Realmente, hay que entender a un presidente, que como Luis Abinader, llegó al poder en el 2020 sin experiencia de administración de Estado y quien sin embargo y si se le juzga objetivamente, pasó su primer periodo de gobierno con más luces que sombras y encaminándose ahora a su periodo reeleccionista con los mayores ataques soterrados de sus adversarios dentro del propio gobierno como desde sus parciales en el Poder Legislativo y casi de forma por parte de la oposición política, aunque la social se muestra crispante.
¿A qué se debe este fenómeno?, a que en la medida que el gobierno ha sido flojo para enfrentar la corrupción administrativa de los funcionarios colocados por el PRM, en igual medida, todos estos se han sentido envalentonados para continuar en sus fechorías y que les retratan como verdaderos bandidos de escritorios.
Lejos ha quedado al tiempo en el 1972,a partir del 19 de marzo y desde el vespertino Ultima Hora, cuando días antes, el presidente Joaquín Balaguer le pidió al periodista Daniel Adriano Gómez, que hiciera una columna diaria en la que se ataque “la corrupción de mi gobierno” y la que le fue muy útil, por cuanto descargaba en el periodista toda la responsabilidad de lo que publicaba y de esa manera se ocultaba al gobernante, que preocupado por el giro de la corrupción de sus funcionarios, de igual forma eludía responsabilidad directa en las críticas y facilitando esa columna de opinión y de ese modo, que el enriquecimiento ilícito desde el poder, por lo menos, sino descontinuara, si al menos que disminuyera.
Balaguer y entre el 1972 y 1974 logró sus objetivos. Sin embargo, el periodista se ganó una terrible fama de ser una persona que no alquilaba su pluma y terminó pagando el precio con el ostracismo y proceso de autocensura de la generalidad del “ofendido” sector mediático y en estos últimos treinta años, y comenzando cuando José A Quezada era el secretario de Estado de la Presidencia y quien mantuvo una dura campaña de insultos y amenazas contra esta columna de opinión independiente y de tan dura, que Balaguer debió de sacar al periodista de Palacio, que era la fuente principal noticiosa de este y durante tres años le mantuvo alejado de aquellos bandidos de escritorios que no lo soportaban y de ese modo, el gobernante, preservándole su vida.
Eran tiempo de una lucha férrea entre un país político de bandoleros y todo un sector mediático, donde sus dueños pugnaban entre sí por contratos oficiales de obras y los otros como suplidores del Estado, mientras un amplio grupo de periodistas, se estrenaban queriendo beneficiarse al colocar sus plumas en alquiler con quienes otorgaban prebendas y canonjías, en tanto contra Gómez y con el PRD en el poder en el 1978, el ostracismo y la persecución política y con la complicidad periodística se hicieron más que patentes y hasta hoy y con el periodista “refugiado” en internet.
Después de la experiencia Balaguer-Gómez, nunca ha habido otro caso de algún presidente buscando indirectamente atacar mediáticamente la corrupción de sus funcionarios y precisamente, por que parecería que políticos, partidos y partidocracia le cogieron el gusto a enriquecerse a costillas de los dineros de los contribuyentes, que ahora nos encontremos con que si en los gobiernos del PLD la corrupción desde el poder no tuvo ni padre ni madre, ahora con el PRM, sencillamente, se ha llegado a unos niveles tan extraordinarios, que ya no es posible distinguir entre los funcionarios que son miembros de la administración pública y en los tres poderes interdependientes del Estado y que son corruptos, de los otros que no lo sean.
Ha ocurrido, que el partido gobernante, PRM, se ha constituido en la más grande plataforma de enriquecimiento ilícito desde el poder y desde todos los mecanismos e instrumentos del Estado y a un grado tan abismal, que luce, que el mismo presidente Abinader y por más esfuerzos que se entiende realiza para frenar la corrupción de sus funcionarios, gobierno, empresarios, banqueros, periodistas y barones mediáticos y utilizando todo el instrumento legal a su disposición, parecería que luce incapaz de lograrlo y por ello, debe y tiene que tratar de acomodarse a semejantes poderes fácticos fuera de control, que tienen más poder que el mismo gobierno.
