En la partidocracia, sus voceros hablan de democracia y, sin embargo, conforman una tiranía casi absoluta de más de veinte años y con apoyo oligárquico, que no permite la libertad de escogencia de los ciudadanos.

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Realmente y de hacerse un ejercicio de honestidad profesional correcta, en República Dominicana y en materia de política de Estado, nada es lo que parece y sí lo más parecido a un fenomenal juego de máscaras, con las que los actores políticos y también muchos de los mediáticos, han logrado embaucar a la población y precisamente, desde el instante, que a junio de 1961 llegó al poder absoluto la oligarquía, entonces tradicional y detrás de los gobiernos del Consejo de Estado como del Triunvirato y lo que tuvo término, al momento del estallido cuartelario que dio como resultado y por auxilio popular, de la llamada revolución de abril de 1965, a su vez, prácticamente fracasada desde sus inicios.

Para aquel entonces y en aquellos días tan emocionalmente cambiantes, quienes se decían “revolucionarios”, pero dirigidos por un coronel trujillista del Ejercito y también de la Policía y todos, tratando de ser un calco de un Castro o un Guevara, más hicieron en materia propagandística para que desde el exterior se entendiera que aquí había un estallido revolucionario castrista y comunista y por lo que desde Washington se urgió a destruir el supuesto estallido y con el envío de 42 mil miembros de sus tropas aerotransportadas.

En realidad, los gringos no hicieron otra cosa en el “teatro de operaciones”, que aquella especie de performance, mediante la cual, al momento que se dieron determinadas balaceras entre uno y otro bando, los soldados estadounidenses descubrieron y para su desconcierto, que los dominicanos supuestamente “revolucionarios”, cuando llegaba el mediodía, dejaban de disparar y se retiraban a almorzar y luego una hora más adelante reanudaban los tiroteos. Sin duda, aquello era de ver para creer, pero ciertamente y de ese modo discurrió el estallido revolucionario y aderezado por bebentinas y jolgorios de los grupos “revolucionarios”, en tanto los yanquis se dedicaban a separar la parte colonial de la capital dominicana del resto del país y en sus tiempos libres, ya en horas de la tarde, sus soldados se dirigían al club que el mando ocupante les había preparado en una parte alta del barrio de Gazcue y así todos los días.

Realmente y cuando nos informamos que el ejército ocupante, luego repartía condecoraciones entre los suyos y por la supuesta bravura “desplegada en combate”, lo menos que pudimos lamentar, fueron los dos otres militares invasores que murieron en las primeras escaramuzas libradas a tiros, no menos de cien muertes de las que todavía Washington niega que hubiesen ocurrido.

A todo esto, el llamado “mando revolucionario”, decidió proteger los negocios y mercancías de la pequeña burguesía de tenderos árabes y comerciantes españoles y desde luego, por medio de tarifa expresa y consentida. Es decir, la cara oculta de la llamada “revolución de abril de 1965”, es esta ríspida que relatamos y salvo el desencuentro provocado en la ciudad de Santiago, donde el “liderazgo revolucionario” se batió a tiros desde el cerco que los invasores le tendieron alrededor de un hotel, hasta que mediadores de la OEA y la ONU se apresuraron a ir allí y sacarles con la aureola popular, de que efectivamente eran “revolucionarios de pelo en pecho”.

Fue de esa forma que la democracia de este país cobró fuerza y vía unas elecciones supervisadas por las tropas invasoras y a las que los “revolucionarios” se apresuraron a participar, en tanto venían de integrar el gobierno provisional de nueve meses y que diera fin al “estallido revolucionario y popular”.

Nada de este relato es recogido por los adocenados historiadores y periodistas de la época, al tiempo que, en conciliábulos de tragos y descaro, se fraguaban las bases de la supuesta democracia que después sobrevendría a raíz de los resultados electorales de junio de 1966, cuando el expresidente Joaquín Balaguer ganaba los comicios frente al expresidente Juan Bosch.

Es a partir de esos resultados, que nació la partidocracia que ahora conocemos como grupo tiránico, que no ha permitido que el pueblo dominicano tenga libertad de escogencia y mucho menos de decisión y lo que fue robustecido, por el criterio y directriz oportunista de la oligarquía de diez familias y con la Vicini a la cabeza, que junto a los pocos periódicos y revistas escritos que habían en la época, plantas de radio y televisión eran prácticamente inexistentes, moldearon el pensamiento, ambiciones y criterios de la población.

Si hubo en el lapso 1966-1970, el nacimiento de las cadenas informativas lidereadas por las estaciones radiales, Comercial y Mil y con ellas, el nacimiento del supuesto periodismo “revolucionario”, cuyos integrantes, básicamente provenientes de los callejones y calles del nicho “revolucionario” en la parte colonial capitaleña, sirvió de matriz para el nacimiento de la ahora concentración de medios de comunicación y de información de masas en pocas manos y que como escudo protector de la oligarquía, arrebató decididamente las libertades de conciencia e información de los ciudadanos (la población solo era de 2.5 millones de habitantes) y para conjurar una supuesta “libertad de prensa”, que en la práctica, no era más que la libertad del empresario periodístico para imponer la autocensura a nivel generalizado.

Fue en ese tiempo y concretamente desde el 19 de marzo de 1972 que nació esta columna periodística critica e independiente a todos los poderes públicos y privados y al terrible costo de ganar espacio, pero enfrentada siempre al acoso mediático más significativo. Paradójicamente, gracias al apoyo del presidente Joaquín Balaguer, fue que esta columna pudo nacer y por el deseo de aquel gobernante y dicho sin ambages por este a quien escribe, de: “quiero que hagas una columna donde se ataque la corrupción de mi gobierno”, pues aquel presidente quería un periodismo critico que le hiciera contrapeso al otro “revolucionario” y enfrentara a los grupos oligárquicos que querían ahogar al gobierno. ¿Porqué la columna pudo mantenerse?, porque a los dueños de los medios se les advirtió en aquel tiempo, que era el presidente quien estaba detrás de aquellas denuncias.

Ahora y ya con 50 años de ejercicio continuo, seguimos siendo el contrapeso de lo que llamamos medios de la prensa mercancía y habiendo logrado que las nuevas generaciones y desde el primer momento de conciencia crítica, entendieran, que con nuestras criticas forjábamos el verdadero periodismo independiente y que es en verdad, el gran aporte a la institucionalidad, que esta columna y medio le ha hecho al periodismo independiente y al ejercicio crítico del poder.

Lamentablemente y al ser una sola voz, no hemos podido lograr nuestra aspiración, de que el periodismo dominicano fuera critico e independiente y no adocenado y mercurialista, pero sí somos un referente dentro del periodismo político crítico y por más intentos de silenciarnos y que los ha habido por años.

De este modo y debido a su tortuoso nacimiento por parte de exiliados antitrujillistas extremadamente fanatizados que llegaron al país el 05 de julio de 1961, la República se abrió en busca de gobiernos no dictatoriales y sí democráticos, pero ahora y desde el 1996 a la fecha, con la variable, de una partidocracia que se ha convertido en la retranca de todas las libertades públicas y ejerciendo como sistema político autoritario y siempre a favor de los grupos económicos y políticos de poder.

De ahí que digamos y a modo de recopilación, que, en la partidocracia, sus voceros hablan de democracia y, sin embargo, conforman una tiranía casi absoluta de más de veinte años y con apoyo oligárquico, que no permite la libertad de escogencia de los ciudadanos. (DAG)