Hasta ahora, el único problema que tiene Abinader, es que como es el probable candidato ganador en el 2024, su partido se aloque y quiera atropellar abusivamente o que el presidente se crea imbatible

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La historia reciente nos dice claramente, que cuando un presidente se cree imbatible y seguro ganador de unos comicios, deje que a su alrededor se organice el dañino culto hacia su persona y que cuando sucede, automáticamente el sentido común y la prudencia desaparecen del oficialismo y en particular del partido en el poder, en este caso el Revolucionario Moderno (PRM).

Escenario, que realmente empezamos a notar que se está creando, cuando en la práctica, ahora es que el presidente Luis Abinader debe consolidar todo cuanto en materia de éxitos políticos personales ha podido lograr y por el hecho evidente, que, de presidente sin experiencia, en menos de tres años se ha convertido en un presidente exitoso y de gran capacidad organizativa y gerencial.

En este aspecto, perturba la existencia de ciertos indicadores de apresurada borrachera de poder a destiempo y por parte de quienes están llamados a proteger a más, el excelente desempeño presidencial y que tiene su fundamento, en cuanto a que Abinader, así como no es objetable a ningún sector de las fuerzas vivas, ha sabido ganarse la confianza de las grandes mayorías nacionales y al saber aprovechar su ventaja comparativa, de ser el primer presidente generacionalmente nacido después de la Era de Trujillo y quien con marcada persistencia ha logrado enterrar el caudillismo redivivo que los expresidentes Danilo, Leonel e Hipólito han querido mantener con vida.

Solo hay que ver y en su diario contacto con la población y mucho más en los fines de semana, como el presidente ha logrado conectar con la ciudadanía y al punto, de que de todos los potenciales precandidatos opositores o “independientes”, es el único que disfruta de una tabla de rechazo menor del cinco por ciento y con un apoyo institucional duro de un veinte y cinco por ciento, que a este día y por mediciones particulares, da su peso específico de cara al proceso electoral venidero y del que determinadas encuestas hablan, de que solo Abinader obtendría un 47 por ciento a la primera vuelta y un 55.8 por ciento si hay una segunda vuelta y que recoge la encuestadora Markestrategiae que pinta el escenario más auspicioso.

Con todo y esto es lo más peligroso para un presidente reeleccionista, es mantener estables y en ascensos los indicadores de popularidad actuales, al mismo tiempo que debe frenar los excesos de “entusiasmos perrunos” de quienes se entienden disfrutando de su favor y los que muchas veces actúan como perniciosos agentes nocivos saboteadores inconscientes de que “el presidente va y seguro”.

Cuando esta situación se da y casi siempre al tercer año de mandato, el mayor peligro se encuentra, no en la oposición y sí en los excesos de confianza de los allegados y reconvertidos como traficantes de influencias y dispuestos a todo con tal de que el ambiente preelectoral les beneficie particularmente, mientras los opositores montan “cabezas de playa” para detectarlos y atacar al mandatario.

Hasta ahora, es evidente que Abinader tiene el control del gobierno en sus manos y tanto, que no hay decisión de calado que se tome, que antes no cuente con su aprobación. Al tiempo que en la alta burocracia se sabe, cual es el riesgo para quien quiera pasarse de listo.  

Sin embargo, ese no es tampoco su mayor peligro y  el que entendemos, se encuentra en el nicho de los aspirantes a vicepresidente y con mayor cuidado, en aquellos que son altos burócratas en el gobierno como en los organismos descentralizados y quienes como en muchos casos no tienen el foco  de la opinión pública vigilándoles, a fuerza de papeletas y canonjías, que otorgan indiscriminadamente, se crean especies de caretas públicas de penetración, como por ejemplo, ser patronos en el área deportiva  y con lo que tendrían  una atención  asegurada y clandestina y de amplia ventaja  táctica frente a sus adversarios internos.

Lo otro y que nunca puede ser descartado, es en lo relativo al partido oficial, que como hijo del PRD de cuando la Guerra Fría, su genética marca un accionar de anarquismo puro, por el que, si no se le vigila y detiene a tiempo, fácil que cuando menos se piense se salga de control y hasta dañe el amplio accionar positivo presidencial.

También está el otro peligro institucional peor. El de los periodistas y medios tendenciados desde los tiempos de las manifestaciones en la Plaza de la Bandera y quienes ahora, habiendo probado grandes contratos publicitarios, canonjías y cambio superior en su nivel y calidad de vida, se entienden en condiciones “y por el trabajo hecho” de exigir y hacer valer sus apoyos. En este punto, por obligación el gobernante no debe ni puede descuidarse y sí exigir lealtad y por el solo hecho de los millones de pesos ganados publicitariamente y por el favor oficial, que deberá obligarles a trabajar más a favor de la continuidad presidencial.

Respecto a los ciudadanos de a pie y los otros de clase media económica baja, el presidente deberá de incrementar las ayudas sociales y como por arte de magia designar uno que otro y como muestra general, de que cualquier ciudadano tiene derecho a ser parte del gobierno y como pueden serlo los otros de la burguesía.

No descuidando este último aspecto, seguro que la reelección constitucional no confrontaría conflictos de temer y para garantizarse, Abinader debería y tiene que hacerlo, de apoyar el oculto nicho de los medios y periodistas de opinión que tiene a su favor y que solo a él le responden y para que le hagan contrapeso a los errores de los suyos como a los excesos de los otros medios y periodistas abiertamente opositores y quienes parapetados desde el PLD-FP, son y hasta ahora, los más dispuestos a jugarse el todo por el todo y ante el hambre de poder y riqueza que les ahoga y para no ir muy lejos, también de venganza personal.

Y es que definitivamente, hasta ahora, el único problema que tiene Abinader, es que como es el probable candidato ganador en el 2024, su partido se aloque y quiera atropellar abusivamente o que el presidente se crea imbatible y que, de suceder, Abinader tendría que sacar de abajo y por lo menos, para mantener sus actuales niveles de popularidad. (DAG)