Albert Rivera: “Hay que dar una batalla de ideas de la democracia liberal contra el populismo y Latinoamérica es el lugar para hacerlo”

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Albert Rivera fue uno de los fundadores y presidente de Ciudadanos, el partido político español que enfrentó al nacionalismo catalán con más éxito (llegó a ganarle en las urnas) y que abrió el hueco al centro en el arco político. Hoy está retirado de la política partidaria activa y ve con preocupación el auge de los populismos en América. Visitó República Dominicana invitado por Milton Morrison, de País Posible, e impartió charlas sobre comunicación y liderazgo.  

—¿Realmente los políticos necesitan tantos asesores de comunicación? 

Creo que hay un exceso. Soy amante de la comunicación y la tecnología, pero es verdad que los parámetros comunicativos no deben ser lo único que importe. De hecho, creo que el liderazgo y la comunicación son dos caras de la misma moneda. Pero es verdad que los directores de comunicación o las estrategias comunicativas, han pasado a ser el todo. Yo diría que los programas, valores, políticas también son importantes.

—Ahora que los políticos “conversan” directamente con los ciudadanos, ¿qué papel da a los medios?

Los medios tienen un papel importantísimo. El periodismo es una de las pocas profesiones constitucionalizadas, en el mejor de los sentidos. Es importante para edificar la información, para no trivializar, pero es un dilema económicamente difícil de solventar. Antes los tiempos eran unos, hoy todo se ha sustituido con comunicación e inmediatez. De lo que aparece en un tweet a lo que hago en un parlamento… el dilema es tremendo. No importa si lanzas una ley o un proyecto importante y no sale en ningún lugar, pero cualquier incidente de la sesión parlamentaria de repente anda dando vueltas en todos los medios. Si el algoritmo va antes que la verdad, hay un problema. 

—¿Cree que la política se ha trivializado? 

El cambio de paradigma del modelo de comunicación global está trivializando la política, pero en ese orden. Creo que en política estamos más pendientes de los hashtags y de los titulares que de la misma parte legislativa. Cuando pasa eso, tenemos un problema como sociedad, no solo de la política. 

—¿Añora la política activa? 

La actual no, a decir verdad. Sigo pensando que la política es noble y necesaria. Me gustaría un momento político más apetecible, aunque yo no esté ahí. Hay una política muy embarrada, polarizada y simplista en planteamientos. A pesar de que soy defensor de la tecnología y la información, la sociedad sigue necesitando los mismos pilares de la civilización. Necesitamos sosiego, pensar, pactos. 

—¿Las idelogías murieron? 

Hace unas semanas alguien me decía que las ideologías están más tensas que nunca y yo le decía que no, que el eje izquierda-derecha se ha diluido con la evolución de la sociedad.  Se han hecho consensos de democracia liberal que diluyen las tensiones ideológicas, pero se finge cada vez más. Hay temas que a mí como padre me preocupan como el de las redes sociales, donde las mentiras suenan más que la verdad. Cuando proliferan seis veces más que la verdad, la mentira o la media mentira, tenemos un problema. Cuando le echamos leña al  fuego para que prenda más, la violencia verbal es mayor.

—La prensa española refleja una sociedad alterada.

En España tenemos un guerracivilismo que no corresponde a una sociedad civil tranquila. Es cómo una paradoja o distorsión. La gente vive con ficción de una ansiedad ideológica tensa que creo que alimentan algunos interesadamente. Cuando analizas sociológicamente no es verdad que ahora haya más extrema derecha o izquierda en España que hace más de 20 años. Al contrario. Lo que pasa es que se tensa la violencia y la gente se alinea con los bandos. 

—¿Por qué en España los partidos de centro no funcionan electoralmente? 

Tengo dos explicaciones: una sociológica-histórica y otra electoral. Sociológica: creo que España es un país guerracivilista: las dos repúblicas, la revolución liberal que a los 3 años se la cargaron, la de 1936… En el siglo XIX español hay polarización y guerras civiles más arraigadas de lo que pensamos. Mi teoría es que se calcifican en el bipartidismo. Y hay otra razón electoral. El sistema español castiga fuertemente al centro, porque un partido regionalista o nacionalista cómo el PNV, Convergencia o incluso Unión del Pueblo Navarro, por motivos de hegemonía local tienen fuerza y pactan con un partido nacional. Pero un partido que parte del centro o del centro derecha, se convierte en un enemigo de los otros por lo que no hay espacio electoral o mediático para que pase lo que ha sucedido en Francia con Macron.

—Si no hubiera dado el salto a Madrid… ¿Cataluña sería otra? 

No, porque eso sería pensar que yo era la solución. Estando yo en Madrid ganamos las elecciones en Cataluña.  Creo que el sistema electoral no es una excusa, sino que es una realidad. Ganando por primera vez en la historia un partido constitucionalista, no pudimos gobernar, nos faltaban dos escaños. Teníamos la mayoría social pero no teníamos la parte parlamentaria. Hubo un 53 por ciento de votos no inde- pendentistas, pero nos faltaban 3 escaños para la mayoría. 

—¿Era un balance inamovible? 

La pregunta es ¿con el sistema electoral actual, con el nacionalismo hegemónico gobernando? Cuidado, hay un éxodo y una diáspora. Estoy convencido que hay miles de catalanes fuera. En Cataluña son 7 millones y medio de habitantes. Si se han ido 6,000 empresas, ya se imaginará cuántas familias se han ido con ellas. La tendencia es a consolidar el nacionalismo, aunque me gustaría decir lo contrario. A veces veo una Cataluña triste y empobrecida, decadente culturalmente, una Cataluña más pequeña. En términos sociológicos y económicos se ha encogido. 

—¿Cómo ve el futuro? 

Más allá de siglas y etiquetas, creo que la democracia liberal tiene que parar un momento y ver la fotografía. Me apasiona y me preocupa, pero hay que dar una batalla de ideas y reflexión de la democracia liberal central al populismo y creo que Latinoamérica es el lugar para hacerlo. Creo que deberíamos forjar una alianza que dé la batalla de las ideas en el mejor de los sentidos, que defienda no sólo una posición conservadora, sino que también hable sobre lo que hay que hacer con las democracias representativas para evolucionar y no dejar espacio al populismo.  Si todo lo “bueno” lo abandera el populismo y las emociones las exponen mejor que tú y los demócratas liberales nos quedamos en lo burocrático racional del Estado… pues le dejamos al populismo todas las batallas a las emociones. 

—¿Por dónde se empieza?

Los demócratas liberales debemos dar una batalla comunicativa de ideas y valores y hacer puentes entre los países. Como español me preocupa lo que pasa en Colombia y me preocupa si gana uno y se vierten las corrientes populistas allí. Es evidente que en la región se está volviendo a vivir una oleada populista y me daría mucha rabia es que nos quedemos con los brazos cruzados y no libremos esa batalla.

¿Qué es ser liberal?

“Un liberal es quien ama la libertad. El primer fundamento es que amamos la libertad y es el espacio donde quien piensa distinto puede opinar, puede convivir, donde el respeto político dialoga, pero no se mata, esa es la libertad. En el sentido más amplio del término. Luego hay una corriente ideológica: el liberalismo tiene libertad de mercado, separación de recursos público-privados y una serie de temas, el progresismo y lo social, liberalismo de lo económico. Un candidato en Venezuela me dijo que el término liberal no era muy bienvenido y pensé, ‘ese es el problema’. Cuando dices que eres liberal, que para mí es lo mejor y me dices que no se puede decir muy alto… pues hemos perdido la batalla y han ganado los populistas.” Por: Inés Aizpún [Diario Libre]