El falso nacionalismo quiere hundir a las dos naciones en una guerra fratricida y Abinader es el primero que debe desactivarla

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A partir del momento que ocurrió el terrible estallido de San Cristóbal el pasado 14 de agosto, donde 39 personas murieron calcinadas por la explosión de material inflamable almacenados en un negocio de alguien allegado al poder, no solo que todavía no salimos del estupor, sino que definitivamente, estamos empezando a ver el gobierno del PRM, casi como si fuera el peor enemigo público que sorpresivamente la nación tiene. Por lo que empezamos a reevaluar la conducta del gobierno y desde que ahora se presenta la inusitada situación bélica con Haití.

No es posible, que a más de treinta días de la terrible explosión y conflagración que afectó seis cuadras a la redonda y puso en peligro directo a más de dos mil vecinos, todavía el gobierno no ha emitido una declaración fiable que hable de su versión sobre qué fue lo que ocurrió y peor, dejando a un informe del cuerpo de Bomberos que dice de todo y no mucho, el satisfacer mínimamente a la atrapada opinión pública.

Todavía más, parecería que ya el gobierno se desinteresó del asunto y ha dejado a su equipo de propaganda o al de asistencia social, que se encarguen de atenuar los daños directos, pero sin que ni siquiera mínimamente se haya cumplido con las promesas aquellas del ministro de la Presidencia, de ayudas económicas directas o de resolver los problemas de salud originados a los cientos de afectados.

Tal actitud, tan displicente, habla pésimo de las autoridades y deja en una gran interrogante hasta el mismo comportamiento presidencial. De todas maneras, en la imagen de todos, queda el recogimiento y fervor cristiano y de Abinader y de su esposa, en la eucaristía que al día siguiente el gobernante protagonizara y lo que arroja esperanzas, de que el hijo de Doña Sula, cumplirá todo lo que prometió luego de la terrible tragedia.

Sin embargo, cuando creíamos que el joven gobernante estaba ya en el sendero correcto de buscar su reelección constitucional, de golpe se nos presenta la inusitada imagen belicista y con soflama incluida y por la que se ha entendido, que Luis Abinader está presentando una imagen que nadie le conocía, la de un terrible halcón militarista dispuesto a llevarse de encuentro el obstáculo que fuere y con tal de hacer valer su equivocada percepción, de que el canal de riego que construyen los haitianos en una parte de su territorio en el área fronteriza y justo al lado del rio limítrofe común, Masacre o Dajabón, es un accionar supuestamente ilegal, cuando en la realidad no es así y si juzgamos lo que plantea el derecho internacional.

Concomitantemente, el aparato de propaganda gubernamental y aliado a lo peor de las infames redes sociales y los sectarios ultranacionalistas de profundo odio contra la nación haitiana y quienes hablan mal del país transfronterizo en base al absurdo argumento, de entender que los choques bélicos que ocurrieron entre las dos naciones hace más de cien años. Una por apuntalar su independencia y mantener la abolición de la esclavitud y la otra, enfrentada a muerte con tal de lograr también su independencia, fueran sucesos, hijos y responsabilidad de las generaciones actuales, cuando aquellos acontecimientos, simplemente fueron producto de las circunstancias de defensa propia, que cada país aprovechó para garantizarse su propia independencia y que nada tiene que ver con los haitianos y dominicanos del presente.

Ni siquiera los hechos de sangre lamentables ocurridos en el 1937 y desatados por los ultras anti haitianos de aquellos tiempos y encabezados por la gobernadora de Monte Cristi, Isabel Mayer, cuyos esfuerzos estaban encaminados a que ella y sus intereses y los de terceros materializaran su vil apetito de apoderarse de los bienes y activos de los comerciantes haitianos radicados en Santiago y en toda la Línea Noroeste y por lo cual, desataron una cacería de brujas que culminó, al haber logrado que Trujillo y en una fiesta en Elías Piña, diera la orden “del corte”, es decir, de la expulsión expedita y sangrienta de miles de ciudadanos haitianos “que se robaban la riqueza de los dominicanos”, generando una matanza de entre 3 y 5 mil haitianos asesinados y de acuerdo a los registros del Departamento de Estado estadounidense y cuyos archivos están abiertos para todo aquel que quiera conocer la verdad de lo ocurrido.

