Por un lado, parece que es cierto que el pandillerismo barrial y de delincuencia juvenil ya toma cuerpo…..

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Decir que se está viviendo la peor etapa en falta de responsabilidad cívica, social y política o que los poderes públicos y en muchos aspectos, parecería que desertan de sus responsabilidades hacia la ciudadanía, da la impresión de que es poco y cuando se comprueban determinados casos en el orden del Poder Judicial, por el que decisiones judiciales son tomadas tan singularmente, que cada vez son menos los ciudadanos que no creen que vivan dentro de un legítimo estado de derecho.

Y lo que es penoso y peor, porque se nota que la confianza ciudadana se está perdiendo de una manera tan inquietante, que parecería que ya hay espacio, para que y de improviso, los ciudadanos se alcen contra la ley y el orden y por la terrible frustración que sienten al no encontrar asidero legal o institucional del que entiendan que pueden protegerse o acudir.

Entonces, es de este modo que se nota y en el incremento de la abierta insurrección social que existe dentro de las nuevas generaciones de clase media baja a pueblo, particularmente en las ciudades, que en los hechos la autoridad constitucional no se ejerce y su lugar es ocupado por esa otra propia del desesperado, que actuando por reflejo y entendiendo que la autoridad policial es su enemiga, se refugia en ciertos enclaves barriales en los que los teteos, como el desorden amoral han terminado por darle cuerpo, a una nación, que poco que mucho, sorprendentemente tolera cualquier forma de delincuencia.

Llegándose a un extremo tan desconcertante, que jóvenes de barrios pero con acceso a un nivel de liquidez financiero hija del desenfado de los padres irresponsables por darle de todo a los hijos, que ahora hay una figura criminal nueva, la del “santero”, que es el individuo que señala y llama a otros para que vayan donde atracar o matar y que recién acaba de verse en toda su crudeza, con un delincuente hijo de un comentarista radial, cuyo trabajo era salir cada noche a los antros y discotecas, a observar quienes de los parroquianos gastaban mucho y para de inmediato proceder a que sus sicarios y previo aviso, esperaran a las puertas de esos lugares de diversión para atracarles.

¿Se puede achacar este desorden moral, al uso de drogas ilícitas o, por lo contrario, a la quiebra de valores dentro de una educación de hogar que parecería que ya no existe?

Cómo contraste, desde el mundo oficial, sus estadísticas hablan de que supuestamente todo esta bien y la economía mucho mejor y lo que es desmentido casi al instante y al descubrirse el grave nivel de desempleo, que unido a ese aumento real de la prostitución y su incremento en los centros vacacionales o turísticos, poco que mucho está cambiando la cara amable de la industria turística y convirtiéndose en una sexual, de una mayoría de gente que viene del exterior con la etiqueta de turista, pero que en realidad, es un nicho de desaprensivos al mejor postor, que empujan a los jóvenes hacia todas las formas habidas y por haber de robos, latrocinios y delitos de toda especie.

Ya es común que quien viaja por carretera, no tenga seguro que podría salir indemne de un asalto o de la misma muerte y dándose la barbaridad, de que los ciudadanos tienen miedo o desconfían de las diversas formas de autoridades policiales o de investigación y es de este modo que se va cerrando el círculo de lo ilícito y cada día sospechándose que el país se le ha ido de las manos a los que gobiernan.

Sin embargo, nada de esta realidad cruda trasciende en las paginas rojas de los periódicos escritos, en los programas de radio y televisión o en las infames redes sociales y es que el periodismo no es ya el denodado servicio público de 30 años atrás, ahora y en gran mayoría, los periodistas y reporteros, opinantes y comentaristas o “comunicadores”, son parte de las mafias que han tomado por asalto a la sociedad y desde sus refugios dentro del empresariado y el mundo financiero.

Ahora, ser periodista significa ser una pluma o voz de alquiler vendida al mejor postor y en tiempos preelectorales o de elecciones mucho más. No hay sonrojo alguno al momento del vergonzoso destape de muchos y que muestra a individuos que se les entendía profesionales respetados y ahora simples sicarios mediáticos detrás de los intereses que defienden.

Realmente, ya no se sabe qué creer o en quien creer y la República y en este aspecto de quiebra de la moral social, actúa dando tumbos y al extremo, de un sindicato de maestros, negado en absoluto a cumplir con su labor y sí a actuar como agente político del partido o partidos en los que los maestros se cobijan para saquear presupuestos y aumentar los niveles de inversión moral en los ciudadanos, quienes también y en gran medida, muchos han dejado de serlo.

Al mismo tiempo, desde áreas del partido de gobierno, algunos actúan pretendiendo que la autoridad nacional expulse a la empleomanía pública y la sustituya por parciales sindicalizados o seguidores del partido en el poder y que, de suceder, arrojaría a más de 500 mil cabezas de familia a perder sus salarios y para ser sustituidos por activistas políticos, quienes, en la actualidad, disfrutan de un 25 por ciento del presupuesto oficial en materia de asistencia social.

Ante panorama tan desolador, ¿qué se puede pedir y para no hablar de anhelar?, ¿que se vuelva al estado de derecho o que se impulse una revolución social? Otros, entendemos, que lo que ha de hacerse, es rescatar a la mayor cantidad de ciudadanos cívicamente responsables, que los hay y para que, junto a las iglesias, iniciar una fuerte cruzada de reivindicación moral que le quite a la República esa careta inmoral y licenciosa que a muchos domina. De lo contrario, rogar, porque si Dios no meta su mano, el país no se nos pierda y definitivamente y como ya está ocurriendo con la mayoría de los medios de comunicación y de información de masas, convertidos en factorías mediáticas de puro mercadeo para el tráfico de influencias.

Terminando y a modo de conclusión lamentable, que, por un lado, parece que es cierto que el pandillerismo barrial y de delincuencia juvenil ya toma cuerpo. Por el otro, que la ADP se resiste a que se la critique y se le exija responsabilidad y finalmente, que en sectores del PRM abogan por sacar de la administración a todo aquel que no sea del partido oficial. ¡Qué Dios nos asista! No hay otra. (DAG) 23-05.2023