Esas otras mujeres

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De tanto pedir derechos para las mujeres olvidamos el sufrimiento de las que en otras latitudes no tienen ninguno.

En estos días las mujeres afganas han perdido algunos de los pocos derechos que les quedaban después de que los talibanes volvieran al poder. Ya no pueden acceder a empleos públicos o en oenegés, se les ha prohibido acceder a parques, jardines, gimnasios o baños públicos. No pueden viajar solas, estudiar en la universidad o en escuelas secundarias.

En Irán siguen resistiendo y protestando tras la muerte de la joven Mahsa Amini, tras ser detenida por llevar mal puesto el velo. Se suman hombres a las protestas y ya han sido ejecutados al menos dos y se han documentado más de 500 detenciones. No podemos imaginar qué es vivir en estos regímenes teocráticos y pretendemos no saber nada de lo que ocurre con las mujeres cuando disfrutamos de un espectáculo como el Mundial de Qatar.

En el otro extremo, hay sociedades que ya fuerzan la desigualdad en dirección contraria. En el terreno profesional, por ejemplo, de la cuota paritaria se pasa a promocionar con preferencia a mujeres que dejan atrás a hombres con más méritos. Con eso perdemos todos; eso es desigualdad.

La mujer dominicana, contrario a lo que muchos parecen creer, es una mujer con una autonomía, autoridad y capacidad de resiliencia y de emprendimiento superiores. Y una libertad sexual y personal y un respeto al interior de su familia admirables. En Europa, las mujeres, en contra de lo que creen algunas, no están ni remotamente “sometidas”.

Sí, hay un problema de violencia innegable e inocultable y hay que seguir luchando. Pero la libertad y la igualdad que tenemos, fruto de lo que pelearon mujeres de generaciones anteriores, es innegable.

(Hay feminismos muy machistas en su reclamo de “poder”.) Por: Inés Aizpún [Diario Libre]