El Rey y la defensa de las instituciones

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La sociedad española afrontó una pandemia que tuvo consecuencias demoledoras en todos los terrenos. Las instituciones funcionaron con eficacia a pesar de la excepcionalidad de una catástrofe de alcance mundial. Más de cien mil muertos y un número incontable de afectados que sufren un covid persistente, pero pudimos respirar porque había capacidad de respuesta contra el virus.

Cuando todo estaba encarrilado y salíamos de la crisis nos encontramos de golpe con una guerra en Europa provocada por la injustificable y brutal actuación de Rusia contra Ucrania. A pesar de la focalización del conflicto, su alcance es muy grande y ha comportado la participación de la Unión Europea con recursos económicos y suministro de armamento. La situación es incierta.

 Ha tenido un impacto enorme en las economías europeas provocando una grave crisis inflacionaria y energética que se afronta con un endeudamiento colosal. En nuestro caso, además, se une a otra institucional de consecuencias, también, imprevisibles.

El Mensaje de Navidad de Felipe VI recoge con gran acierto este escenario a la vez que marca una serie de puntos que conducen a la reflexión. Desde que asumió la Corona, tras la abdicación de su padre, ha tenido que afrontar una sucesión de crisis en todos los terrenos.

La otra cara de la moneda es que ha puesto de manifiesto una gestión eficaz, prudente y ejemplar de la jefatura del Estado. No hay duda de que los constituyentes, refrendados abrumadoramente por el pueblo español, acertaron al establecer que la forma política del Estado español sea la monarquía parlamentaria. En los años que lleva de reinado ha modernizado la institución para adaptarla a las necesidades de la España del siglo XXI. Esto ha demostrado que no era necesario establecer un Estatuto de la Corona, como algunas voces defendían. No hay un rey o presidente de una república más transparente, prudente, eficaz y austero.

Don Felipe se ajusta de forma ejemplar a su papel constitucional, porque su labor de arbitraje y moderación no significa interferir. Es lo que ha hecho, hace y seguirá haciendo. No es un actor político y no le corresponde tomar partido. En ocasiones escuchamos o leemos apelaciones a que tuviera un papel más activo. Es un despropósito y flaco favor hacen aquellos que, desde la ignorancia o la mala fe partidista, pretenden que el Rey asuma un papel que no le corresponde.

La Constitución es el marco en el que se desarrolla nuestra convivencia. Ha sido un instrumento que no ha perdido su vigencia y que ha demostrado su enorme utilidad. Por ello, su defensa es un deber general que nos compete a todos.

El Tribunal Constitucional no es el único órgano obligado a defender la Constitución. No lo es tampoco la vía jurisdiccional. Lo han de hacer todas las instituciones a partir de las funciones que les otorga la Constitución. Al Rey le corresponde ser el símbolo de la «unidad y permanencia del Estado» a la vez que «arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes».

Hay que insistir que lo hace de una forma impecable. Una muestra de ello es el Mensaje de Navidad. Es un resumen perfecto del año y una defensa firme del sistema constitucional que ha permitido que nos haya ido muy bien a los españoles desde que se aprobó la Constitución en 1978.

El Rey indica que «el 2022 ha sido –está siendo todavía– complicado y difícil. Como no han sido nada fáciles los últimos años». Es un buen resumen de su reinado. A pesar de esas dificultades, me gusta que recuerde que «somos una de las grandes naciones del mundo». Los problemas que nos afectan, la crisis institucional y las dificultades económicas son algo que podemos afrontar colectivamente y conseguir superarlas con éxito y, sobre todo, saliendo reforzados.

En este terreno, son muy significativas sus palabras al indicar que «los españoles tenemos que seguir decidiendo todos juntos nuestro destino, nuestro futuro. Cuidando nuestra democracia; protegiendo la convivencia; fortaleciendo nuestras instituciones». El futuro no lo puede decidir nadie sino todos nosotros. Es un mensaje claro y potente. Un llamamiento, también, al futuro para «seguir compartiendo objetivos con un permanente espíritu de renovación y adaptación a los tiempos».

Es muy interesante la reflexión sobre los riesgos a los que están sometidas las democracias en todo el mundo. No es una situación aislada que afecte a nuestro país. En este sentido desarrolla tres aspectos decisivos: la división, el deterioro de la convivencia y la erosión de las instituciones. Con la prudencia con que tiene que actuar la institución para cumplir escrupulosamente ese papel de arbitraje y moderación entra en los problemas que afectan gravemente a nuestro país.

Una cosa es la legítima división que tiene que existir entre los partidos políticos en la defensa de sus proyectos y otra muy distinta es la división y enfrentamiento en un país o una sociedad. Por ello, la Constitución ha sido y debe seguir siendo el punto de encuentro, porque se han sucedido gobiernos de distintas ideologías sin que hayan tenido ningún problema para aplicar sus programas. La convivencia es un bien muy preciado, porque es fundamental el respeto de la pluralidad y la diversidad.

Finalmente, necesitamos que las instituciones sean sólidas y «respondan al interés general y ejerciten sus funciones con colaboración leal, con respeto a la Constitución y las leyes, y sean un ejemplo de integridad y rectitud». El discurso del Rey fue impecable y profundo, porque interpretó lo que necesita España y lo que queremos los españoles con sus reflexiones sobre esos tres riesgos que afectan a nuestra democracia. Por: Francisco Marhuenda [La Razón]