Se sabía que con el retorno al poder de un diletante de la política, como lo es el vendedor inmobiliario Donald Trump, quien orgulloso de que pudo sobrepasar todo tipo de obstáculos legales y políticos para lograr su nominación presidencial y luego rematar ganando las elecciones en su país, aunque con el estigma y de por vida, de haber sido condenado como delincuente, es una personalidad, que en cierta forma gusta de que se le vea que no se atiene a principios ni normas de otros y que en su ego sobredimensionado y ya como presidente de EEUU, considera que tiene una especie de mazo para imponérsele a todo el mundo y no solo en su país sino peor en el exterior.
Comportamiento, que, a menos de quince días de estar de nuevo en el poder, parecería que como si fuera su sello indeleble, pretende retomar y dentro de unas características peores que cuando su primera presidencia y lo que muchos atribuimos al hecho, de que Trump se sintió golpeado, vejado y que sabiendo que le robaron las elecciones anteriores, asume ahora con las características propias del pandillero que entiende que debe y tiene que cobrar venganza.
Si la situación solo se limitara a la política interna estadounidense, se podría entender y desde el punto de vista del exterior, que su reacción es la natural en ferocidad a aquella otra que sus enemigos políticos utilizaron despiadadamente pasa sacarlo del poder.
Sin embargo, no cuadra, que con su retorno a la Casa Blanca y por lo que se ha visto desde el pasado jueves en la noche, el resentimiento de Trump, parecería que abarca otros países y ciudadanos de estos y quienes al encontrarse en situación migratoria irregular, el nuevo inquilino de la Casa Blanca, ha entendido que debe empezar por poner orden, pero afectando a millones de ciudadanos y todos trabajadores en la industria, el comercio y los servicios estadunidenses, quienes con todo y encontrase ilegales en materia migratoria, pero no criminales como abusivamente quiere hacer creer a sus conciudadanos y también a sus relacionados de sus países de origen y quienes como ciudadanos estadounidenses y hablamos de no menos diez millones de votantes, fueron raudos a votar a su favor.
Entonces, sabiendo esto, es poco comprensible que Trump quiera perseguir al trabajador ilegal y en vez de buscarle una salida aceptable y manejable de regularizarlos en función de los años que tienen en su país y que como ocurre con todo inmigrante, ha contribuido al fomento y agrandamiento de la riqueza de EEUU. Sobre este particular, las estadísticas indican que la masa de trabajadores ilegales o indocumentados aportan el 20 % promedio del PIB estadounidense.
Lo otro y que estamos muy seguros de que Trump no ha contemplado, es que en la actualidad, parte de los hijos de esos inmigrantes nacidos en EEUU y ciudadanos de acuerdo con la 14 enmienda constitucional, integran en un 15 % las diversas ramas de las Fuerzas Armadas y los diversos organismos policiales y de seguridad y quienes viendo el acoso que su presidente y comandante en jefe mantiene contra sus padres y familiares, lo menos que se puede pensar es que no están nada contentos con semejante persecución y esto hay que recalcarlo, no es que sea ilegal en la forma sino que por lo contrario, en el fondo está fundamentada en derecho, pero que si Trump la entiende desde el punto de vista humano y racional y para no hablar del económico, verá que es demasiado arbitraria para aceptársela y mucho menos a Trump, quien y por su condena, sí que puede calificársele de ser un criminal y condenado por demás.
Por ello, consideramos que la medida de ataque y control a la inmigración ilegal, el gobierno de Trump debería dividirla en dos fases: Regularización del trabajador ilegal extranjero y veto e impedimento a la entrada de nuevos ilegales a EEUU. Por lo menos, hasta que más del 70 por ciento de los ilegales actuales se encuentren regularizados.
Además, todos sabemos que el presidente estadounidense gusta de que se le vea como un páter familia protector y generoso y lo que choca con su feroz política antiinmigrante ilegal que ha desatado y que ahora e innecesariamente está provocando tanta aflicción y como lo es esa barbaridad de que cualquier uniformado o veterano que ande en la calle o en medios públicos de locomoción le exija a otro viajero que se identifique para saber si es o no estadounidense.
¿Por qué no decretar una amnistía generalizada y para fines de que los trabajadores ilegales se regularicen, tanto por su gobierno como por solicitud que incoe a todos los gobiernos de los países que tienen ciudadanos migratoriamente ilegales y para que estos y vía sus representaciones consulares, abran un censo de sus nacionales en estado de ilegalidad y aporten las ayudas necesarias con profesionales del derecho para que la búsqueda de regularización vaya en consonancia con el estado de derecho y al mismo tiempo, facilitando a esos gobiernos, que se incrementen los servicios legales de profesionales estadounidenses del ramo de las ciencias jurídicas?
Tal iniciativa, sería a nuestro juicio el mejor muro de contención para evitar la enojosa situación creada por los agentes de migración, tratando a todos los ilegales y al momento de deportarlos, como si fueran criminales. Percepción errada que el mismo Trump y actuando más como político demagogo que como persona racional a estado fomentando.
Porque, al fin y al cabo, ¿qué es lo que cualquier país quiere en materia de flujos migratorios?, que la mayoría de los extranjeros que lleguen a su territorio lo hagan como legales y porque por esa sola calidad se encuentran en condiciones de aportar positivamente a la economía del país que los recibe.
Entonces si ese es el interés, no vemos por qué a la política migratoria no se le dé un cambio, de represiva a una de colaboración y en la que todas las partes salgan ganando.
Finalmente y a nuestro modo de ver, si Trump compartiera el paso de reflexión compartida para resolver la situación, estamos muy seguros de que ya a la mitad de su mandato, él habrá podido resolver el problema migratorio de una vez y por todas y con el beneficio mayor, de que el resto de las naciones se sentirán más que complacidas de que el proceso legal resultó de puro respeto a la dignidad de las personas y al mismo tiempo y para fines de política interna, contribuyó a llevar un ámbito de paz social a un EEUU que ciertamente requiere de un periodo de tranquilidad que permita cumplir las expectativas con los propios planes de Trump de hacer a América grande otra vez.
Ojalá que esta propuesta sea estudiada y luego aceptada y para que pudiera despejar el negro nubarrón, de tantos, que creen que el presidente Trump es una persona irracional y por lo que otros se preguntan: ¿Hasta dónde se puede creer en un presidente Donald Trump que no muestra el mínimo respeto a colegas y países y solo se muestra como si fuera un perdonavidas que dirige una pandilla de gorilas? Con Dios. (DAG) 28.01.2025