La ruidosa histeria de la plebe en los lupanares mediáticos en las redes sociales, que vive gritando sobre una supuesta “invasión haitiana”, cuando de lo que se trata, es de la entrada masiva de mano de obra haitiana financiada por empresarios dominicanos y en colusión con militares y agentes de migración, pretende hacer creer que todos los haitianos en el territorio nacional fueren indocumentados y lo que no es así.
Tal campaña desinformativa y tendenciosa y ya lo advertimos ayer, está provocando, que, con toda la razón, los haitianos legales, muestren interés por hacer ver y valer, que a ellos los radicales seudos nacionalistas no tienen derecho alguno a hacerlos creer como indocumentados o perseguirlos como tales y sí saber manejarse con relación al grupo de ilegales del que se quejan y piden su deportación masiva.
Al mismo tiempo, llama mucho la atención que el gobierno del presidente Luis Abinader y el PRM no está haciendo lo debido en cuanto a aclarar que los agitadores seudo nacionalistas no tienen derecho a tratar de confundir a la atrapada opinión púbica y mucho menos pretender generar la natural acción de rebeldía de parte de quienes, legales haitianos en este país, se están viendo seriamente amenazados en sus bienes e integridad física y porque a un ruidoso grupo de extremistas fanáticos nacionalistas así lo quisieran.
En este sentido, lo menos que se puede pedir y para clarificar debidamente la situación, que por medio de la dirección de Estadísticas, el gobierno haga un censo de población y familia que abarque a todo haitiano residente legal o no en el territorio nacional y como la única manera de clarificar la situación de pugnacidad abusiva y que desde hace cuatro años había iniciado la oenegé Instituto Duartiano, aunque últimamente, su presidente, el doctor Wilson Gómez, ha tenido el buen tino y nada extraño en un magistrado de amplia y conocida responsabilidad social, de referirse única y exclusivamente, a que los haitianos indocumentados o ilegales deben de ser devueltos hacia su país.
De todas maneras, semejante predica equivocada de inculcar un odio innecesario contra todo haitiano que vive en el territorio nacional y que en titulares en los mass media como en discursos incendiarios anti haitianos, ha terminado por generar el tremendo estado de crispación que sobre este particular se vive, ha creado entre muchos dominicanos, ese sentimiento de animosidad latente que no ayuda en nada a fortalecer la convivencia social.
Por otro lado, somos muy pocos los dominicanos que hemos viajado al interior de Haití y hemos conocido el sentir real del laborioso y pacifico pueblo haitiano, tan distinto a la colmena (lugar o edificio en el que vive mucha gente apiñada) y que es el caso de los suburbios de Puerto Príncipe, donde el puro pueblo habita y dentro de un ánimo de absoluta rebeldía social casi de antropófagos.
Lamentablemente la prensa dominicana y con pocas excepciones, no sabe diferenciar a unos de otros y por eso, para la generalidad de la población dominicana, se tiene una imagen extremadamente distorsionada de la realidad haitiana en nuestro país.
Paralelamente y desde hace unos ocho meses en concreto, los haitianos residentes en EEUU y Canadá han creado sus redes sociales y distorsionando de una forma brutal la realidad histórica de las dos naciones que comparten la misma isla y a unos niveles de desinformación, que cuando los dominicanos conocemos lo que difunden, toda una sarta de mentiras y ataques electrizantes contra la buena imagen de nuestro país, la reacción nacional, no es solo de repulsa y sí de mucha indignación.
Todo arrancó, cuando agricultores y hacendados haitianos decidieron construir un canal de desvío de las aguas del río común, el Masacre y de los dos kilómetros y medio que circulan en Haití, para regar sus tierras de labradío y que los dominicanos y específicamente técnicos del ramo, hicieron ver ciertos errores de diseño y en particular, porque el canal estaba siendo construido a un más bajo nivel del curso del agua y lo que perjudicaría a Haití.
