Expertos afirman que utilizar orina humana podría salvar a Europa de la crisis de desabastecimiento

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La guerra de Ucrania ha ocasionado una de las mayores crisis económicas de las últimas décadas. Subida de precios, falta de combustible o desabastecimiento de alimentos son algunas de las consecuencias de la invasión rusa ordenada por su presidente, Vladimir Putin, que podrían intensificarse con el paso de las semanas y meses.

Algunos de los productos que más se han visto afectados son los fertilizantes sintéticos. Sus precios se están disparando y la falta de abono está haciendo que se busquen alternativas más naturales. Las reservas mundiales de fósforo también se están reduciendo, y los agricultores se enfrentan a una escasez sin precedentes, puesto que Rusia es uno de los principales exportadores de fertilizantes.

Los fertilizantes nitrogenados sintéticos contaminan las aguas subterráneas y son un importante factor en el aceleramiento del cambio climático. Según un estudio de 2021, la producción y el uso de estos fertilizantes representan el 2,4% de las emisiones mundiales.

Así, en países como Suecia, Francia, Alemania, Sudáfrica o Australia, organizaciones trabajan en la reutilización de los desechos humanos para reducir la dependencia de los fertilizantes comerciales, que conllevan problemas ambientales y económicos. Mientras, Battleboro, un pueblo de Estados Unidos realizará casi con toda seguridad un concurso en el que el objetivo es “recolectar orina que se pueda utilizar para abonar los cultivos”.

En un evento organizado por el Rich Earth Institute, una organización local sin ánimo de lucro, unas 200 personas compiten por la Copa de Oro de la Orina, en el que se comprueba quién tiene la mejor orina.

El grupo pasteuriza la orina donada y la suministra a las granjas para que la utilicen en lugar de los fertilizantes sintéticos. El instituto asegura que la orina producida por el ser humano contiene nitrógeno, fósforo, potasio y micronutrientes, elementos que ayudan a las plantas a crecer.

Por ello, la organización ha equipado la mayoría de las casas de sus voluntarios con inodoros que separan la orina para poder bombearla después y transportarla a donde se necesite.

“Esta es otra forma de reciclar”, dice Abraham Noe-Hays, director de investigación del Instituto Rich Earth, que está desarrollando un sistema en edificios.

Por su parte, el investigador de la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas (SLU), Prithvi Simha, explica en una entrevista con DW que al reciclar la orina “reforzamos nuestro sistema alimentario”. “Alrededor de un tercio de todo el nitrógeno y el fósforo utilizados en la agricultura a nivel mundial podría ser sustituido por los nutrientes obtenidos de la orina. Ese porcentaje aumenta drásticamente en países como Uganda o Etiopía, donde preferentemente se usa orina y no fertilizantes sintéticos, debido a los altos precios”.

Simha forma parte de un equipo de investigadores que ha desarrollado una forma de convertir la orina en fertilizante sólido, similar a los gránulos sintéticos que la mayoría de los agricultores utilizan actualmente. SLU Sanitation 360, con sede en la isla sueca de Gotland, equipa los inodoros con casetes que alcalinizan la orina.

Para reutilizar la orina como abono, es necesario separarla de la materia fecal, así como del agua del inodoro. La orina sólo representa el 1% de las aguas residuales en las plantas de tratamiento europeas, pero es una de las principales fuentes de nutrientes, como el nitrógeno.

Hasta ahora, esta innovación se ha implementado en pocos edificios en el mundo. Los edificios esperan que, a medida que estas tecnologías se vayan extendiendo, reciclar el “oro líquido” acabe siendo tan fácil para todos como sentarse y orinar. [La Razón]