Muchos olvidan, que la “Doctrina de la Seguridad Nacional” estadounidense y la otra de “las fronteras movibles”, han sido dos iniciativas de imperialismo de Estado, que pocas naciones no experimentaron en lo más duro de la Guerra Fría

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Ciertamente que aquellas naciones y como prácticamente todas en el Caribe y Centroamérica, han tenido que experimentar lo que es “la preocupación” de los políticos de Washington “por la paz del continente” y esto, sin importar que partido, entre Republicano y Demócrata esté o haya estado en el poder. Por lo que en algún momento y al mirar para atrás, habrán recordado los traumas que semejantes políticas les han ocasionado.

Lo de la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN) dejó muestras “ilustrativas” en los años 1965 en República Dominicana, 1983 en Granada y 1994 y 2004 en Haití. Mientras que aquella otra de las “Fronteras Movibles” esa se sintió duramente en Suramérica y específicamente en Chile, Argentina y el Uruguay y más arriba en Ecuador y Colombia.

La secuela de ambas, todavía se sienten en sus efectos institucionales más trastornadores y en cierta manera, todavía se sienten sus trastornos en todo el Conteniente al Sur del Rio Grande y ahora de manera más dura -ambas- en México, donde con el pretexto de los carteles del narcotráfico, la mayoría una especie de asociación pública-privada entre entidades financieras y ciertos estados nacionales y como pretexto de las políticas estadounidenses de penetración indirecta en los asuntos internos de ciertos países y en este caso México, Colombia y Panamá, donde el ejército estadounidense  y vía el Comando Sur, ha logrado avances extremos en materia de dominio castrense indirecto sobre las democracias de esos países.

Si venimos a ver, todo comenzó con la penetración de la prensa amarilla estadounidense, que fabricó y divulgó y también manipuló la invasión del guerrillero Fidel Castro y en lo que se sumó prácticamente toda la izquierda política y también la mediática, los grupos comunistas y socialistas latinoamericanos, alentando que aquel brote guerrillero se convirtiera en la “revolución” cubana que dio al traste con la dictadura de Fulgencio Batista y hasta imponer como gobernante de facto, a un Castro, que a ese momento era la figura política mimada y tanto de Washington y su establishment, así como de prácticamente el 90 por ciento de la prensa escrita estadounidense de la parte este de aquel país.

Relaciones que se rompieron, desde el instante que EEUU se dio cuenta, que con Castro no obtendría nada y que aquel y en verdad y ahogado en la propaganda mediática, se creía como la especie de nuevo líder tercermundista capaz de hacer lo que le se le antojara.

Por eso, al ser confrontado, el dictador cubano rompe con EEUU, se declara comunista “desde que estaba en el vientre de mi madre” y se lanza eufórico en los brazos de la URSS, la que le acoge de mil amores y hasta hoy, que con todo y que ya está muerto, su régimen se mantiene en base a la mano firme y agilidad diplomática, de su hermano, el expresidente y general, Raúl Castro, un personaje del que se puede decir que tiene mentalidad de estadista y la suficiente apertura mental como para saber lidiar con un gobierno “revolucionario” y en un país dominado generacionalmente, por juventudes que no habían nacido cuando Castro llegó al poder en 1959.

Tómese en cuenta que la situación en Cuba, fue el inicio de una política estadounidense muy al estilo de la política cañonera que iniciara en los años 1900 y la que ahora, parecería que ha recobrado bríos, viéndose, que en la lucha entre potencias regionales aspirando que se las entienda como globales y a la misma estatura de EEUU, se ha desatado una histeria estadounidense y por la que el mundo se encuentra a las puertas de una posible guerra nuclear y a propósito, de que Rusia, al darse cuenta en el 2014 que Washington le socavaba su poder en Ucrania específicamente y después de hablar mucho en la ONU y en todos los organismos internacionales advirtiendo sobre el particular y sabiéndose que los movimientos secretos estadounidenses especificaban el marcado interés de Washington de hacer de Ucrania una especie de protectorado, no se le daba -Rusia- otra salida que invadir aquella nación en el 2022 y a partir de tal acontecimiento, la histeria estadounidense no ha dejado de crecer y también de actuar.

Ahora, la diferencia de política podría darla la OTAN y con su ejército de mercenarios tan habituados a destrozar países en base a bombardeos salvajes e inclementes y como ocurriera en la antigua Yugoslavia, donde aquellos hechos de guerra -verdadero genocidio- todavía la ONU y otros organismos internacionales no se han atrevido a condenar.

Ante semejantes antecedentes, nadie puede presumir, que la actual histeria guerrerista estadounidense y a la que ahora se ha sumado Reino Unido y la Unión Europea, de alguna manera el resto del mundo no podría experimentarla y mucho más, cuándo en razón de este ambiente guerrerista, EEUU y la UE han logrado imponer un rosario de sanciones económicas contra Rusia,  de la que por lo menos y hasta ahora, quienes más han experimentado sus peores efectos han sido paradójicamente las naciones europeas y al extremo, de que a Washington no le tembló el pulso -lo dio a mostrar el propio presidente Biden- al generar el acto terrorista de los oleoductos que para el transporte de gas y petróleo a Europa y desde Rusia, fueron saboteados al completo.

Paralelamente a ese desastre de puras características de piratería, EEUU ha lanzado brigadas de diplomáticos yendo a amenazar y chantajear a la mayor cantidad de naciones que se dejaran presionar y en el sentido de que rompan sus relaciones diplomáticas y económicas con Rusia y si no quieren exponerse a la ira estadounidense y es que en Washington, realmente hay un temor cierto de que tanto Rusia como China y el resto de los países BRICS pudieran tener éxito al plantarle cara y exigiendo que del mundo unipolar actual, se genere otro multipolar y con la consabida transformación de organismos como la ONU, FMI, Banco Mundial y para citar de los tres principales y para que tengan directivas y políticas realmente de espíritu y conducción democrática.

Y que en conjunto, nos recuerda, que muchos olvidan, que la “Doctrina de la Seguridad Nacional” estadounidense y la otra de “las fronteras movibles”, han sido dos iniciativas de imperialismo de Estado, que pocas naciones pudieran decir que no experimentaron en lo más duro de la Guerra Fría…y después. (DAG)