¿Twitter plaza pública digital de libre expresión y debate?

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En estos tiempos, en los que el ejercicio del periodismo y ni en mucho y por lo menos en República Dominicana, se parece a aquel de profesionales de treinta años atrás, es sorprendente como y pese al recio avance cultural que se ha tenido, el periodismo como tal ya no tiene el cierto espíritu de romanticismo crítico, de como antes se efectuaba y siempre en aras del bien común y para propender al fortalecimiento de las instituciones y el respeto paradigmático de la verdad sobre los hechos del diario vivir.

Muy por lo contrario, lo que hay, es una acelerada burocratización del quehacer e incentivado por el notorio afán de lucro de dueños de medios y periodistas, reporteros y comentaristas electrónicos, quienes a grandes rasgos han antepuesto sus intereses personales al sagrado deber profesional de informar y no solo sin favor ni temor sino ajustado a la realidad que se vive y sin importar, que intereses pudieran sentirse afectados.

Desde luego, no se trata de una observación en base a algún tipo de sentimiento frívolo ni cosa parecida, sino que realmente, la degradación del ejercicio periodístico y a nuestro modo de ver, ha sido el fundamento de la amplia corrupción galopante que por lo visto, norma la vida de relación y al extremo, de que ya no importa cuán fácil los ciudadanos se enriquezcan y las corporaciones y empresas ni se diga, si a cambio, los actores sociales que tienen que ver con la dirección y guía de instituciones y ciudadanía, logran a su vez unos beneficios particulares y acelerados, no hijos del bien común y mucho menos del emprendimiento sano y correcto dentro de los parámetros de la oferta y demanda y como debería de ocurrir en el ejercicio del comercio y todas las actividades productivas y sí de la voracidad absoluta del desenfreno amoral de tantos ciudadanos.

Dadas esas circunstancias, es imposible no observar y también reconocer, que la ola de inversión moral  en la vida social y en la general de esta nación, ha llegado a unos extremos, en los que la cohabitación y complicidad con lo mal hecho, ha generado lo concreto, de que a la hora de plantearse una observación radical para corregir, sobre la corrupción política y también la social, esta no ocurre y mucho menos se coloca en el fiel de la balanza y lo más notorio, que las posiciones políticas y administrativas no se pierden por hechos de corrupción sino que simplemente se dejan pasar y debido al tremendo escenario de amoralidad que se vive y que nadie niega.

Es de ese modo, que esa ausencia de critica firme contra lo mal hecho, se haya derivado hacia esa cierta dejadez y complicidad, que facilita las cosas para que al ser el periodismo de ahora y en líneas generales, un ejercicio ausente de crítica, señalamientos o imputaciones y manejado por una amplia mayoría de analfabetos funcionales extremadamente resentidos y envidiosos del éxito ajeno y quienes al ejercer el poder político o el económico directa o indirectamente, se sienten absolutamente libres para actuar del modo más fácil y encubridor que entiendan aceptable para sus intereses y sabiendo que nadie de la sociedad o de su comunidad dirá nada para objetarles.

De esta manera ocurre lo previsible, la mediocridad como la complicidad más rastrera norman la conducta de un fuerte grupo mayoritario de ciudadanos y quienes en la generalidad de los casos, sin formación cívica de ninguna naturaleza, son proclives a fomentar las inconductas inmorales más significativas como lamentables y lo peor, abarcando este tipo de inconducta, el mismo desenvolvimiento de miembros de las respectivas curias y en este caso, eclesiásticas de todas las denominaciones y no de simple administración de justicia generalmente negada.

Justamente y porque se vive de falsedades y apariencias que encubren lo que realmente se es, a resultado en un grande como porfiado debate no exento de inocultable envidia personal, que el hasta ahora más fuerte multimillonario, Elon Musk, hubiese adquirido y por un monto de miles de millones de dólares y de esos que marean por la necesaria imaginación que debe entenderse para numerarlos, la plataforma digital comunicacional Twitter, con la que el afán de comunicar y sin importar la verdad y para atropellar el derecho a la libre opinión de otro, casi desde su nacimiento ha sido y en su parte negativa, la especie de sello indeleble que la ha marcado como la fuente más grave de degradación de la palabra a nivel planetario.

Ahora y con esa adquisición que ha movido a la gente de todo el planeta y sin importar culturas o idiomas, a opinar a favor o en contra, se despliega un debate sobre el ejercicio de la libre expresión y del que muchos esperamos, sea el inicio de una nueva reconducción de la palabra, por lo menos a nivel de los mass media de todo el mundo, es decir, el nacimiento de una nueva conducta cultural que pudiera provocar un renacer practico y de criterio profesional de la libertad de prensa y como mecanismo de comunicación por excelencia.

Todavía más, de hecho, es innegable que el criterio que se le atribuye al nuevo propietario y en cuanto a que twitter,  es o debe de ser una especie de plaza pública digital de libre expresión y debate, en la que todos y al expresar nuestros sentimientos logremos disminuir tensiones y generar un aceptable fenómeno comunicacional por el que la política por un lado y todas las demás manifestaciones de vida de los seres humanos por el otro, vayan en consonancia con un sentimiento renovado de tolerancia a las ideas diferentes y que facilite o haga de los ambientes en los que se vive, un nicho en el que, tanto el discurso de odio como el otro de desinformación, no que no tengan cabida, sino que se logre su moderación, sería de suyo el mejor triunfo para el debate de las ideas.

En lo particular, nosotros  y quienes desde hace cincuenta años que fundamos como columna política no partidaria, este vehículo de expresión critica totalmente independiente a todos los intereses públicos como privados y que gracias al mismo hemos contribuido y como pocos al fomento de la libre expresión y la libertad de crítica y sin fanatismos ni radicalizaciones de ninguna naturaleza, saludamos con mucho optimismo la nueva etapa que la plataforma digital, ahora en manos de Musk, se apresta por realizar y por la sencilla razón, de que por primera vez, entendemos que es la llamada más gráfica y testimonial en cuanto a que el derecho a la disidencia dará desde Twitter una decidida carta de ciudadanía a la libre expresión y dentro del rigor correcto de fomentar en los seres humanos, una mejor aptitud y disposición para comunicar, discutir, disentir, hablar y dentro de un espíritu amplio de critica abierta y aun cuando en cierta forma, el nuevo camino también tenga sus riesgos y los que en su ejercicio habría que enfrentar y corregir.

Pero mientras tanto, obsérvese lo significativo. De que esa compra y también adquisición, ha sido la primera llamada al orden civilizado y del que casi todos creíamos y sin importar idiomas o culturas, ya perdidos. Apoyémosle pues y descubramos, que efectivamente, Twitter es la gran plaza pública digital de libre expresión y debate y reforzada por un dueño que cree en la libertad personal como muralla para defender las ideas y criterios del otro. (DAG)