sábado, octubre 5, 2024
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Esa Filistea moderna de nuestros requiebros y pesares y a la que todas las demás naciones están atadas y para bien o para mal

La Filistea originaria se encuentra clasificada en el tiempo desde el siglo XII a.c. y hasta su desaparición en el 604 a, c., para aquellos tiempos, el mundo era muy reducido y por lo que las estadísticas dicen, ni siquiera un millón de personas lo componían.

Sin embargo, ahora la Filistea moderna y digámoslo así para trazar una línea de tiempo de absoluta diferenciación, trata de dos países y territorios en Medio Oriente y conocidos como Israel y Palestina y los dos, enemigos a muerte y porque los agravios y desencuentros nunca han terminado.

Ya para el año 1945 cuando se funda el Israel moderno y en base a arrebatarle territorios a los palestinos, las dos regiones continuaban manteniendo y vivas las viejas disputas que durante mas de 8 siglos no les han permitido vivir en paz y mucho menos relacionarse.

Ahora, ni se detestan cordialmente y por lo que se está comprobando desde hace tres meses, ya los odios adormecidos en el ayer han vuelto a estallar y esta vez haciendo entender que se está en la lucha total.

Si se ahonda en lo que sobre ellos piensa el resto de la humanidad, parecería que, por sus odios y disputas ancestrales, ambos pueblos y de los que propiamente y por su árbol genético, hasta podría calificárseles de primos, nunca han conocido el tratar de convivir el uno con el otro y los dos, muestras evidentes de los ramalazos de odios inexplicables de los que cuenta la historia.

Para colmos, la Filistea moderna se ha replicado en los cinco continentes. Pakistán y la India es uno de esos casos. China y Nepal otro y más cerca Haití y República Dominicana. Pero hay más y no nos adentremos en el África negra a plenitud y sí solo con Uganda o Lesoto y la misma Sudáfrica y paremos de enumerar, porque la cuenta sería mucha, así como los mil idiomas o dialectos que todos esos africanos dominan.

También China a lo interno tiene su propia y particular Filistea e igual el resto de las naciones asiáticas de ojos rasgados.

Es decir, para una gran parte de la humanidad, el odio es el que ha normado sus vidas y cuando no es que, por sus inmigraciones a otros continentes y países, arrastran consigo sus dioses y atavismos y ahí de golpe las religiones radicales y sectarias que ahondan más divisionismos.

Por ejemplo, ¿cómo se explica que los pueblos de Israel y Palestina nunca han podido vivir en paz?, ¿acaso su gente son personas de mentalidades extremadamente atrasadas o será que el karma azota sus mentalidades e idiosincrasias?

¿Cómo explicar, que para mediados los años 1500 y entrando al 1600, remanentes de pueblos negros africanos  ya esclavizados por países colonialistas europeos, al momento que son obligados a cruzar el Atlántico y llegar al Caribe Central y es el caso de las dos naciones que comparten la misma isla, esos esclavos traigan consigo sus propios odios y taras, más, ese panteísmo por el que en materia de fe, “es la creencia de que Dios es todo y todo es Dios” y lo que se observa en Haití con el vudú, en Cuba con la santería o en República Dominicana con una mezcla de ambos?

A nuestro modo de ver o entender, son las expresiones religiosas que generan ese mosaico de sincretismo como mezcla cultural en busca de su particular característica, lo que determina y más que el factor herencia, la forma de ser o actuar de los pueblos que resultaron y en mezcla y temperamento, estas naciones de ahora y específicamente, entre las islas-estados caribeñas.

Desde luego, no existe un desarraigo tan terrible como en el África negra, pero sí en el producto de sus migraciones de esclavos y chocando con las culturas originarias y producto de la colonización española o en menor medida la inglesa, la francesa o la holandesa.

Así se tiene, que, cuando se conoce el resultado de la diáspora haitiana en EEUU y Canadá y este, el ejemplo que no nos deja especular, se observa, que el haitiano nacido en EEUU o en Canadá o aquel otro que vive en New Orleans, tiene una actitud animista absolutamente distinta a la propia en su país de origen o en el de sus padres y de ahí los conflictos de interpretación y el porqué la negritud tiene tantas variables de odio entre sí misma.

Semejante conducta y manera de pensar, obliga a entender el porqué de los desarraigos existentes y ese odio lacerante que vive en el subconsciente de la parte más emocional y primitiva del pueblo haitiano, que ni siquiera cuando la etapa plantacionista francesa, no se atenuó con la mezcla de los originarios de uno que otro país.

 ¿Comprobarlo?, solo hay que verlo en la misma conducta de los haitianos, que se rechazan entre sí y a los que, y aunque no lo quieran admitir, se odian o rechazan entre sí y esto, sin importar clase sociales o condición económica.

Una muestra: El haitiano de dinero, cuando se desplaza a la República Dominicana, su vecina y se desenvuelve en su propio vehículo y tiene capacidad económica de clase acomodada de la pequeña burguesía, no solo que mira con desprecio casi infinito a sus conciudadanos pobres a los que, o los entiende menesterosos, hecha días o jornaleros, sino que elude y radicalmente, hablarles y responderle si acaso un tímido saludo.

Para nosotros, esa es la prueba testimonial del porqué entre los dos países que conviven en la misma isla, siempre no existirá un entendimiento cierto y sí cierta tolerancia que apenas esconde los rechazos y desconfianza entre uno y otro pueblo.

Y aquí entra lo diversidad de razas. Las dos repúblicas. Una es negra a lo absoluto y de gran apego religioso intimista, la otra morena y mulata con cierto mestizaje y un poco de blancos. Una, vive llena de resentimientos y tira las culpas a todo el mundo y nunca admite sus propios errores. La otra, es tolerante en la diversidad y afectiva en lo religioso y, sobre todo, siempre atenta a socorrer a la negra y al momento que las adversidades naturales la azotan. ¿La respuesta? Más odio y por la ayuda, que saben que sería de suicidas rechazar.

De esta forma, esta Filistea tropical, no deja a un lado sus atavismos y por más que su parte más sana trata de transigir, (Dominicana) su contraparte haitiana no oculta nunca sus taras y prejuicios.

Entonces, cuando se quiere trazar un paralelo entre la Filistea tropical frente a la Filistea en el Medio Oriente, no es tan difícil entender, por qué hay tantos individuos que se rechazan entre sí y así mismos y generando, en el caso de la segunda, la debacle humana convertida en ese genocidio de bestias que le atenaza y que a toda la humanidad nos da vergüenza.

Dejamos entonces este análisis político de Estado y como intento de ensayo antropológico y recordando sobre esa Filistea moderna de nuestros requiebros y pesares y a la que todas las demás naciones están atadas y para bien o para mal. Con Dios. (DAG) 01.10.2024

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