En la historia política del país se registra un hecho que, con levísimas gradaciones, constituye una constancia: la tendencia de los gobiernos o gobernantes a gobernar al margen y a veces hasta en contra del partido oficialista.
Consciente o inconscientemente los presidentes prefieren reinar sin esa imprescindible mediación: el partido.
En otras ocasiones, son las circunstancias las que determinan esa fatal separación entre el primer mandatario y la colectividad política a que pertenece por lo que, en cierta medida, esta vez es constancia tiende a repetirse o se asemeja, en un particular momento de crisis de las mediaciones políticas y de la sociedad civil, en el contexto de un proceso de ineludibles reformas y pactos.
Cuando Bosch asumió el poder en 1963, la desmovilización del PRD que lo llevó a Palacio fue una de sus primeras medidas, al tiempo de enfrentar a las organizaciones sindicales y gremiales dirigidas o influenciadas por ese partido. Circunstancia esta que, probablemente, fue una de las principales causas de la débil y tardía reacción popular contra el golpe de Estado que lo derrocó.
En 1978, esa organización vuelve al poder y el presidente Guzmán repite la historia. Se desvincula del partido y a Peña Gómez, la figura determinante que lo llevó a Palacio, prácticamente se le prohibió el acceso a ese simbólico lugar. Una de las tantas vejaciones que laceraron el alma de ese líder emblemático de nuestra historia política.
Durante su mandato, al expresidente Fernández se le atribuye una desvinculación con la estructura de PLD y factor esencial en el proceso de desmovilización de esa organización. Danilo gobernó con un núcleo duro integrado por varios personajes sin raigambre partidaria, a pesar de fuerte vinculación con la estructura organizativa, acentuó el proceso degenerativo ético/político del partido.
Esta colectividad fue reducida a un mero instrumento para el clientelismo envilecedor de prácticamente todos los sectores sociales.
El caso de Balaguer fue igual, el partido era sólo para buscar los votos que lo perpetuaban en el poder y un instrumento para unir en torno a él y sus gobiernos a diversos sectores sociales.
El relativo balance negativo de esas experiencias de Gobierno, el proceso de desmoronamientos del PLD y la desaparición del PRD y PRSC, no pueden desligarse del hecho de que esos partidos no jugaron su papel de mediaciones.
Algo que debe llevar a reflexión al PRM. Su Gobierno, en un contexto de crisis de las mediaciones políticas, llama a un pacto de reformas en la que la fiscal es la más urgente y difícil. Por: César Pérez [Hoy]