No tiene ningún sentido y tampoco lleva hacia ningún lado positivo, que las fábricas mediáticas dentro de la concentración de medios en pocas manos, alienten con sus informaciones distorsionadas respecto a las relaciones entre dominicanos y haitianos y no solo entre los dos Estados limítrofes dentro de la misma isla, una absurda política de odio y confrontación y con el pretexto, de que supuestamente “Haití nos está ocupando silenciosamente” y que es el banderín de corte dogmático y de uso entre los llamados duartianos, nacionalistas y cuanto individuo entiende que se debe volver al 1844 y años atrás.
Semejante retroceso cultural y emocional y que habla de desajustes mentales que casi rayan en una patología y anormalidad acusadas, de dejársele continuar sin que hayan respuestas e informaciones de contrapeso que hagan la diferencia con la sarta de mentiras que esos extremistas propagan, podrían llevar a una parte del pueblo dominicano, envenenado por aquellos frustrados nacionalistas de miras estrechas y racionalidad maltrecha, hacia una situación de tragedia social y de política violenta, que de producirse, le generaría más pérdidas que fortuna a los dominicanos.
Y por una razón aplastante, la economía floreciente es la dominicana e igual el nivel y calidad de vidas de los dominicanos y no obstante que en este país la riqueza está mal repartida, no hay oportunidades para todos y la demagogia como la irracionalidad dominan el quehacer político más radical.
He ahí el caso del demagogo alcalde de la ciudad de Santiago, Abel Martínez, quien por lo que se ha visto, abiertamente incita a que haya una confrontación fratricida, que de darse y esto hay que recalcarlo, perjudicaría más a nuestro país que al vecino transfronterizo.
En este punto, solo con entender que entre la agroindustria y las labores agrícolas, la construcción, las labores domésticas de hogar y la industria turística, hay una mano de obra haitiana no menor a los 800 mil individuos, debería de ser una razón de peso para que se pudiera entender, que pretender desatar una violenta, abusiva y absurda persecución contra los haitianos que viven en el territorio nacional, no solo haría colapsar una buena parte de la economía y la producción nacional, sino que avivaría ánimos de violencia no reprimida que debería desatar una situación de violencia nacionalista extrema entre ambas naciones.
Por lo pronto, de continuar los radicales ultranacionalistas anti haitianos, avivando políticas extremas de persecución demencial contra la población haitiana flotante que nuestra economía tiene y lo que debe advertirse al gobierno y el que, por ese sedimento seudo clasista y anti negritud que la pequeña burguesía y ciertas capas populares entre los ciudadanos de a pie e identificados con el PRM y antes con el PRD se les hace imposible no exhibir, parecería, que si desde los medios de comunicación y de información de masas menos sectarios y la parte racional de la intelectualidad dominicana, no toman de inmediato la actitud de enfrentar y parar en seco tanta irracionalidad, que antes de llegar a diciembre de este año, entre los dos pueblos estalle una violencia insensata que termine por socavar nuestra institucionalidad, toda vez que el país vecino hace tiempo que la perdió.
Tenemos pues y en el horizonte inmediato un muy serio problema de convivencia avivado por sectarios y radicales que se dicen nacionalistas o duartianos, cuya mayoría vive en tiempos de cuando la colonia y para nada asumen, que estamos en el siglo XXI, el siglo de la apertura de relaciones estrechas de gran convivencia entre los pueblos y en el que el concepto nacionalista de dos siglos atrás no tiene espacio y sí el actual de multilateralismo, doble nacionalidad y ciudadanos de uno y otro país mezclados o unidos entre sí.
¿Conocerán esos seudo nacionalistas, que en este país hay cerca de no menos un millón de personas dominicanas de origen haitiano y cuyo antecedente es aquel primer censo nacional de población y familia de 1920, que registró 20 mil ciudadanos haitianos residentes legales y más de cinco mil nacidos aquí?
Estamos hablando, de que en los 102 años que median a esta fecha, son más de 20 generaciones que se han sucedido y que si nos referimos a los descendientes de aquellos haitianos o dominicanos de origen haitiano de 1920 e investigamos, encontraríamos que todos ellos terminaron registrados en los años subsiguientes como dominicanos de pleno derecho.
Lo que a su vez significa, que en la actualidad existen miles de dominicanos cuyos ascendientes eran los haitianos registrados en el 1920 y como ahora se está dando y desde el primer acuerdo migratorio de trabajadores y braceros haitianos originalmente traídos por Balaguer en el 1966 y bajo una firma de contrato binacional entre nuestro presidente y el haitiano Francois Duvalier y que eran unos cinco mil, que en estos 56 años contados hasta este año, toda esa gente se quedó aquí y los otros que vinieron atraídos por las ofertas de trabajo de la industria de caña de azúcar, creó familia y terminó creando descendientes dominicanos de origen haitiano ¿y qué vamos hacer con ellos y con los miles más que siguieron y hasta encontrarnos con la maravillosa realidad, de que gracias a nuestros atletas dominicanos de origen haitiano, en el mundial de atletismo recién transcurrido, este país obtuvo medallas como nunca antes? ¿También los vamos a perseguir y a negarles su nacionalidad?
Es tiempo pues, de que todos nos situemos con los pies en la tierra y para nada se le dé espacio a quienes, como fracasados nacionalistas de nuevo cuño, abogan por una persecución sistemática y radical de todos los ciudadanos haitianos o dominicanos de origen haitiano que conviven en el territorio nacional, cuando lo correcto es entender que son nuestros y que los necesitamos. Y en esto, el presidente Luis Abinader puede hacer mucho y con solo una declaración que no de espacio al nacionalismo anti haitiano que se tiene.
¿Por qué en Haití y culturalmente, los haitianos se han dominicanizado y al grado, de que ingieren los mismos alimentos de fabricación nacional que nosotros y sin que por ello ambos pueblos hubiesen perdido sus respectivas idiosincrasias y costumbres?
La respuesta es fácil, porque aquellos braceros de los años sesenta y al trasladarse a nuestro país, adquirieron nuestras costumbres y las que les sirvieron de muestras para que sus familias en Haití también las adoptaran y que fue por ese detalle, que desde el 1970 a la fecha, los haitianos nos compran productos dominicanos por el orden mínimo de 800 millones de dólares anualmente, suficiente también para cubrir los gastos que se puedan tener con sus parturientas.
Entiéndase pues, que no podemos darnos el lujo de que nuestros atrasados y frustrados nacionalistas y con sus mensajes de odio, nos lleven a un callejón sin salida y a las dos naciones, a otro tan estrecho y por el que la vida de la una como de la otra se fusionarían en una sola desgracia.
De ahí que expresemos, que hay que enfrentar a los sectores ultraderechistas y cavernarios de corte nacionalista extremo que abogan irracionalmente por una política de confrontación, daño y odio suicida contra Haití y de ignorantes, también contra nosotros mismos y lo que hay que parar, pero ya. (DAG)