El inglés de Feijóo: así define la derrota de la izquierda

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El progresismo está perdiendo. Y no en suma de votos, pues la política no sólo se decide en las urnas de una campaña electoral y se construye, día a día, con nuestros actos cotidianos. Por muy sutiles e incluso inocuos que parezcan.

Esta semana, sin ir más lejos, las redes sociales y algún que otro vídeo electoralista del PSOE se lanza al ataque a Alberto Núñez Feijóo por su nivel de inglés, que parece que es flojo. Se creen que están desprestigiando al líder del PP, pero sólo están devaluando la esencia de sus ideales sociales.

Porque las risitas sobre los estudios a los que una persona ha podido acceder (o no) sólo definen un elitismo intelectual, tan superficial como rancio, que es la antítesis del progreso. Nos olvidamos de que, en nuestro país, para varias generaciones, hablar inglés fluido ha ido unido al privilegio de clase. Era difícil estudiar idiomas en igualdad de condiciones. Más complicado aún invertir en un verano al extranjero.

La jocosidad de criticar el inglés de una persona encierra como se ha comprado e interiorizado el discurso de una sociedad yuppie-agresiva, que necesitaba sentirse superior y remarcar su privilegio con cierta condescendencia sobre los demás. Así nos avergonzamos tanto de nuestro inglés, pues nos hace sentirnos peores, como si eso mermara cualidades más imprescindibles para la vida.

Parecido sucede con los chistecitos sobre el físico ajeno. Cuando creíamos que estábamos más concienciados y desaprendiendo los naturalizados comentarios machistas que sufrían todo el rato las mujeres, ahora ya no sólo se critican las arrugas, atributos o vestimentas de las políticas, sino que también algunos deciden atacar, por ejemplo, a través de comparativas desoladoras sobre el rostro de José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid. Será que nos consideramos modernos, pero no sabemos ponerlo en práctica.

Los cuerpos nunca pueden estar a debate. Los cuerpos jamás son objeto de carcajada. Pero continuamos atolondrados en la afrenta que va directa a la inseguridad y al complejo personal. Los roles todavía parecen seguir demasiado claros en una sociedad en la que nos han dicho desde pequeños incluso de qué nos podemos reír dependiendo de nuestro sexo, sexualidad y clase social.

Que se sigan estilando estas mofas en aquellos que se auto-reivindican progresistas no es más que la constatación social de su derrota ideológica. Por: Borja Terán [20Minutos]