Disgustados en diciembre

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José Pérez se enfermó la Navidad del 2020. El Covid le cogió porque su hermana lo traía. De ahí se le pegó a todo al que con él vivía. Más tarde se curó, creyendo que ya no le daría.

En “The Lancet” los doctores Kojima y Kausner así lo confirmarían: la probabilidad de un segundo contagio disminuye entre 85 y 100 %.

Según la UE, los curados de Covid están exentos de la obligación de vacunarse por 180 días.
Esto a pesar de que la tasa de contagio entre los recuperados es de 0 %, según otro estudio de la Clínica de Cleveland citado por Kojima y Kausner.

Aún así, la UE argumenta que la inmunidad del recuperado disminuye drásticamente a los 6 meses del contagio. Por ello el plazo de expiración de sus certificados de recuperación.

Aún así, el entonces presidente Trump decidió vacunarse nada más recuperarse del Covid.

Aún así, su escepticismo frente al uso de mascarillas no le impidió asignar US$18 mil millones a la operación “a todo vapor” (“warp speed”) de desarrollo de vacunas.

Gracias a ello, menos de un año después del primer contagio de Covid el mundo ya tenía su primera vacuna, con una efectividad de 94 %.

Paradójicamente, 58 % de los que se resisten a vacunarse son seguidores del recuperado y vacunado expresidente Trump, según la periodista Elena Mejía de ABC News.

Así, la probabilidad de morirse de Covid en los condados predominantemente republicanos es tres veces superior, según los periodistas Daniel Woolf y Geoff Brummiel de NPR. La vasta mayoría de los fallecidos de Covid durante 2021 no estaban vacunados.

Mientras tanto, David Leonhardt, del New York Times, reporta que la brecha se ensancha cada día, con más demócratas vacunándose y más republicanos falleciendo por resistirse. La vasta mayoría actúa en base a información falsa obtenida en las redes sociales. Otros se creen invulnerables.

Para algunos la vacuna es una intromisión en su libertad individual. Y para un último grupo hay problemas de acceso difíciles de superar.

Liberar prisioneros de la cárcel de su credulidad es tarea ingrata, sobre todo si se creen invulnerables.

La realidad es que sólo entre los vacunados han caído las tasas de hospitalización y de mortalidad.

Las actitudes libertarias se contradicen con la historia de la humanidad, evidencia última de la supervivencia del más apto, para quien vacunarse minimiza la probabilidad de morirse de Covid.

Los problemas de acceso predominan en los países en vías de desarrollo, donde pocos han podido ponerse la primera dosis, creando condiciones para el surgimiento de nuevas variantes, así como para la expiración de las vacunas desperdiciadas por el escepticismo.

José sigue sin vacunarse. Pasará las navidades sólo, en casa, pues nadie le abrirá las puertas sin un certificado de vacunación al día.

Peor la pasarán otros más desafortunados, disgustados en diciembre por la respuesta que dio el mundo a la variante Ómicrón, sin poderse vacunar, aunque quisieran. Por: Federico Cuello [El Día]