El Madoff del barrio

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Los delitos evolucionan. Y viajan. Un esquema Ponzi en Sabana Grande de Boyá con Mantequilla al mando, visitando incluso escuelas como el triunfador del pueblo.

Un asesinato precedido de un rapto en La Guáyiga, que se asocia a fraude electrónico. Un encantador de criptomonedas con base en Los Alcarrizos y exposición nacional…

Los delitos de cuello blanco ya no son exclusivos de las ciudades o los centros financieros. Internet ha llevado al último rincón la posibilidad de estafar y timar en un “ambiente” aparentemente menos peligroso.

No hace falta salir con una navaja a robar el bolso a nadie, aunque el método tradicional, por supuesto, no haya desaparecido y siempre haya entusiastas practicantes.

El dinero, siempre el dinero. La usura en sus formas más tradicionales requería de contactos para no meterse en demasiados líos. No estaba de más tener un acompañante que garantizara la seguridad, si se elegía la carrera de prestamista.

La magia de la tecnología engaña. Se requieren ciertas habilidades, cierto… pero se puede acabar igual de mal. Mezcle la necesidad y el desconocimiento con las palabras sofisticadas de alguien que las usa con seguridad. Alguien que maneja un vocabulario y unos conocimientos superiores a los del ingenuo y el ambicioso. El desparpajo del timador de feria y la superstición. Creer en que algo que parece imposible va a ocurrirle a uno mismo.

Los tres casos citados dibujan una sociedad en la que el delito va muy por delante de sus perseguidores, entrenados todavía para “trancar” a delincuentes del siglo pasado con métodos del anterior.

Hoy, aquí, en cualquier barrio o pueblo hay un Madoff en potencia con banda ancha y dispuesto a jugársela. Por: Inés Aizpún [Diario Libre]