Nuestra juventud y los antivalores

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Los recientes arrestos de artistas de la llamada música “urbana” deben llevarnos a reflexionar. La necesaria detención de estas personas por violar la ley no resuelve un problema mucho más generalizado y serio: la influencia social de los antivalores. 

Definimos como antivalores la defensa, por no decir el elogio, de comportamientos que transgreden las normas y las convenciones sociales y que, en ocasiones, utilizan la grosería como un efectivo medio para la demolición de valores.

Semejante comportamiento, aunque no viole ninguna ley, erosiona el tejido social y hace mucho más difícil lograr un deseado grado de igualdad entre los ciudadanos, lo que no solo es un requerimiento ético, sino una necesidad para garantizar la estabilidad social. Esto así pues contrario a estas aspiraciones existe la dura realidad que las clases más desfavorecidas reciben la peor cultura.

 Mucho nos preocupa la comida “chatarra”, pero poco caso le hacemos a un fenómeno mucho más grave: la cultura “chatarra”. El problema que enfrentan nuestros jóvenes y adolescentes es que están expuestos a un verdadero diluvio de antivalores a través de las redes sociales y los medios electrónicos.

Aquellas personas que defendemos la libertad política y económica y la libre empresa debemos estar conscientes del papel del motivo del lucro en este problema. Esto hace que las posibles soluciones a un problema complejo sean más engorrosas en una sociedad democrática. Y es que los hombres enfrentamos dilemas éticos, con los que debemos lidiar y que no hacen de las soluciones algo nítido.

El intentar controlar la propagación de los antivalores a través de la música y la cultura popular podría ser interpretada como una violación a las libertades y, los que es peor, como un esfuerzo de imponer una determinada cultura en los demás.

Pero hay otros factores que resultan ser piezas claves en el desarrollo de nuestra juventud. Nos referimos a la importancia del núcleo familiar.

 Recientemente leímos un análisis sobre las causas de la prevalencia de regímenes políticos autoritarios en determinadas sociedades. Aunque parezca mentira, el estudio atribuía una alta incidencia a la violencia ejercida contra los menores en el ciclo familiar.

Un comportamiento generalizado de violencia doméstica es causa y efecto de la violencia social. Un destacado asesor de organismos de seguridad nacional norteamericanos recientemente se refirió al comportamiento de unos de los líderes actuales más poderosos: “El mundo está pagando por los abusos que sufrió en la infancia”.

Es una verdad aceptada que la educación es el camino para contrarrestar esta cultura, de antivalores. Igualmente, es el instrumento para formar ciudadanos que contribuyan a construir una sociedad más justa, e inclusiva, al mismo tiempo que les permita avanzar. Por: Felipe Auffant Najri [El Caribe]