La Semana Santa acabó y una vez más hay que llorar las decenas de muertes en las carreteras, los cuerpos de agua o a manos de la violencia. Lo que su supone sea un periodo de reflexión, se ha convertido en una suerte de juerga colectiva, que nada tiene que ver con la solemnidad cristiana que dio inicio a su celebración.
Ya no es noticia la realidad de que hay más gente en las playas, en las fiestas o en los hoteles que en las iglesias. La Semana Santa es, desde hace mucho tiempo, una semana para que la mayoría de la población coja un respiro.
No estoy en contra de eso, para nada, a mí me encantan los días feriados, y mucho menos soy un religioso practicante, pero me molesta mucho la hipocrecía con la que la sociedad asume este tipo de festividades.
Lo peor del tema son las reacciones a los mensajes que los líderes religiosos suelen lanzar en estos días. Por ejemplo, la dirigencia católica aprovechó para criticar los males sociales que vive la República Dominicana, entre ellos la banalidad de querer ser famoso y adinerado sin pasar trabajo, además de criticar a los malos servidores públicos.
De inmediato, saltaron los políticos que se pintan como los más creyentes a apoyar lo dicho por los religiosos y a comprometerse con ese cambio social tan necesario en el país, pero lo cierto es que al final no hacen nada. Sus compromisos con los sermones religiosos son mera política barata y las cosas nunca cambian porque a ellos no les conviene.
Pienso que los propios dirigentes religiosos saben que están metidos en un sistema corrupto y que sus llamamientos poco calan en las estructuras de poder de las sociedades modernas. Además, la decadencia de los modelos políticos también ha impactado a las estructuras religiosas, que gozaron por siglos de una posición de poder que se diluye, aunque no desaparece.
En esencia estoy de acuerdo con algunos de los planteamientos expresados por los religiosos en sus mensajes, no con todos. Entre los que concuerdo me parece urgente atender su llamado a reforzar la cultura del trabajo y del esfuerzo, porque las nuevas generaciones desconocen la esencia las cosas y acabarán, sino tomamos medidas, cometiendo los mismos errores una y otra vez. Por: Benjamín Morales Meléndez [Diario Libre]