En los últimos días se informa en los medios occidentales que la tensión entre la Unión Europea y Bielorrusia aumenta cada día más por la llegada de migrantes desde Bielorrusia a la frontera de Polonia —país que era la némesis de la democracia hace solo unos días—. Las mencionadas crónicas acusan a Bielorrusia de "tráfico ilegal" de personas para presionar a Europa debido a las sanciones económicas impuestas por lo que Europa considera graves violaciones de derechos humanos en Bielorrusia tras las protestas por las elecciones celebradas en agosto de 2020 cuyos resultados no han sido reconocidos por Europa.
En el mencionado relato, se explica que Bielorrusia intenta desestabilizar a la Unión Europea incentivando la migración desde Oriente Próximo como vía segura para entrar en Europa, de tal forma que los migrantes pueden evitar "las peligrosas travesías por mar" desde Turquía y desde el norte de África. De esta manera, los migrantes llegan por avión a Minsk y encuentran vías sencillas con las que llegar a las fronteras europeas, lo que provocó que unos cuatro mil migrantes se agolparan en la frontera bielorrusa con Lituania en julio de este año y unos dos mil se hayan concentrado en la frontera bielorrusa con Polonia. Esta narrativa explica, además, que los migrantes de esta oleada tienen origen kurdo y huyen de Irak y Siria, mientras que los de la oleada que se concentró en Lituania, hasta que la frontera quedó cerrada, eran en su mayoría iraquíes, pero también congoleños, cameruneses, sirios o afganos.
Así pues, siguiendo la tesis occidental, Bielorrusia pretende responder a las duras sanciones impuestas con una crisis migratoria en sus fronteras europeas. Por ello, en verano envió cuatro mil refugiados a la frontera lituana y en los últimos días, unos dos mil a la frontera polaca.
Lo ridículo de las cifras
Lo primero que llama la atención son las cifras, que se antojan tan ridículas que solo ofrece dos opciones: Europa es un ente en estado de extrema debilidad o extremo egoísmo o todo esto es una pantomima insufrible. Parece que los europeos son bastante sensibles con los migrantes, con la aceptación de migrantes, me refiero. Porque la Unión tiene una población aproximada de 450 millones de habitantes.
Por lo tanto, la cifra de los migrantes que habrían alcanzado la frontera polaca —2.000— suponen un 0,0004% de la población europea, mientras que los que alcanzaron la lituana —4.000— alcanzarían el 0,0008% y el total de ambos el 0,0012% —6.000. Matemáticamente, es muy probable que exista mayor probabilidad de dañar la piel de un elefante con micropartículas que a una unión supranacional de 450 millones de habitantes con seis mil migrantes.
Por otra parte, de todo este embrollo se deduce que la Unión Europea no se sentiría tan irritada si esos seis mil migrantes estuvieran trabajando por unos dos dólares al día en el sur de Turquía para fabricar la ropa de las multinacionales que nos visten. Menos aún si hubieran acabado en el fondo del mar Mediterráneo, donde según ACCEM han fallecido, al menos, dos mil personas en lo que va de año —1.937 a fecha de 23 de septiembre de 2021—. Cuanto menos, la irritación mediática y política resulta menor.
Por si no fuera poco, es muy probable que gran parte de los migrantes que se encuentran en la frontera bielorrusa con Polonia hayan conseguido salvar la vida, pues si analizamos la cifra de fallecidos en lo que va de año en el Mediterráneo Oriental —han perecido 17 personas— es llamativamente inferior a los fallecidos en el Mediterráneo Central —1.114— u Occidental —238—.
A tenor de estas cifras y de las reacciones que generan, queda claro que para Europa los migrantes están mejor en el fondo del mar que a las puertas del continente, es decir mejor en la fosa del Mediterráneo que en la frontera polaca o lituana. Una posición que no es en absoluto novedosa, pues cuando dos millones de refugiados sirios llegaron a Europa fueron tratados como carnaza y vendidos a Turquía por 6.000 millones de euros. Esos dos millones de migrantes estaban mejor en el infierno que en la Europa de los Derechos Humanos, porque fue exactamente al infierno a donde los enviaron en la que supone, seguramente, la mayor operación de trata de personas de la historia y una de las mayores infamias de la historia de Europa.
Lo ofensivo del origen
Pero lo más ridículo y ofensivo de todo no lo encontramos en las cifras, sino en el origen de la migración. Pues se trata de migrantes que proceden en su mayoría de desastres geopolíticos ocasionados por los norteamericanos y amparados por los europeos.
Es decir, la Unión Europea es uno de los máximos responsables de la existencia de gran parte de los desplazados del mundo, más de 70 millones, pero muy concretamente de aquellos que proceden de Irak, Afganistán o Siria. Por acción o por omisión, por silencio o por complicidad, Europa es muy responsable de la vida errante y miserable de esas personas. Las que precisamente se agolpan a las puertas de Polonia en la actualidad y hace meses lo hicieron en las de Lituania.
Pero, llegado el momento de la verdad, el momento de asumir su responsabilidad, no ya de ser responsable y cumplidor de los Derechos Humanos, sino de reparar aquellos que ha destrozado sin piedad, no solo la Unión Europea se niega, sino que lo considera un ataque geopolítico. Así pues, cabe poca duda ya: Europa no aguanta ni diez segundos contemplar su imagen frente al espejo.
La hipocresía como forma de vida
En definitiva, como europeo me resulta insoportablemente vergonzoso que seis mil personas en nuestras fronteras supongan una amenaza o un ataque, cuando debería ser una oportunidad única para demostrar que aquello que predicamos los domingos en misa lo cumplimos en nuestras casas.
Sin embargo, peor aún es que es esas personas que se encuentran en la frontera europea y a las que consideramos un ataque lo estén por nuestro infame, cobarde y miserable comportamiento. No, perdonen, Bielorrusia no nos ataca, en todo caso nos humilla con la imagen de lo que somos: la impotente comparsa norteamericana que vende dos millones de migrantes a países tan infames como Turquía y paga cantidades obscenas en el Magreb para que dictaduras salvajes nos quiten de la vista a los migrantes mientras se lucra vendiendo armas a los sauditas para que masacren yemeníes.
Sé que la hipocresía forma parte de la geopolítica, pero no por ello este capítulo deja de ser vergonzoso, ya que pocos en la historia han alcanzado el gran nivel de hipocresía de Europa, que se autodenomina defensora de los Derechos Humanos y casi jueza moral de las vicisitudes del mundo mientras se ha convertido en uno de los mayores traficantes del mundo de personas, armas y dinero corrupto.
Y es que mientras los discursos en las sedes de los parlamentos europeos y mundiales esbozan lo humanitario, las ciudades europeas acogen a los mayores criminales sobre la faz de la tierra, los bancos europeos amasan su dinero, los paraísos fiscales europeos lo ocultan de los países en los que han sido arrebatados, las fábricas europeas construyen las armas con las que se desangran los países cuyos migrantes acaban en nuestras puertas y los millones de euros europeos, en parte conseguidos por el trabajo esclavo de los propios migrantes, sirven para comprar prisiones —como Turquía o Marruecos— en las que amordazar, retener y torturar a los desdichados migrantes. Es la Europa que viste con las ropas que fabrican mujeres y niños en régimen de esclavitud la que hoy señala sin pudor a Bielorrusia, y a Rusia, cuando realmente no hace otra cosa que señalarse en el espejo. Por: Luis Gonzalo Segura [RT]