Mientras todos estamos atentos a la evolución de la guerra Rusia-Ucrania, pocos caen en cuenta, que en Haití se está gestando una de agitación popular, que, si estallara, nos tocaría de lleno

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De toda la vida son los conflictos recurrentes entre las dos naciones que conforman la isla de la Española y de los que como grave lastre histórico siempre han dependido los desencuentros más significativos como hirientes en materia de esos nacionalismos ultras, que de cuando en vez se apoderan de los miembros de sus respectivas clases intelectuales y gobernantes y como fruto derivado e insidioso que se apodera de lleno del animo de sus respectivos pueblos.

Al mismo tiempo y la narrativa histórica común así lo especifica, haitianos y dominicanos, acostumbrados de lleno a las manipulaciones de sus antiguas metrópolis coloniales, han terminado por hacerse una especie de retrato-robot común por el cual y en un momento dado, es prácticamente imposible entender con cierta frialdad de ánimo, el por qué y que es lo evidente, se les impulsa a mantener cierto tipo de ánimo guerrerista y no obstante que ambos pueblos tienen la misma raíz de origen y raza común.

Dado ese contexto y si se revisa la historia de los dos países limítrofes, tanto se puede comprobar como en determinados momentos de sus respectivos registros históricos, uno y otro se han dado la mano y al tiempo que de golpe, les llega requerir el necesario auxilio, ese que haga factible, que cada uno y en su momento, pudiera alcanzar la meta ansiada de un espíritu libertario, que ahora en estos tiempos, parecería que luce en reposo y con determinada adultez.

Sin embargo y en la medida que en las antiguas metrópolis coloniales y las otras vecinas, se dan los choques también recurrentes por afianzar sus relaciones e influencias en sus antiguos dominios, hay veces que las viejas confrontaciones aparecen en el horizonte común y por lo que si no existe la suficiente templanza y madurez en quienes les gobiernan, bien que podrían repetirse situaciones indeseadas de un pasado conflictivo hijo de la incomunicación y las rivalidades propias de pueblos tercer mundistas y de mentalidad subdesarrollada.

Por fortuna, ahora las discrepancias parecería que tienen cierto ánimo de solución y sobre todo, porque no solo que las comunicaciones entre sus respectivos gobiernos son más continuas y los tratos entre sus gobernantes mucho más abiertos, sino porque esa raíz común de pueblos mixtos en los que significativamente los hijos de unos se mezclan con los hijos de los otros y dando por resultado que los intereses tienden a obligarlos a razonar y que en definitiva es el factor capital que permite y por más ignorancia o resentimiento que haya, que cada quien logra poner de su parte y con el interés de que lo que divida no caiga en un campo estéril de recriminaciones, acechanzas e incomprensiones alevosas que conspiren contra la viabilidad de la paz entre los dos pueblos.

Y que es la razón fundamental de que la política real les obligue a pactar y transigir. ¿Acaso Haití no compra artículos y productos dominicanos por más de 500 millones de dólares cada año?, ¿acaso en República Dominicana no hay inversiones de la burguesía haitiana por más de dos mil millones de pesos al cambio actual?

De ahí, que cuando se observan esos dos aspectos capitales de las relaciones entre los dos países y se toma el escenario real de más de medio millón de haitianos de origen dominicano o cerca de trescientos mil dominicanos de origen haitiano y como producto del conjunto de uniones mixtas entre los habitantes de ambos pueblos y los dos grupos viviendo en cada República, por obligación haya que entender, que al fin y al cabo, son más los aspectos positivos que norman sus relaciones que cualquier otro negativo y lo que da pie y base para mejorar y no enemistarse.

Ahora y por estos tiempos tan difíciles que se están viviendo y no solo en la isla querida sino en el resto del mundo, parecería que las tensiones que arropan no ofrezcan espacio para el razonamiento correcto y el dominio de las tensiones a flor de piel y por eso los determinados brotes de radicales inconformistas, que viendo que su propio país no le da respuestas a sus ansias de superación en su nivel y calidad de vida y que es el caso haitiano, rápidamente los insatisfechos empiezan a plantearse  la necesidad de tratar de responsabilizar por sus propias culpas al vecino cercano que cuenta con mejores y mayores calidades de vida.

En consecuencia, creemos que los mass media de ambos países deberíamos estar alertas ante este tipo de situación de histeria colectiva hija del fracaso institucional y hacer lo imposible por frenar o erradicar o no dar espacio a los discursos violentos de sus reaccionarios como intransigentes nacionalistas, prestos siempre a responsabilizar al vecino de sus propios errores e incompetencias.

Recién por ejemplo, un terco y pertinaz ex primer ministro haitiano y de notoria fobia anti dominicana, Claude Joseph, emitió otra de sus declaraciones tan subjetivas como poco realistas, en cuanto a que supuestamente, autoridades militares dominicanas destacadas en la frontera común, “masacran” a los haitianos que intentan cruzar la división fronteriza y lo que ciertamente no se corresponde a la verdad de los hechos, aunque tampoco se pudiera aventurar que en algunos casos no hubiesen excesos particulares de uniformados dominicanos.

Joseph, quien políticamente busca a la desesperada, su rehabilitación y luego que fuera desalojado del cargo de canciller por el actual primer ministro, el médico Ariel Henry. De manera casi continua trata de crearse un camino de rehabilitación política haciendo uso del recurso de incitar hacia la anti dominicanidad más depravada y que al descubrirse, lo menos que juiciosamente, periodistas y medios de ambos países debemos tratar por atenuar sus efectos negativos y sin que ello significara una violación sistemática a su libre expresión y por una simple razón, no se justifica ningún tipo de mensaje o política de odio que pudiera afectar emocionalmente a quienes a nivel de pueblo, tienen esa tendencia a creer lo primero que se diga y en consecuencia, a tratar de dilucidar via la violencia, situaciones momentáneas que fácilmente pueden resolverse en una mesa negociadora.

En definitiva, este es el llamado de atención que hoy formulamos. Sobre todo, cuando los efectos emotivos del escenario bélico europeo e instigado por un EEUU que no está dispuesto a perder competencias, se afana por crear ese cierto espíritu de pánico y desasosiego que pudiera hacer que el mundo estallara en pedazos.

Suerte en este punto, que los grupos empresariales y comerciales con influencia en los gobiernos de ambos países isleños, tienen la raíz común de esa inmigración árabe y otomana, que enquistada en sus economías, perfectamente que pueden hacer de contrapeso a cualquier tipo de sector extremista contra uno y otro país y mucho más, cuando esos inmigrantes y ya haitianos o dominicanos y de una a tres generaciones, tienen inversiones comunes en las dos naciones y al tener algo o mucho que perder serían los primeros en buscar la mediación de lugar.

No son estos, tiempos para agitar o soliviantar ánimos y como al parecer pretende Joseph y sí de afianzar puntos de compromiso y determinada tolerancia y mucho más, cuando tantos de pueblo entiendan que no tienen razones para vivir y que de cara a los intereses permanentes de cada país es lo que hay que evitar y sí solucionar.

Imbuidos pues, de tal espíritu de confraternidad y concordia, llamamos la atención y respecto, a que mientras todos estamos atentos a la evolución de la guerra Rusia-Ucrania, pocos caen en cuenta, que en Haití se está gestando una de agitación popular, que, si estallara, nos tocaría de lleno. (DAG)