Una aberración antinatural

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Cuando una sociedad, un pueblo, una nación, un país, un estado llegan al extremo de aprobar leyes que atentan frontalmente contra la Ley Natural, es clara muestra de que caminan descarriados como pollo sin cabeza. Un estado podría aprobar una norma considerando ilegal la ley de la gravedad en el ámbito territorial, aéreo y espacial donde proyecta su jurisdicción, pero resulta evidente y ridículo que el que intente lanzarse al vacío confiado en que ha quedado derogada, dada la condena legal, comprobará «gravemente» que su cuerpo y la ley inicua caen por su propio peso.

La Ley Natural rige el orden de la naturaleza, y la simple razón rectamente formada permite concluir que toda ley y orden requieren de un legislador, que en el caso del universo y, dentro de él, nuestro planeta Tierra, los creyentes atribuimos al mismo Creador, a Dios.

Los que en el uso de su libertad no solo no creen en Él sino que además se oponen a su existencia, quieren construir un orden social nuevo a nivel mundial donde están excluidos la Ley y el Derecho Natural, llegando a un auténtico desorden caótico y absurdo.

El mero sentido común del que la persona humana está dotado ya lleva a aceptar que atentar contra esa Ley Natural trae consecuencias, tanto más graves cuanto mayor es la transgresión. Es el caso de la Ley Trans, cuya denominación quiere afirmar que regula una «transición» hacia un nuevo sexo o género, cuando en realidad es una gravísima transgresión de la Ley Natural.

Que un adolescente, que no puede votar ni conducir un coche porque la legislación le considera menor de edad, pueda personarse en el Registro Civil para cambiar su identidad alegando que vive en un cuerpo biológico equivocado porque no lo siente suyo, significa cruzar una línea roja inimaginable.

En España ya hemos atravesado esa raya haciendo caso omiso de la experiencia de otros países –Suecia, Holanda, Finlandia, Reino Unido…– que, vistas las consecuencias de tamaño despropósito, están haciendo marcha atrás. El adoctrinamiento en la escuela está ya provocando que se estén multiplicando exponencialmente los casos de menores, tanto chicas como chicos, que están solicitando transicionar hacia otro sexo distinto al suyo biológico.

En chiringuitos ya existentes para ello, son sometidos a bloqueadores hormonales que les impiden su desarrollo humano natural, y que son previos al protocolo quirúrgico. El tratamiento y el daño ocasionados son irreversibles para quienes, alcanzada ya una cierta madurez, asumen su equivocación, al no tener siquiera reconocido por la ley un eventual derecho a la reversión. El negocio de las Big Pharma es para contarlo. Por: Jorge Fernandez Díaz [La Razón]