¿Porqué al dominicano le gusta ser mercenario contra sí mismo? ¿Por qué no confía en sus propias capacidades y potencialidades y en su lugar y a conciencia y con presteza, se le entrega al primer extranjero o rico que conoce o que ve y sin importarle conspirar contra su misma nación?

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Si nos ponemos a formular un recuento de la razón del porqué las peores desgracias de vida que ha experimentado República Dominicana, son y básicamente producto del “estilo de vida” de los mismos dominicanos y quienes casi sin excepción, no creen en las capacidades y las potencialidades de su país y nunca suponen, que sus mismos compatriotas sean personas de fiar, en tanto al contrario, casi todos se humillan y subestiman ante el primer extranjero que toca a sus puertas o casi facilitan ese cierto tipo de “derecho de cama” que los turistas encuentran en cada esquina de sexo en playas y centros hoteleros, cuando como pueblo con características propias de nobleza congénita, debería de ser un convencido, de que a quien primero debe contribuir a su progreso es a su misma nación.

He ahí el caso de la industria energética en base a sol y viento, ¿cómo es posible que esta nación no sea autosuficiente en sus dos principales recursos naturales, si esas “materias primas”, la misma naturaleza se las brinda de manera gratuita?

Cómo respuesta, lo único que hay que decir, es que mientras la dependencia energética debería no tener nada de combustión por petróleo o carbón, increíblemente, los mejores cerebros de su intelectualidad y la mayoría de los burócratas con títulos profesionales a cargo, son los primeros en oponerse y rabiosamente, a la energía solar o la de viento y a hurtadillas también a la hidroeléctrica y por solo entender que deben proteger las empresas energéticas publicas y privadas que conspiran contra el medio ambiente y de las que viven y al ser empleados del gran capital, que en base a subterfugios, engañifas y hasta muertes aleves, logró contratos de inversión a los que el Estado redime y a niveles tóxicos para la economía, de un fuerte segmento de no pago de impuestos, mientras al mismo tiempo imponen tarifas leoninas a los consumidores, quienes de hecho, se convierten en clientes atrapados a los que les ponen miles de obstáculos con tal de que no puedan irse a otras empresas o formar algún tipo de cooperativa de consumidores que administre a buenos precios la energía que sirvieran.

Igual ocurre con el mundo turístico, en donde  grandes terratenientes disfrazados de corporaciones hoteleras y unidos a capitales buitres llegados desde el exterior, logran imponerse al gobierno que esté de turno y demandando primero y antes de invertir,  cuanta exención tributaria fuera de lugar y ni hablar, si al mismo tiempo esos “inversionistas” son dueños de líneas aéreas y compañias de mayoristas vendedores y traficantes de pasajeros cuya mayoría sale de las mismas empresas que esos capitalistas tienen en las mismas naciones de donde provienen y por lo que en base a todo ese conjunto de intereses y la legión de “abogados empresariales” criollos, conforman en esta nación un verdadero como siniestro cartel de intereses, cuyas ganancias son sacadas de inmediato a bancos suyos del exterior y para nada dejan capital significativo para continuar reinvirtiendo en el territorio nacional.

Solo hay que ir a los centros hoteleros de la zona este dominicana y comprobar como grandes carteles mafiosos aposentados en Las Vegas, EEUU., son los verdaderos dueños de la mayoría de esos hoteles y cuyos casinos son la fuente nutricia de esas exorbitantes ganancias, para comprender que la industria turística nacional no es tal y sí totalmente extranjera y peor todavía: anti dominicana.

En ese plano, República Dominicana debe proveerles prostitución de ambos sexos, ingesta de estupefacientes y facilidades para la incursión de drogas provenientes desde el exterior, al tiempo de insistir en una mano de obra de moral laxa y siempre presta a humillarse y para darnos cuenta, de que en esta materia, los dominicanos vivimos un espejismo, del que con mucho, da la impresión de que se vivieran los peores momentos de latrocinio, prostitución, juergas de cabaret y drogas como existía en la Cuba de los años sesenta y cuando aquel país era algo así como una empresa particular de la mafia estadounidense y todo un gran lupanar.

Aunque parezca un contrasentido, la suerte ha sido, que como la mayoría de los hoteleros ponen obstáculos para que el turista dominicano no entre a sus instalaciones y de pueblo ni se diga, salvo como empleado esclavizado con salarios miseria y los que son “redondeados” con la prostitución y la trata de personas y “los saltinpankis” (chulos) en las playas y para satisfacer las ansias sexuales de los turistas y mayormente europeos e igual las peinadoras y masajistas con el mismo oficio, que el grueso de la población no tiene idea de la especie de Sodoma y Gomorra que existe en el sector turístico playero y principalmente en la zona este dominicana.

A todo este desorden manejado discrecionalmente, los gobiernos no prestan atención y solo se preocupan porque los “señores inversionistas” se sientan cómodos y nadie estropee los pocos impuestos que pagan y es de esta manera que el dominicano y en sentido amplio, ha aprendido a humillarse, a ser un entregado del extranjero y del gran capital, a no tener moral y ser compañero de ruta  de la delincuencia amoral, mientras al mismo tiempo, abjura de su propia nación y tiene los peores calificativos para ella.

¿Habría que hablar de que esta fuera una nación de piratas, tránsfugas, contrabandistas y delincuentes de todas clases y que por eso el dominicano y en líneas generales, no siente ni padece a favor de su propio país? Es duro admitirlo, pero en la mayoría de los casos, ese es el comportamiento reinante y como lo es la amplia corrupción a gran escala entre políticos y empresarios y mundo mediático y en donde los grupos religiosos y en particular católicos, no tienen freno moral de ninguna naturaleza.

Desde luego, otras naciones y pueblos en la misma área caribeña y no solo la isleña sino también en la costeña de naciones sudamericanas con el Mar Caribe, sus costumbres e idiosincrasias, son tanto o más de iguales que la dominicana en materia de su lado más negro y lo que no impide y como puede comprobarse, que critiquemos la parte negativa del alma dominicana.

De ahí que preguntemos y dejando las respuestas a cada uno, que como dominicano y al leer estas líneas se pudiera sentir ofendido: ¿Porqué al dominicano le gusta ser mercenario contra sí mismo? ¿Por qué no confía en sus propias capacidades y potencialidades y en su lugar y a conciencia y con presteza, se le entrega al primer extranjero o rico que conoce o que ve y sin importarle conspirar contra su misma nación? (DAG)