Nicaragua, peor imposible

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La reciente farsa electoral en Nicaragua, diseñada y dirigida por el matrimonio Ortega, merece la más enérgica repulsa de todo que aquel que se sienta, y realmente sea, defensor y propulsor de los valores que definen una persona, partido o movimiento de izquierda.

Esa farsa, llevada a efecto mediante la represión más descarnada contra quienes disienten de la dictadura de los Ortega, particularmente contra figuras emblemáticas de lo que fue la revolución sandinista, constituye uno de los peores golpes a una izquierda que, en medio de sus avatares, da señales aleccionadoras en algunos países. Lastimosamente, ese sainete es defendido por algunos izquierdistas argumentando que la oposición es financiada por los Estados Unidos, guardando otros un embarazoso silencio.

La degeneración de la revolución sandinista en una satrapía familiar, y el apoyo que esta tiene de parte de gente que se dice revolucionaria, plantea el tema izquierda y democracia. La democracia, a la que Marx no le puso adjetivo alguno, es hoy día el escenario fundamental de la lucha política, y potenciarla hasta las últimas consecuencias no solo es una vía para obtener conquistas materiales, sino para establecer una hegemonía política ideológica de la izquierda. Eso obliga a plantearse el tema de las reformas políticas y las cuestiones de la dictadura del proletariado, del partido único, de la clase obrera como clase dirigente y del carácter ineluctable de la revolución, entre otros supuestos del marxismo, que en pasado fueron las banderas de lucha de la izquierda rupturista.

Actualmente se ha impuesto el principio de la alternancia en el poder por la vía electoral, lo cual implica el reconocimiento del pluralismo político/ideológico, que esencialmente significa la inexistencia de partido único, la existencia de una descentralización del Estado, el ejercicio pleno de soberanía (no tutelado por el Gobierno central) en el territorio, municipio y demás formas de división político-administrativa del Estado; libertad de empresa, no solo para los empresarios o el Estado, sino también y principalmente para la libre sindicalización de los trabajadores. El no reconocimiento de estas cuestiones básicas para hacer política en el presente conduce a la entronización, y apoyo de algunos, de satrapías como la de los Ortega.

De igual modo, que con ideas maniqueas apoyen regímenes reaccionarios que se dicen socialistas y hasta el de Rusia, que se ha constituido en una base de apoyo a grupos y países europeos ultranacionalistas y xenófobos…también de sostén económico de algunos pretendidamente socialistas con economías en bancarrota. Por: César Pérez  [hoy]