Para colmos, el presidente Luis Abinader fue desinformado y producto de esa mala información, cortó abruptamente las conversaciones que se estaban llevando a efecto en nuestra Cancillería con técnicos de los dos países y al hacerlo, radicales de los dos países cayeron en un dime y direte que en nada ayudó a que los ánimos se sosieguen.
Se armó una batalla de desinformación a gran escala y poco faltó para que la situación terminara en choques cruentos y debido a la ignorancia y mala fe de los agitadores que avivaban animosidades en las dos Repúblicas. Entonces, los oportunistas agitadores de siempre se encargaron de hacer el resto y ahora resulta, que prácticamente ha sido creado un desatinado clima de animosidad bélica apenas disimulado y que de estallar no beneficiará a ninguna de las dos economías.
A estas alturas, consideramos que los dos gobiernos deben buscar un punto cierto de afinidad conceptual dentro de lo que debe ser una conversación entre tecnócratas en busca de una solución pragmática y duradera común y en lo que el gobierno nacional debería de ser el que invitara a su contraparte y para resolver en un clima de entendimiento propio, las disparidades que se han presentado.
Sí es cierto, que el Estado haitiano y por medio de sus gobiernos, no ha sido diligente en proveer los documentos de identidad nacional a sus ciudadanos que viven en esta nación y que es el gran obstáculo para que a los inmigrantes haitianos se les regularice y que si lo unimos al hecho, de que el gobierno de Abinader, tan pronto llegó al poder desconoció todo cuanto el gobierno anterior había hecho de positivo para regularizar al haitiano indocumentado, se tiene entonces una situación de confrontación e irregularidad que nadie ha querido resolver.
Hoy, Abinader parte a Nueva York al nuevo periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU y en ese escenario, debería de ser una buena oportunidad para llegar a un entendimiento práctico entre los dos gobiernos y lo que recordamos, por la simple razón, de que tanto odio y desencuentros deben ser detenidos y comenzando por el gobierno haitiano, que cometió la gran torpeza de solicitar que a nuestra nación se le retirara el derecho a ocupar un sillón en el Consejo de Seguridad y que ha generado mayor animosidad de parte dominicana.
De telón de fondo, tampoco se puede ignorar la grosera pretensión de agencias de la ONU que favorecen que a nuestra nación se le mediatice su soberanía y en aras de que República Dominicana no ejerza su derecho soberano a deportar o expulsar del territorio nacional a todo extranjero o haitiano indocumentado que viole nuestras leyes y lo que bajo ningún concepto los dominicanos nunca debemos renunciar. Haití, que se ajuste a derecho en materia de respeto a nuestras leyes por parte sus ciudadanos y la ONU que saque sus manos de asuntos propios entre estados soberanos.
Al mismo tiempo y al conceptualizar sobre lo de la supuesta apatridia, hay que dejar sentado, que por el simple hecho de que un niño hijo de indocumentados nazca en República Dominicana, no necesariamente se le puede registrar como nacional de este país y sí en el libro de extranjería y expidiéndosele a sus padres la certificación de nacimiento y para que sus padres vayan a un consulado haitiano y le registren como tal.
Situación muy distinta si sus padres son residentes legales y a cuyos hijos sí les cabe la nacionalidad dominicana en suspenso y hasta que, al llegar a los 18 años, decidan que nacionalidad definitiva escogen. La ONU y sus burócratas anti dominicanos, interpretan el hecho de manera muy equivocada y distinta y pretendiendo desconocer groseramente las leyes y soberanía dominicanas.
De ahí que concluyamos y volviendo al principio de este análisis político de Estado, a que si de 600 mil inmigrantes haitianos, 200 mil son residentes legales, sus hijos y en principio y de hecho y derecho son dominicanos y lo que nada tiene que ver con ilegales o indocumentados haitianos. Con Dios. (DAG) 22.09.2024