Sin olvidar un pasado que pesa

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Mientras el país se estremecía debido al enorme déficit fiscal provocado por la anterior administración, hablamos del periodo 2012-2016, el principal responsable, el expresidente Leonel Fernández, se paseaba en el exterior moralizando sobre el buen gobierno.

Sus violaciones a la ley del presupuesto y a la Constitución, a la anterior y la que él mismo promoviera y promulgara en enero de 2010, debieron ser suficientes para aconsejarle una pausa; una salida por un largo tiempo de los escenarios internacionales en los que él se movía, y aun se mueve con menos gracia, como si se tratara de un líder mundial con categoría suficiente para indicarle a la humanidad el sendero correcto de la redención económica.

Su verdadero valor como jefe de Estado no fue otro que lograr una falsa armonía entre la realidad y la ficción, que le inyectó al país la idea de una sociedad próspera y estable, basada en una economía blindada, que al final resultó en una débil burbuja. Cuando toda esa mentira, sostenida en una permanente campaña de desinformación y relaciones públicas, se hizo evidente ante la insostenibilidad de la maquinaria que hacía posible ese gasto desmesurado, la verdad en toda su crudeza salió a la superficie, para desengaño de aquellos que se negaban a ver lo que en el fondo existía.

Con un hoyo fiscal como legado superior cuatro veces al originado por la quiebra fraudulenta del Baninter, que el hoy expresidente trató siempre de atribuir a un mal manejo de la crisis bancaria y no a operaciones ilícitas, su heredero en el cargo, cercado por las circunstancias y las lealtades a su partido, insistió en una reforma cuyos ingredientes tuvieron un fuerte castigo a la población, sin atender el reclamo nacional de que se castigara a los responsables de la situación que debió enfrentar y que, sin duda, condicionaron su presidencia. Por: Miguel Guerrero [El Caribe]