La mala educación

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Nada, no hay manera. Los niños de las escuelas públicas volverán a quedarse este viernes sin clase. El sindicato de profesores volverá a mostrarse orgulloso de su capacidad (sobradamente demostrada) de retrasar la educación de más de dos millones de estudiantes del sector público, las autoridades educativas seguirán sin mostrar la capacidad de manejar la situación y las autoridades superiores, es decir, el Gobierno, dejarán pasar una huelga más sin dar un manotazo sobre la mesa.

La brecha educativa seguirá ensanchando las diferencias y posibilidades de crecimiento y desarrollo. Los niños de los colegios privados, con todos sus libros desde el principio de curso, sus clases extracurriculares y sus ventajas socio familiares seguirán aprendiendo (poco o mucho) lo que mande el ministerio y el extra que añade cada centro.

Las oenegés del sector privado y organizaciones internacionales volverán a protestar y los periódicos a reseñar el paro de labores. Como cualquier otro día.

La impotencia de la sociedad ante el deterioro de la educación ya está normalizada. La mala educación mueve cada vez a menos personas y si ahora se saliera a la calle, no sería con sombrillas amarillas.

Tanto fideicomiso y tanta alianza público-privada y tan poca determinación para recomponer lo único que garantiza el futuro de todos esos fideicomisos y alianzas público privadas. Es la educación, incluyendo por supuesto la educación sexual, la que puede hacer pensar en un país mejor a medio plazo

La ADP no trabaja por los estudiantes. Es un sindicato con capacidad económica sobrada y afiliación obligatoria, de un sector de empleados públicos privilegiados que ha descubierto que nada ni nadie puede hacerle entrar en razón.

¿Vale la pena seguir denunciando sus abusos? Sí, como no hay que cansarse de denunciar la corrupción. Por: Inés Aizpún [Diario Libre]