Los acuerdos

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La esencia del acuerdo es muy sencilla: se trata de varias partes que se ponen en sintonía sobre uno o varios asuntos, con fines de acercarse y poner reglas de juego claras, las cuales se espera sean respetadas por quienes pactan.

Los seres humanos hemos vivido de los acuerdos desde que la sociedad existe, porque llegar a ellos es una de las distinciones que tenemos de los animales. Y hay acuerdos de todo tipo, desde los que se sellan con la palabra o un apretón de manos, hasta los que requieren años de negociación para concretarse.

Cuando hablamos de gobiernos, los acuerdos son asuntos muy serios, porque pueden poner fin a guerras, disputas territoriales, diferencias migratorias o abrir caminos comunes en aspectos económicos y políticos.

En ese marco, me preocupa la tendencia que se ha tomado en el país de desconocer los puntos de acuerdos internacionales firmados por República Dominicana, que no le convienen a un sector o se convierten en un balón del juego político interno. Ahí hay un peligro.

Los ejemplos más recientes son la ley de trata humana, enmarcada en un acuerdo internacional a esos fines, los aranceles del arroz dentro del DR-Cafta y la violación a pactos de corte ambiental. Los gritos para las gradas atentan contra la palabra de República Dominicana a nivel global y su capacidad para cumplir con los acuerdos que firma en el marco diplomático.

Ganarse fama de que respetamos sólo lo que nos conviene no es nada bueno. Es como cuando uno tiene “un pana” que sólo es amigo cuando las circunstancias le benefician y que te da la espalda cuando le toca responder en momentos complicados o que no le gustan.

Ojo con eso. Donald Trump se puso en ese plan y se ganó la enemistad de muchos sectores de la comunidad internacional. Hay que cuidar la soberanía y darse a respetar, pero desde el inicio, en la mesa de negociaciones, no queriendo luego cambiar las reglas de juego cuando los pactos están firmados y en plena ejecución. Cuidemos la reputación nacional, es tan importante como la soberanía. Por: Benjamín Morales Melendez [Diario LIbre]