El periodismo dominicano está y en gran mayoría, moralmente desarticulado y el afán de lucro lo invade todo. Nada es lo que parece

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La característica fundamental del periodismo criollo en los últimos 26 años tiene que ver con la ausencia de profesionalismo y falsa formación profesional que trata de esconder la mediocridad y el analfabetismo funcional y la auto censura que le abate y unido a un mercurialismo que no tiene limites y atizado por la corrupción rampante en la vida dominicana, en la que la partidocracia ha logrado manipular y hasta dirigir y controlar el periodismo en sentido general.

Se tiene gente moralmente deshecha. De esas que proclaman que son honestas e integras, pero que como gremialistas no les importa esconder escrúpulos y cometer las peores inconductas para que al grupo que pertenezcan gane elecciones y sin importar cuantas irregularidades en materia de violaciones a la libertad de escogencia estén cometiendo y ni hablar del gubernamental, donde una mayoría que no resiste una auditoría moral son erigidos como referentes de la profesión y sin importar las violaciones morales y éticas que cometan.

Hay también una partida de homenajeados por los grupos económicos y financieros, igual del sector político y gubernamental, que a mayores elogios sobre su supuesta autoridad moral, mayor es el rastro que dejan en materia de violaciones sistemáticas a la moral general y ahora a más con la entrada de periodistas como agentes políticos provocadores a favor de candidatos y partidos políticos y lo reciente, un aparato de propaganda oficial cuya base de apoyo está compuesta por productores de radio y televisión colocados como Gestapo que procura la represión publicitaria y persecución sistemática de lo poco de periodismo independiente que todavía hay.

En definitiva, el ejercicio periodístico no es libre y está condicionado a la mayor o menor medida de apoyo que  los reporteros y “analistas” reciban de los barones mediáticos dueños de la más terrible concentración de medios en pocas manos que se haya conocido. Hay sí, libertad de prensa para el empresario periodístico, pero no para los periodistas y todos lo saben y lo más terrible, son un grupo de intolerantes que no aceptan la opinión disidente a sus ideas y comercialización mediática.

También hay que decir, que sí existe un nicho de un 25 por ciento del periodismo en activo, que denodadamente lucha por mantener incólume los valores de la profesión y sin importarle a sus representativos, que la corrupción existente les termine por aplastar. Nuestro reconocimiento a todos ellos y porque en cierto modo, son los mártires de la nueva lucha a favor de las libertades, de prensa, información y disidencia. (DAG)