las mismas presentan determinados castigos y sanciones que deben cumplir.

Y lo que ocurre, porque en este país, lamentablemente hay personas que no pueden vivir sin tener otras de supuestas “guías providenciales” a las que hay que encomiar hasta el hartazgo y sin importar, que, con semejante despliegue de propaganda perniciosa, quede en juego la funcionabilidad legal de las instituciones y el poder determinante de la Carta Magna y las leyes adjetivas.

Ahora el escenario se ha vuelto a presentar y con el extremo despliegue, de hacer creer que solo las personas señaladas por esa prensa como si realmente fueran imprescindibles, sería de la única manera que las situaciones y por más escabrosas que fueran, podrían solucionarse.

De ahí que por ese tipo de actitud y conducta perniciosa e hija de la sumisión de algunos hacia todo lo que signifique poder y lo que les permite generar un indecente culto a la personalidad de los señalados, en la República, la funcionabilidad de las leyes y los mandatos constitucionales son totalmente ignorados y debido a que solo se entiende, que determinados individuos son los únicos que pueden hablar o decidir por el destino de todo el mundo.

De esta manera se crean nichos de poderes personalizados colaterales al poder único y legal que dimana de la Constitución de la República y cuya mayor representación y autoridad descansa en el Poder Ejecutivo y con lo que se altera el principio civilista del poder bien encauzado y sin afectación de derechos para los ciudadanos.

La policía se presenta ahora como la maquina de matar y  la que siempre nuestra “democracia liberal” ha establecido y como mecanismo de defensa propio de los miembros de la corrupta partidocracia a la hora de ser gobierno y por ello, recurrentemente y cada vez que hay un cambio de gobierno, las campañas de prensa más hipócritas como perniciosas son libradas contra los llamados “corruptos del gobierno anterior” y quienes como los que llegan, tienen en la policía la herramienta de contención y arbitrariedad para enfrentar a adversarios y a la misma ciudadanía.

En ese enfrentar, los policías y sabiendo que son protegidos por los políticos corruptos, no solo se enriquecen y algunos hasta saquean propiedades ajenas, sino que forman pandillas de freno, que de pronto se desatan dentro de una espiral criminal, que al principio la misma prensa trata de justificar o de ignorar, pero que tan pronto la situación criminal se percibe de manera censurable e indignante por parte de la población, esa prensa cambia de criterio y con gran desfachatez, se pone al lado de los ciudadanos y con esa actitud, sin importarle hacer de los policías ayer encomiados, los imputados por los crímenes que a ciertos uniformados y en sus carteles se les achaca, esa prensa también entiende que embauca o engaña a la ciudadanía.

Pues en definitiva y que es la situación que ahora se está viviendo y básicamente entre los habitantes de los barrios de la periferia o marginales de nuestras ciudades, en donde esos cuarteles son el foco directo del porqué la comercialización de la droga y la libertad operativa para ciertos delincuentes sociales es autorizada y simplemente, por la complicidad de una policía, que en muchos aspectos en el centro de la delincuencia que azota los barrios y de los que se siente dueña.

Por lo pronto y por el notorio sesgo de crueldad que han mostrado los cuatro asesinatos que patrullas policiales han protagonizado en menos de una semana, lo que también se nota, es como si la uniformada se le hubiese ido de las manos al mismo gobierno y por eso del intento mediático por erigir figuras imprescindibles para que hagan frente a la criminalidad desde áreas de poder y como la mejor vía para tratar de apañar cualquier tipo de resultado que a ojos de la nación esos imprescindibles decidieran.

Lamentablemente esa peligrosa reacción emocional extrema de los mandos policiales y también de uno que otro militar y al sentir que la población les rechaza e igual les desprecia, poco que mucho está generando los pasos mínimos necesarios para que cualquier día y de continuar sin control el bandolerismo policial, la gente se tire a las calles y protagonice una grave rebelión social y motivada en un solo hecho, de que en la medida que la gente vea que en el gobierno no hay voluntad de corregir, entonces los ciudadanos y en su desesperación al ver que sus vidas no valen nada y tampoco hay seguridad, entonces den el paso fatídico de protagonizar la grave rebelión social que creemos ver que ya se está gestando y que el sábado podría dar su primer pellizco.

Mientras tanto y en lo que el infierno llega, es evidente que el grave problema de una parte de la prensa dominicana es que todo lo personaliza y haciendo creer que sin la voluntad del que señala, la República pierde y lo que no es así. ¡Qué Dios nos sorprenda confesados! (DAG)