Una idea «brillante»

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El problema de sostener la economía de las clases menos favorecidas a base de bonos o programas en efectivo es que -como los mismos que los diseñan saben- el asistencialismo no es la solución. Además, crea adicción entre sus generosos patrocinadores, que disfrutan creando nuevas modalidades… que llegan a quien no las necesita.

Los programas sociales sostienen en los momentos de incertidumbre como la pandemia. Son indispensables para la pobreza más profunda. Permiten trapicheos y juegos de los inescrupulosos con poder. Favorecen el voto en épocas de campaña electoral, por lo que son la base del clientelismo, el efecto más mezquino de la corrupción. E incentivan una actitud dependiente cuando se alargan en el tiempo y llegan a grupos que no la necesitan vitalmente. Vician la calidad de la democracia cuando son usados incorrectamente.

Más. Obligan a los gobiernos a endeudarse. Eso lleva a que estos entiendan imprescindible esa reforma fiscal que por otra parte nunca llega porque resta votos. La pescadilla que se muerde la cola.

Ahora que entramos en campaña dura (y faltan muchos meses), es previsible que se creen nuevos programas sociales. Siempre recibidos con buen ánimo, (¿quién es tan cruel como para oponerse a que el gobierno de facilidades a los más pobres?) obligarán a contraer más deudas.

Idea "brillante": pongamos un tope al 4 % para Educación y repartamos ese dinero en cuestiones mejor administradas. Hoy, en algunos ministerios que nada tienen que ver con el sector, se ven apiladas muchas, pero muchas, computadoras en cajas con el logo del Ministerio de Educación. Son las que compramos entre todos para los estudiantes del sector público y que ni siquiera se repartieron.

Las que se repartieron tampoco sirvieron de mucho… Por: Inés Aizpún [Diario Libre]