Desde el 1966 el neotrujillismo ha sido la normativa de gobierno que arrancó a mediados de 1961 y que ahora, como partidocracia, es un fracaso absoluto que hay que erradicar

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A uno que otro lector, el titular debe de haberle estremecido en sus más fuertes creencias “democráticas y civilistas” y en la que propagandísticamente, dos nuevas generaciones han sido adoctrinadas, tal como si en verdad los dominicanos hubiésemos vivido y sido partícipes de lo que se nos ha hecho creer, en cuanto a que supuestamente, tenemos un sistema político de absoluta “democracia representativa”, que para empezar nunca ha sido participativa.

Por eso en términos generales, hay que hablar con propiedad, de esa especie de anomalía extrema de la vieja dictadura trujillista, que facilitó que las familias que conspiraron para derrocar a Trujillo, asesinándolo y encabezándola la Vicini, crearon con el mote de “antitrujillismo” y que con sus más y sus menos y en particular, hasta mediados del 1965 fue de su dominio absoluto y como gobierno, que aprisionó al Estado, distorsión que nunca ocurrió en la Era de Trujillo.

Mediante semejante distorsión de la política de Estado, esta nación y su entonces 2.5 millones de habitantes, fue materia prima blanda para imponer una variable de democracia autoritaria, que ni siquiera en la llamada “revolución de abril de 1965” se logró erradicarla y mucho menos, cuando se descubre que el cabeza militar de esa revuelta militar, transformada luego en civil y silenciada por una intervención militar extranjera que la redujo a una especie de fideicomiso tutelado por la ONU como por la OEA y hasta la llegada del presidente cabeza del neotrujillismo “de a verdad”, Joaquín Balaguer; era el militar hijo de un general trujillista mano dura, en tanto a su frente se colocó como parte del ajedrez político, el llamado gobierno de reconstrucción nacional, presidido por el exdirector de la Cédula, Antonio Imbert Barreras, miembro de una de las familias de militares y funcionarios más trujillistas, los Imbert y al momento, convertido en general honorario del Ejército, “por su heroico servicio” de haber sido el chofer del vehículo que primero emboscó al de Trujillo, la noche del magnicidio, el 30 de mayo de 1961.

Describir de este modo en trazos cortos y en cierto modo hirientes, la raíz y sin máscaras, de semejante periodo tan traumático de la vida nacional, sin duda que para aquellos dominicanos que no piensan por sí mismos y tampoco razonan, les puede parecer más que chocante. Sin embargo, lo cierto es, que ahí es que se encuentra el origen de esta supuesta democracia que se nos ha hecho creer y cuando en la práctica y por ese culto al autoritarismo que ha sido impuesto, que a más de ocho millones y medio de dominicanos nacidos del 1961 a la fecha se les ha inculcado y quienes por el adoctrinamiento recibido por vía mediática, podrían ser capaces de hasta negarse a reconocer.

Y lo que, en cierto modo, también hay que entenderlo como una reacción, no de escape de la realidad, sino de huida sobre la conciencia cívica que se debió tener y si la juventud y el pueblo dominicano de 1961, en vez de acomodarse políticamente, hubiesen hecho lo correcto de imponer una revolución política y social de raíz.

Pero hubo dos gobiernos de facto, uno, dirigido por un exdiplomático y trujillista de primera línea como Rafael F. Bonnelly y siguiéndole las dos variables de gobiernos del triunvirato, compuestos por trujillistas de primera línea y algunos, hasta entendiéndose de raíz “aristocrática” y todos, agradeciendo riquezas, mercedes y honores al mismo Trujillo.

Si el movimiento revolucionario de que hablamos se hubiese impuesto y sin nada que ver con ideologías propias de cuando la Guerra Fría , la nación hubiese salido ganando, toda vez que la riqueza de bienes, activos e infraestructuras que Trujillo creó y que tantas veces dijo que eso no era suyo y sí propiedad del pueblo dominicano, nunca hubiesen experimentado el robo y latrocinio de la pérdida de más de 100 empresas  y fábricas de industria ligera, las dos de armas y pólvora, etc., más la desarticulación de los servicios tecnológicos militares y toda la enajenación del aparato de guerra que contaba con los mejores navíos aéreos y marítimos y para un total de más de casi mil 500 millones de dólares estadounidenses del patrimonio público, si le sumamos ese armamento del Ejército vendido a precio de chatarra y con mediación de los agregados militares estadounidenses.

