La política y sociedad dominicanas son de absoluto contrasentido e hipocresía y malignidad sin límites. Negarles la ciudadanía a dominicanos de origen haitiano, es una y la otra….

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Realmente, se va de sorpresa en sorpresa con las decisiones y criterios generalmente torcidos que toman diferentes sectores nacionales, todos ultraconservadores y algunos atreviéndose a describirse como “progresistas”, cuando en este país, los conceptos derecha o izquierda, solo son parte de expresiones semánticas para ser utilizadas de engañabobos y según los grupos que gobiernen.

Situación, que en cierto modo no debe ni puede sorprender, cuando en este país de mayoría negra y mulata, son los mismos negros los que discriminan a otros negros y teniendo de arma artera de manipulación, el subjetivismo y animadversión que determinados sectores intelectualizados exhiben contra la población flotante haitiana.

Es más, de hecho todas las formas de discriminación racial y social se dan en todo el territorio nacional y entre los mismos dominicanos, quienes así mismos se clasifican socialmente de acuerdo al nivel en la escala social que entienden que se encuentran y por eso, la pequeña burguesía es tan salvaje en sus desencuentros con ciudadanos que consideran de nivel social inferior y a los que, porque unos tienen apariencias de clase media regular y otros de pobres, es suficiente para tratar de dividir la sociedad y al grado, de que inmigrantes de países como España y los otros árabes y los de origen turco, tienen el coraje y por considerarse superiores a la media de la población dominicana, a ni siquiera darles la mano y aun cuando muchos de estos tengan negocios en base a empleados dominicanos.

Para los años sesenta, era famosa la cita aquella y al principio de puro chisme maligno, pero real, del español franquista y piloto en la guerra civil española y dueño de la Ferretería Americana, que no era que rechazaba a los dominicanos negros de su propio negocio, sino que nunca les saludaba y menos les hablaba directamente.

O lo otro muy emblemático, de negocios de comerciantes españoles como los Corripio, quienes traían de España a los empleados que colocaban como administradores o jefes de personal y sus subalternos y para que dirigieran a la empleomanía dominicana y a la que durante años no se les daba acceso a puestos de dirección o ejecutivos.

Afortunadamente, a este día, ambos sectores de comerciantes e importadores han modificado su animadversión contra los empleados dominicanos y ya hay un aumento sensible de ejecutivos y directores dominicanos y muchos negros o mulatos en los cuerpos directivos de las empresas pertenecientes a esos grupos.

En este plano, la animadversión de los españoles contra los dominicanos ha llegado al colmo, de que los estatutos del llamado club “Casa de España”, hay un capítulo que dice, que para alguien no español pertenecer al mismo, entiéndase dominicano, primero tenía que jurar fidelidad a España y a su bandera y sin que gobierno dominicano alguno le hubiese llamado la atención semejante grosería.

Pero hay más y es que el grado de discriminación racial y social de extranjeros o de familias “dominicanas” de primera a tercera generación de origen extranjero, asúmase árabes o turcas, ha llegado a unos niveles tan significativos, que no hay ciudad del interior o provincia en las que funcionen los clubes sociales de “primera”, es decir de este tipo de familias extranjeras y principalmente en las provincias de Barahona y San Juan, donde para que una familia dominicana de clase media fuera aceptada, primero tenía que confesarse con Dios y con el Diablo.

Justo por semejante ambiente de discriminación social y racial, tomemos el caso de cuando ahora recién, la pareja presidencial fue a Londres e invitada la República a la coronación del nuevo rey y el presidente Abinader y su esposa Raquel en su representación. Hubo redactores sociales, medios y periodistas, que se permitieron resaltar, que la pareja presidencial y al ser de raza blanca y de origen árabe, “no parecían dominicanos”, dejando a razonamiento a contrario, caer la profunda discriminación que quienes así se expresaban, sentían por la composición social dominicana de negros y mulatos.

Lleguemos entonces a lo peor en materia de discriminación racial y de anti haitianismo visceral y como lo es la profunda animadversión que sienten ciertos profesionales e intelectuales, como los del Instituto Duartiano, organismo dirigido por un mulato criado en un batey cañero en Barahona, quienes abiertamente muestran un sentimiento grave contra la negritud y la parte dominicana de su población de origen haitiano y al grado de hablar de “invasión” haitiana en el territorio nacional.

Y es que una cosa sea que el Estado Dominicano busque la regularización del haitiano indocumentado y lo que puede hacerse emitiendo una visa de trabajo de seis meses al haitiano inmigrante al llegar a puerto de entrada y otra muy distinta, que el mismo Estado auspicie o patrocine una absurda, racista y criminal política dirigida a expulsar sumariamente a todo extranjero ilegal en el territorio nacional y particularmente haitiano y lo que por ningún concepto se podría aceptar o tolerar y menos, cuando hay más de 100 mil dominicanos de origen haitiano e indocumentados haitianos ya regularizados y que el gobierno se niega a reconocerles su estatuto regulador entregado por el ministerio de Interior en el gobierno de Danilo Medina.

De esta manera, esos sectores y la prensa que les secunda tratan de envenenar el alma dominicana y como el modo grave de tratar de que los dominicanos odiemos al país transfronterizo y a sus habitantes. Sin embargo, esos mismos grupos no caen en cuenta, que gracias a las compras de productos dominicanos manufacturados y de comercio de parte de los comerciantes haitianos, es que, en esta economía, más del sesenta por ciento de las industrias y comercio se desenvuelven y facilitan el trabajo directo de cerca de 200 mil dominicanos e igual cantidad indirectamente.

Por semejante manipulación, a pocos se les ocurre solicitar públicamente, que, a parte del inglés, el principal idioma extranjero que los dominicanos tenemos que conocer es el patúa o patois, que es la legua del pueblo haitiano y de acuerdo con lingüistas y filólogos, un idioma propio y después, como mucho, el francés. Que sepamos, el único sector de este país y como un asunto de seguridad nacional que tiene soldados que tanto hablan castellano o patúa, es el ejército y colocados en puntos estratégicos de la frontera compartida.

Siguiendo con la discriminación, desde ayer está ocurriendo, que diversos sectores y ciudadanos la emprenden contra el acuerdo interinstitucional firmado por la Procuraduría General de la República y la Junta Central Electoral, por medio del cual y de cara a las próximas elecciones del 2024, se facilitará, que los presos preventivos, es decir, que no han recibido ni juicio y menos condena, puedan votar en urnas que se habilitarán en los recintos carcelarios. Hablamos de no menos 13 mil votantes. De pretexto, las viperinas dicen, que esa es una “jugada” del gobierno para controlar y aprovechar a esos votantes a su favor, pero en realidad, lo que subyace, es la profunda discriminación porque la mayoría de esos presos, todos adultos y pobres, pero negros, puedan igualarse a los ciudadanos que supuestamente no son delincuentes a nivel de pueblo, pero quienes, en fuerte mayoría, son delincuentes de cuello blanco y también negros, mulatos o mestizos y una minoría de blancos y casi todos, tránsfugas de la justicia.

Teniendo entonces y teniendo muy presente todo lo anterior, es que decimos, que la política y sociedad dominicanas son de absoluto contrasentido e hipocresía y malignidad sin límites. Negarles la ciudadanía a dominicanos de origen haitiano, es una y la otra, las críticas a la disposición legal para que los presos no condenados puedan votar. (DAG) 24.05.2023