Con razón entonces que digamos, que Abinader se ha convertido en el mejor publicista y relacionador de la imagen nacional y como desde ayer se comenzó a ver con su viaje de cinco días a EEUU, donde su agenda de Nueva York con el pretexto de la Asamblea General de la ONU, donde hablará el próximo miércoles, es una muestra extraordinaria de lo que decimos.
Lamentablemente, el PRM ha sido convertido en el mayor estercolero social, político y económico que el gobierno tiene a cuestas y por eso, de lo poco que se conoce de hechos de corrupción, entendiéndose, que más de 200 mil millones de pesos de la nación han sido saqueados desde agosto de 2020 a la fecha y la muestra la tenemos, en las declaraciones de bienes de senadores y diputados, donde el que declara menos millones de pesos de fortuna propia, oscila entre 45 y 87 millones y otros pasando de dos y tres mil millones de pesos, mientras “Administradores públicos” han llevado a la bancarrota a empresas de servicios, joint venture, o se han agenciado contratos de servicios y representación de miles de millones de pesos y llegándose al extremo, de que una de ellas y porque el gobierno no pagaba a treinta días compromisos acordados, simplemente paralizó el servicio y generándose un caos de dos días en el tránsito capitaleño y con la red de semáforos que colapsó de pleno.
Para colmos, Abinader se encuentra en la difícil posición de que se le vea como un apagafuegos de los hechos ilícitos cometidos por otros, pero al mismo tiempo, arrastrando culpas no tan ajenas con el asunto de la compra de conciencias mediante la compra de votos y que facilitó una reelección presidencial absolutamente cuestionada en todo cuanto debió tener de legalidad y legitimidad.
Aun así, quienes conocemos un poco como se camina en los pasillos del poder, se entiende que el nivel de corrupción publica es de una magnitud tan desenfrenada, que ya escapa a las manos y control del presidente.
Justo por ello, fue la causa de la ley 1-24, que, si no hubiese sido por su aire de cercenamiento de las libertades públicas y el libre ejercicio de la libre opinión, que dicho sea de paso hay que decir, que no encontró objeción alguna en el Congreso Nacional, porque una mayoría de diputados y senadores se encontraban disgustados ante lo que llamaban ataques de la prensa contra sus ejecutorias legislativas y esto, confesado por ellos, ahora que la presión pública ha exigido su modificación, los mismos legisladores quieren ahora su enmienda y porque ni por asomo quieren irritar a la «prensa libre e independiente».
Al mirar pues todo lo que acontece y en justa perspectiva, hay que decir, que los niveles de corrupción desde el poder ahora son mayores y hasta “masificados”, por la colusión de la partidocracia y sus partidos políticos, el factor mediático, parte del empresariado como también del mundo financiero y para colmos, con ramalazos de asociados del narcotráfico, la evasión fiscal, el turismo sexual, lo peor de la farándula y sus lupanares mediáticos en las redes sociales y una extraña “corte” de sicarios de armas y de la pluma, siempre al acecho para hacerse gratos a quienes se entienden poderosos.
¿Qué salida podría tener Abinader?, renunciar a cualquier tipo de continuidad en el poder a partir del 2028 y emprender una cruzada moralizante en la que la rueda de la justicia se movilice, frene e imponga castigos reales contra los bandidos de escritorios que saquean los dineros y contratos públicos y de una forma absolutamente impune y en todos los planos de la vida dominicana.
Con razón que digamos, que es para asombrarse. Si Abinader, así como es de buen publicista lo fuera para enfrentar las barbaridades negativas que hacen sus funcionarios, sería un presidente de envidiar. Con Dios. (DAG) 23.09.2024
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