Al contrario, los trujillistas de primera línea que conspiraron y asesinaron después a Trujillo y en base a una propaganda abrumadora dirigida por los periódicos de la época y sus directores y jefes de redacción, todos trujillistas, como El Caribe, La Nación y la Información, crearon la historieta falsa de que Trujillo, todos esos bienes y activos “los había tobado al pueblo dominicano” y lo que se propagó con el único objetivo de robarle toda esa riqueza a la nación.

Plantear ahora respecto a los actores y situaciones que generaron semejante despojo del Estado y a una escala como nunca se supuso, no es ni siquiera con el interés de que los responsables de semejante latrocinio respondan ante los tribunales, sino como un llamado de atención y para que las generaciones nacidas desde mediados de 1961 a este año, entiendan, que si el país político ha vivido dando círculos y en un momento, en alza y otras en baja y los políticos corruptores y corruptos hasta el tuétano han metido al país dentro del entramado criminal de una partidocracia criminal, lo hacemos y para que generaciones nuevas que vienen y van, se sacudan y entiendan, que como nunca antes, ni siquiera la dictadura de Trujillo ha sido tan cruel y corrupta como el sistema político que nos rige.

Obsérvese, que ya se ha entrado a una campaña electoral a destiempo y con la mascarada de compra y venta de candidatos y candidaturas en función de la complicidad criminal de la Junta Central Electoral (JCE) y como base para la etapa posterior de cercenamiento de la libertad de escogencia de los electores que concurrirán a las urnas para los meses de febrero y mayo de 2024 y ello, como colofón en cuanto a que la libre conciencia y el mismo libre albedrío han sido aprisionados por una casta política que tiene 62 años beneficiándose  de ese Estado y del que a todos se nos ha hecho creer que “es la mejor y expresión y sana voluntad de los dominicanos”.

Si a esos 62 años de dura etapa “antitrujillista institucional”, le agregamos los 31 años de la dictadura trujillista en sí, se descubre, que son 93 años que los dominicanos de generaciones anteriores y las actuales, no hemos conocido de un sistema político realmente democrático e hijo de la voluntad popular más genuina y del que todos podamos sentirnos orgullosos y sí que hemos sido víctimas de la peor camarilla empresarial y política que ha secuestrado las instituciones.

Es por ello, que hemos crecido y formado en una secuela de “democracias totalitarias”, que en líneas generales no aportaron absolutamente nada para la existencia de un verdadero sistema político democrático, salvo la presencia de la peor muestra de corrupción de Estado y de parte de banderías políticas, que, a pota, ha creado una especie de casta política que realmente habla y actúa por la República y sin ser la República y como expresión mayor del gansterismo político y empresarial existentes.

Ante semejante escenario, decir ahora que quienes se sienten a partir de las elecciones del año que viene como nuevos valores de conducción, denuncien o critiquen el pandillerismo político y empresarial que nos asola, sería no tener los pies sobre la tierra. Por eso, nos contentamos con presentar estas líneas y para que si a resultas de las elecciones muchos ocupan posiciones de voto directo y en los tres niveles de las instituciones del Estado y de Gobierno, hagan lo imposible por salvar al país de un colapso institucional como el que ahora está viviendo la Argentina, en donde el nuevo presidente tiene muy claro que debe destruir institucionalmente a su país y para a lo inmediato refundarlo y como la única manera de rescatarlo del cáncer peronista que con tanta ferocidad y desde los Kirchner a la actualidad, a país tan próspero otrora y ahora tan miserablemente hundido y como nunca se supuso, le ha acaecido.

Nuestro llamado es necesariamente, de gran alerta y para que se recuerde, que desde el 1966 el neotrujillismo ha sido la normativa de gobierno que arrancó a mediados de 1961 y que ahora, como partidocracia, es un fracaso absoluto que hay que erradicar. (DAG) 26.11.2023