Pues en el 1937, nunca hubo 35 mil muertos y lo que fuera un invento del propio Trujillo, cuando un periodista del Times de Nueva York hizo la pregunta aquella de: “Generalísimo, ¿los cinco mil haitianos serán indemnizados?”, interrumpiéndolo el dictador y diciendo airado: “cinco mil, no, treinta y cinco mil” y a partir de la misma, el rosario de mentiras fabricadas por el exilio antitrujillista y que se ha repetido hasta el cansancio y al extremo, de que muchos creen que realmente tal suma ocurrió.

Fue al contrario, el honor de la nación y en aquellas circunstancias, fue salvado por las miles de familias dominicanas que se arriesgaron y salvaron a no menos 15 mil ciudadanos haitianos, padres e hijos, sacándolos de noche por los puntos naturales de paso por la frontera y otros , cerca de mil, recogidos en fincas y potreros y colocados allí clandestinamente para salvarles sus vidas y muchos de ellos, como el niño Oguis Pie y junto a uno de sus hermanitos, salvados por los capataces de la finca de los Bogaert, el matrimonio  de Regino Peña y Fermina Gómez. Siendo sus padres biológicos: Vicente Oguís y María Marcelino.

Por ese hecho de gran humanidad, creció, quien en vida fue uno de los dominicanos de mayor fama y valer, el doctor José Francisco Antonio Peña Gomez, dominicano de origen haitiano y a quien, en sus primeros años como líder político, los anti haitianos le hicieron creer que debía esconder su origen y por mal entender que era algo así como un estigma. Nadie nacido desde hace 85 años puede ser considerado responsable de aquella desvergüenza ocurrida en el 1937 y la que traemos a colación, al ver el prejuicio escondido que un santiaguero como Abinader y de origen árabe, empieza a mostrar hacia lo haitiano y lo que al menos da a entender con sus actuaciones de las últimas horas.

Y lo que explica a su vez, su sorprendente brote de nacionalismo trasnochado, por el que, poco falta que de la orden para que los diez mil militares en zafarrancho de combate y guerra que tiene estacionados en la franja fronteriza avancen sobre la nación vecina y que, desde luego, discrepamos absolutamente.

Lo que entendemos, es que Abinader debe acoger la propuesta que muy juiciosamente manifestara, el Secretario General de la Conferencia del Episcopado Dominicano, monseñor Faustino Burgos Brisman, quien ayer planteó con mucha propiedad, que si los acontecimientos sucedidos, “dificultan la eficacia del diálogo con las autoridades haitianas, se debe recurrir a otras instancias sociales en Haití como por ejemplo el obispo de la zona u otras organizaciones sociales socialmente validadas, para desactivar cualquier intención de darle un matiz de falso nacionalismo a ese diferendo ya que está demostrado de que hay intereses ocultos atizando la situación”.

La opinión prudente y sensata del obispo Burgos Brisman y que entendemos, no es solo suya y sí de la totalidad de los miembros de la CED y del mismo sentir por parte de los obispos y sacerdotes haitianos quienes ayer se pronunciaron a propósito del bárbaro genocidio que ocurre en Haití, se unió la del “obispo de Abinader”, Castro Marte, quien llamó “al diálogo y la razón” y en conjunto, como primer paso, antes de de que la CED emita la institucional. Consideramos, que Abinader debe prestarle atención y aprovechar para desactivar todo el zafarrancho de combate y guerra, cuando lo que procede, es que el presidente se apoyara en las opiniones doctas de especialistas hídricos y juristas de los dos países para resolver la discrepancia.

El mismo obispo y coincidiendo con posturas asumidas POR EL OJO DE LA CERRADURA y otros medios, fue enfático al decir, que “como Iglesia entendemos que se debe procurar el diálogo, no soliviantar al pueblo, hablar con la verdad. El pueblo debe estar consciente de que no hay posibilidad de un conflicto bélico en esta circunstancia”. Ojalá Abinader le haga caso, pues se le ha facilitado el pretexto y para que su honor y poder no queden afectados. En caso contrario, que Dios nos ampare y porque lo peor de la dominicanidad quiere imponer un absurdo clima de guerra, que, si se implementa, a este país le saldrá caro en lo internacional y Abinader verá menguada la existencia y prestigio de su gobierno.

Por eso decimos que el falso nacionalismo quiere hundir a las dos naciones en una guerra fratricida y Abinader es el primero que debe desactivarlo. Con Dios. (DAG) 17.09.2023