El transfuguismo es la primera ley que los políticos cumplen al momento que sus expectativas no son satisfechas, lo otro, de que “la patria es primero”, esa regla hace tiempo que se fue a la porra y en toda la partidocracia

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Desde que en este país la democracia funcional se inició para las elecciones del primero de junio de 1966, todo el tiempo dentro del país político se tenía bien especificado y desde las elecciones del 20 de diciembre de 1962, que los políticos siempre estarían prestos a cambiar de bando o de chaqueta, al primer momento que sus aspiraciones o expectativas no fuera satisfechas.

Solo hay que recordar, como el entonces “izquierdista” y luego “social demócrata” y más tarde “progresista” partido Revolucionario Dominicano (PRD) dio la pauta respecto de cómo las banderías y sus lideratos y membresías debían de comportarse y al momento que aquello que cada uno quería no le fuera otorgado.

En el caso del entonces Partido Reformista (PR) y luego Social Cristiano (PRSC) y más tarde miembro de la internacional socialcristiana, el asunto era tenido un tanto marginado y debido a que el ejercicio de caudillismo mesiánico por parte de su único líder, Joaquín Balaguer, no admitía en ese aspecto la menor deviación.

Sin embargo y con el correr de los años, el PRSC y a partir de que para el 1975 su líder empezó a perder la visión, su realidad política se hizo un tanto laxa y los dirigentes intermedios empezaron a buscar “valla”, es decir, a “encontrar puntos de coincidencias” con otras banderías y en la medida que se entendía, que para los comicios de 1978 y como en efecto ocurriera, Balaguer los perdería.

Ni que decir, que para ese tiempo, el PRD se brindó de mil amores para socavar al PRSC, en tanto en contra suya, desde la llamada izquierda dizque comunista, una gavilla de farsantes trataba de debilitar al PRD y por ello, dentro de semejante conjunto de intereses en los que los dos grandes partidos experimentarían, no simples fisuras, sino un proceso largo y traumático de divisiones internas y que ya antes el PRD había experimentado con su primera gran división y de la que salió el nuevo partido “izquierdista” pero doctrinario marxista, de la Liberación Dominicana (PLD) el que luego casi sucumbe y para la década de los años noventa, con la creación del caudillista a la vieja usanza, de la llamada Fuerza del Pueblo (FP) y su destape, de recibir para las elecciones del 2020 la “ sangre nueva” que le inyectaba el nuevo partido salido de la última división con el PRD, el “nuevo” Revolucionario Moderno (PRM) algo así como el lavado de cara de su base operativa, el partido Alianza Social Demócrata de la familia Abinader.

Es decir, en todo este lapso, el transfuguismo a gran escala sacó patente de corso y a partir de ahí, no ha habido partido, formación política o bandería política empresarial (esto último, partidos de alquiler formados por empresarios y para hacer de la política su gran negocio) que engañando a más no poder al nada incauto pueblo dominicano y este, enormemente oportunista y calculador, se constituyó en la plataforma de intereses espurios en los que hoy se mueve la política dominicana, donde no solo nada es lo que parece, sino que la motivación que anima, es el enriquecimiento ilícito y desproporcionado desde el poder y al extremo, de que en los últimos 24 años, la corrupción desde el poder ha arrastrado cerca del 25 % del producto interno bruto en ese lapso.

Estamos hablando, de más de 500 mil millones de pesos, que devaluados o no, es muchísimo dinero en dólares estadounidenses y lo que se puede comprobar con solo hacerle una auditoría forense a todos los políticos que han ocupado puesto públicos de elección directa o por vía administrativa, la mayoría llegó con una mano adelante y otra detrás y ahora el que no es millonario, es un sinvergüenza adinerado.

¿Cómo es posible que esta situación hubiese podido darse, sino es porque el transfuguismo en su peor expresión ha sido la carta de identidad de ese bandolerismo político de puro lumpen social que ha tomado bajo secuestro al Estado y que si le unimos los miles de millones de dólares que los comerciantes, empresarios e industriales, todos “suplidores del Estado” y junto al variopinto espectro de los ”políticos empresarios” han saqueado a la nación, realmente sorprende que todavía este país esté en pie y su economía no se hubiese descalabrado del todo.

Precisamente, ese transfuguismo cuyos miembros saben que en este país no hay castigo para ellos, es el motor que ha movido a todos los políticos y quienes contando con la complicidad del sector mediático y uniendo voluntades, han logrado, que, para la mayoría de los dominicanos, sea natural y como ciudadanos, robarse a sí mismos y que es la peor y más marcada muestra de incivilidad e irresponsabilidad cívica personal.

Bastaría con observar el comportamiento inmoral del conjunto de las iglesias “cristianas”, en su búsqueda de canonjías de todo tipo y para que se entienda, que es más que suficiente y para entender la dimensión delincuencial, intolerable en cualquier sociedad organizada, del transfuguismo que corroe a la democracia dominicana y en el que, de contraparte, determinados “referentes sociales” y desde el llamado “gobierno de los empresarios y banqueros”, el Consejo Económico y Social (CES) logran y sin haber sido electos, usurpar las funciones de Estado del que sea Gobierno de la República.

Tarde o temprano, todo este desorden moral pasará factura y de manos de las nuevas generaciones de 18 a 34 años y sin excluir a las siguientes hasta los  60 años y cuando ocurra, tanto pudiera que se de una revuelta civil o simplemente una acción de desobediencia civil a gran escala, que barra la partidocracia y la clase política en su totalidad y ejecutada, por ciudadanos, que nacidos entre los años 1967 y 1976 e incluso, si ocurriera un sorpresivo apocalipsis institucional, de manos del mismo presidente de la República en ejercicio, Luis Abinader y lo que naturalmente, ahora es casi impensable, pero que como son las cosas, tampoco se puede argumentar que no pudiera ocurrir.

Todo es, que, entre el asco, la repulsión y la vergüenza generalizadas, se dé una revolución moral, todavía impensable entre la nueva juventud y la que, asqueada de tan partidocracia inmoral, hasta pudiera impulsar a la juventud en el poder nacida pos-Trujillo, a limpiar y de una vez por todas al país político y teniendo como escenario factible las elecciones generales de 2024.

Pero en lo que ello suceda, recordemos, que el transfuguismo es la primera ley que los políticos cumplen al momento que sus expectativas no son satisfechas, lo otro, de que “la patria es primero”, esa regla hace tiempo que se fue a la porra y en toda la partidocracia. (DAG)