La banalidad del mal

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Hay que seguir hablando de los crímenes de la Policía Nacional. Porque es indispensable que ese cuerpo del orden (¡Del orden!) se regenere.

¿Cómo soportar que un policía grabe a un preso esposado, tirado en el suelo y golpeado por otros presos? ¿Qué piensa alguien que tiene la autoridad para impedir el abuso y se limita a burlarse y grabar? ¿Qué piensa cuando filtra ese video a un canal de televisión?

¿Qué se propone la Policía Nacional cuando cede a una periodista todos los videos, la evidencia de lo ocurrido a un hombre que morirá a golpes bajo custodia de sus agentes?

¿Por qué? ¿Cuál es el proceso mental que les lleva a hacer semejante barbaridad? ¿Ni siquiera después de muerto David de los Santos pensaron un minuto en su familia? ¿Son especialmente perversos o son estúpidos los que actúan con semejante frivolidad? ¿O es maldad?

La banalidad del mal, expresión acuñada por Hanna Arendt, viene a decir que no hay que ser particularmente mala persona para hacer grandes males.

Excusas escuchadas repetidamente: La policía se nutre de aspirantes de las clases menos favorecidas. No, no se mata por ser pobre. Que se juegan la vida en las calles. Es verdad; sus víctimas obviamente también. Que el sueldo es bajo. Cierto, pero no es “excusa” porque no dan dinero por golpear a un hombre esposado. Que el tiempo de entrenamiento es mínimo cuando salen a la calle. De acuerdo, pero esa es una irresponsabilidad de sus superiores por la que deben responder. Que las condiciones de los destacamentos son infames. Cierto, pero eso no obliga a que se filtren videos vejatorios a la prensa.

(“Matar es fácil, sobre todo para los que pueden vivir con eso”, decía Areta, el detective de la película El Crack.) Por: Inés Aizpún [Diario Libre]