La mujer graba con su celular como un hombre golpea inmisericordemente a su pareja y su gran satisfacción es vociferar “ta grabao, abusador”. No hubo ningún intento para detener la agresión o llamar la atención del vecindario a fin de evitar que continuara la golpiza, que el hombre solo detuvo cuando finalmente llegaron dos vecinos a socorrer a la mujer.
Ocurre un accidente de tránsito y la mayoría se dedica a hacer vídeos –otros en el peor de los casos a saquear a las víctimas- en lugar de socorrer a los accidentados. Poco importa si se recogen imágenes de cuerpos ensangrentados y desmembrados, porque la prioridad es viralizar el suceso en las redes sociales y el placer que genera luego ver el audiovisual ampliamente reproducido también en medios de comunicación, sin importar el dolor de familiares que en algunos casos se enteran por esos recursos de internet.
Se recoge con el móvil el momento en que atracan a un ciudadano, en lugar de dar la voz de alarma para tan siquiera ahuyentar a los delincuentes, porque el objetivo principal es mostrar cómo anda la delincuencia en el país.
Se comparte el vídeo de parejas que –sin reparar en los riesgos a que ahora está expuesto el ser humano debido al uso extensivo de las modernas tecnologías- son atrapadas en intimidad sexual en lugares públicos y hasta privados.
Con la cultura del “ta grabao”, los agentes de la Policía llevan la peor parte, porque con regularidad se pone en evidencia su falta de profesionalidad al momento de las detenciones de civiles, especialmente con mujeres que amparadas en su sexo profieren insultos y hasta golpean a los agentes para evitar que sus maridos o ellas mismas sean arrestadas.
Hay sin dudas un irrespeto de civiles a la autoridad recogido en esos vídeos, pero el “ta grabao” termina afectando mucho más a agentes sin las destrezas, entrenamientos y las herramientas para cumplir cabalmente con su misión de garantizar el orden público, pero siempre respetando los derechos humanos.
Crímenes atroces y hasta relaciones incestuosas en que están involucrados menores son expuestos sin ningún rubor mediante el “ta grabao”, que en muchos casos deja un estigma difícil de olvidar y superar.
En las redes circula ampliamente, además, el vídeo de un niño desnudo para mostrar que está bien dotado y decir en tono de burla que al parecer es el hijo del famoso “moreno del WhatsApp”. El niño inocente “ta grabao”.
Personas toman imágenes y vídeos de otras sin su consentimiento, muchas veces fuera de contexto, en bromas y ahora en los tan famosos experimentos sociales. Amparados en su derecho al “ta grabao”, son difundidos, incluso manipulados, sin que esto implique ninguna consecuencia.
Es cierto que las fotografías y vídeos captados mediante cámaras de vigilancia o el celular de cualquier ciudadano se han convertido en una herramienta valiosa para esclarecer crímenes y delitos, así como para denunciar comportamientos repugnantes y bochornosos, pero también muestran la otra cara de una sociedad cada día menos solidaria y más insensible ante la desgracia ajena.
Grabar o tomar fotografías, sin importar las circunstancias, se ha convertido en un acto espontáneo que no repara en daños y consecuencias.
Estamos en presencia de una sociedad cada día más viralizada, pero menos empática.
Una sociedad donde el honor, el buen nombre y la imagen que ha costado tantos años forjar, puede depender de un dedazo en la pantallita de unas seis pulgadas de largo por tres de ancho.
Las mujeres golpeadas –algunas terminan asesinadas-, los asaltados, accidentados y cualquier otra persona bajo riesgo físico o moral, agradecerían mucho más una mano solidaria que a alguien con un celular que solo busca “views”, bajo la consigna “ta grabao”. Por: Juan Salazar [Listín Diario]