Le llamaban Mata-rusos

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Había un tipo en mi pueblo al que llamaban «Mata-russus». O sea, Mata-rusos. Por su abuelo que se alistó en la División Azul franquista, esa suerte de voluntarios que lucharon junto a los nazis para derrotar a Stalin y al enemigo comunista.

Lo de batirse con los rusos viene de antiguo. Con la Rusia Roja o con la Zarista. Ahí estuvo el que luego fuera presidente del Gobierno de España, el valeroso liberal General Prim. Anduvo a tiro limpio junto al Imperio Otomano y aliados en su disputa geoestratégica por la península de Crimea contra el Imperio Zarista que encabezaba el ultraconservador Nicolás I que apoyaba a los carlistas y se negaba a reconocer a la Reina Isabel II.

El caso es que Zelenski, el presidente ucraniano, ha dicho alto y claro que no dará por acabada la agresión rusa hasta reconquistar el Donbás y … ¡Crimea!. En eterna disputa. La codiciada península del Mar Negro fue ocupada por los nazis tras un cruento sitio con centenares de miles de muertos. La derrota de Hitler la devolvió a la URSS hasta que el vodka la entregó a Ucrania, un capricho de Nikita Kruschev en lo que tal vez fuera una noche loca.

Putin anexionó de nuevo Crimea a la Federación proclamando que era “tierra Santa Rusa” en 2014. Y cabe decir que casi sin pegar un tiro. Lo que da cuenta tanto de la escasa resistencia del mismísimo ejército ucraniano como de la actitud de la población local que dio su bendición a la anexión en una suerte de referendo que obviamente no reconoció Ucrania y tampoco Estados Unidos.

Si Afganistán fue la tumba de la Unión Soviética -con Estados Unidos armando hasta los dientes a los afganos- parecería que la invasión de Ucrania empieza a tomar un cariz similar. Puesto que es imposible que Rusia pueda sostener el derroche económico frente a ese Occidente que apoya al unísono al régimen ucraniano. Además del devastador coste en vidas humanas.

El último episodio vistoso de apoyo militar se ha dado con la exigencia de Zelenski de contar con los tanques Leopard de fabricación alemana. El ucraniano se ha crecido con el cambio de curso de la Guerra. Lo que se creyó que sería un paseo militar del poderoso Ejército Ruso pronto va a cumplir un año de guerra a tumba abierta. Si Leónidas Brézhnev (sustituido por Gorvachov) metió de lleno a la URSS en un avispero, Putin parece hacer bueno el dicho que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. De guerra relámpago a guerra de desgaste en la que Rusia lleva todas las de perder.

La capacidad de sacrificio y resistencia de los rusos es casi legendaria. Ocurre que, en esta ocasión, pese a lo que se diga, están muy solos. Y atrapados en un lodazal que desangra la economía rusa. También literalmente. Como siempre las cifras están en entredicho. Ucrania y Estados Unidos ya hace un mes que dan por superadas las cien mil bajas rusas. Lo que a buen seguro podría ser una exageración. Aunque difícil de contrastar ante el silencio del Kremlin y la opacidad que han impuesto las autoridades rusas.

De lo que no cabe duda es que hoy el presidente Zelenski se siente fuerte y arropado por las potencias occidentales que dan raudo cumplimento a cada una de sus incesantes demandas. Con lo que ya no parece que se trate de rechazar la invasión rusa, sino de derrotar, humillar y hundir a la Rusia de Putin con Estados Unidos manejando los hilos y Zelenski saboreando el curso de la guerra.

Y es ahí donde deberían empezar a surgir las dudas sobre qué se quiere y hasta dónde llega la solidaridad occidental. Porque no se puede decir que hasta la fecha Ucrania -por mucho que fuera víctima de la invasión rusa- sea para nada una democracia ejemplar de acuerdo con los cánones occidentales.

De hecho, es uno de los países más corruptos de Europa y, por supuesto, del mundo. Con su oligarquía a imagen y semejanza de la rusa. Y con una economía tan maltrecha que su PIB per cápita es de poco más de 4.000 euros por los 15.000 de Polonia, los 25.000 de España o los 46.000 de Alemania. Ucrania hubiera quedado a merced de Rusia de no mediar la intervención occidental. Hubiera sido aplastada por muy tenaz que hubiera sido la resistencia del ejército ucraniano y los civiles movilizados.

¿Apoyo militar para rechazar la invasión? En eso parece haber un amplio consenso aunque no fuera esa la posición mantenida por Unidas Podemos que exigía diplomacia. Ocurre que ante el curso de la guerra, las pretensiones confesiones de Zelenski de seguir hasta arrebatar Crimea a Rusia y el coste económico global para Europa, habrá que empezar a plantear cuál es el objeto que pretenden a estas alturas unos y otros. Y si son razonables todas las exigencias de Zelenski o en qué momento pesan más los intereses económicos para alargar la guerra de Estados Unidos y sus acólitos. Europa, la Unión Europea en particular, debería tener una posición clara al respecto. Por todo lo que está en juego y para no hacer el juego a intereses ajenos a los que defiende y promueve la Unión Europea. Por: Sergi Sol [La Razón]