En apariencias, dos acontecimientos imprevistos, pero altamente concatenados dentro de un diestro juego de ajedrez de alta política…

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Si el ejercicio de la política del poder se desarrollara dentro de los parámetros normales de como individualmente la mente humana suele comportarse, hubiese sido impensable, que después de que el presidente Joe Biden hubiese calificado de dictador al presidente Xi Jinping, ahora haya resultado, que EEUU le quita tensión al aparente desencuentro, al admitir todo su sistema de inteligencia, que EEUU no tiene evidencia alguna de que el Covid-19 hubiese nacido en algún laboratorio del país asiático y con lo cual, el punto más controversial en las relaciones entre los dos países cesaba a lo inmediato y quedando para luego y marginalmente, todo lo relativo al fentanilo y su utilización como arma de guerra económica “no sistémica”.

Lo anterior ocurrió el pasado viernes y ayer, se presentó aparentemente de súbito, la negociación a dos bandas y con una tercera de expectativa, entre el presidente bielorruso, Alexandre Lukashenko y el supuesto “jefe rebelde” y líder del ejército privado Wagner, Yevgueni Prigozhin, quién en la tarde-noche del viernes se había declarado en rebeldía contra el alto mando militar ruso a quien siempre le ha atribuido un acoso temerario dirigido a desacreditarle o en el peor de los casos desaparecerle.

Desde el principio y ahí está nuestro análisis político de Estado de ayer, no creímos del todo la citada “revuelta” y por la simple razón de pura lógica, de que absolutamente ningún actor político, social, económico o militar se dispara contra sí mismo y que en el caso que nos ocupa y dado lo rápido que el presidente bielorruso sirvió de negociador intermediario, en tanto el presidente ruso, Vladimir Putin, se mantenía en una posición mayestática de líder superior, que manejaba una especie de terreno minado, que más que para perjudicarle, ha servido como un tanteo de riesgo frente a los poderes occidentales a los que su prensa y alborozada, daba como un hecho el inicio de una guerra civil y hasta alardeaba de que supuestamente el presidente ruso y como publicaba el español El Mundo, “Putin estaba huido”.

El accionar de alto riesgo y tanto para el “jefe rebelde” Prigozhin como para el mismo Putin, sin duda ha demostrado dos cosas, que el dueño de Wagner, al fin pudo colocar en su justo contexto, sus desavenencias con el alto mando militar y darle cuerpo a sus quejas personales sobre actitudes provocadoras del ministro Serguéi Shoigú, quien militar de carrera al fin y al cabo, desde que Prigozhin emergió como dueño de un grupo paramilitar que ya tenía determinados éxitos tácticos en África y otros países, le entendía como una piedra en su zapato que como un aliado de confiar.

Por lo visto la situación de aparente choque personal entre ambos personajes, era un asunto que, si se le dejaba a la libre, terminaría representando un serio dolor de cabeza para Putin, quien por lo que hemos deducido, ha vuelto a demostrar sus notorias características de táctico y estratega que le han permitido ser el zar que controla e inspira a Rusia desde hace 23 años.

Con razón advertíamos ayer, que nos llamaba la atención, que todavía a media mañana, Washington no se había pronunciado y lo que hiciera dos horas luego cuando desde la Casa Blanca se dijo que se estaba monitoreando la situación desde el salón de crisis.

Desde luego que ahora y siguiendo la escenografía montada, las partes “beligerantes” buscarán una salida propagandística adecuada, no para que todo vuelva a ser como antes, lo que dialécticamente es imposible, sino para crear un nuevo equilibrio de fuerzas que facilitaría las cosas y para una entente por la que Putin refuerza su mando y sus subalternos se repliegan y acatan el escenario creado por el “negociador” Lukashenko y de quien no se debe olvidar que es también un general de carrera y amigo personal desde hace veinte años de Prigozhin.

Es decir, lo sucedido no ha sido una pantomima y sí la búsqueda de solución a un conflicto personal entre Prigozhin y Shoigú y con el solo propósito de que Rusia se muestre mucho más compacta aún, frente a su “enemigo instantáneo” ucraniano y quien ahora verá, que quienes había creído sus aliados, fueron simples y tácticos vendedores de armamento que lograron que Ucrania se endeudara para los próximos cien años.

De cara a Occidente, pero en particular frente a la Unión Europea, lo que le viene, es retomar el camino de la contemporización y trazar una ruta mediante la cual, las tensiones disminuyan y los intereses no tengan más pérdidas de las que ya han tenido, mientras desde Bruselas y contando o no con Washington y Londres, se deberá buscar una salida más o menos airosa sobre el retiro de las sanciones económicas a Rusia.

A todo esto, lo relativo a las relaciones directas entre Washington y Moscú deberán enmarcarse en el tiempo prudente que frene cualquier tipo de mayor agrietamiento y hasta que eventualmente las relaciones sean propias entre dos grandes potencias que se respeten y en lo que China, ahora que se le ha quitado la acusación de haber creado el Convid-19, se encontraría en una posición negociadora aceptable que medie entre Biden y Putin.

No así se podrá hablar ni tener expectativas aceptables y con referencia a Reino Unido, de quien genéticamente, es un primer imperio “moderno” en el que la perfidia de sus dirigentes le hacen “convincentemente amistoso” hacia nadie que no esté, sea o haya nacido en el conjunto de las islas británicas, pero el que y cómo clase política que sabe sobrevivir en el tiempo, es también lo suficientemente pragmático para saber hasta dónde llegar y cuan rápido deberá ser su política de reposición de relaciones e intereses a nivel global y comenzando en gesto de buena fe, por entregar todos los activos secuestrados a Rusia y a sus millonarios.

Ahora y después de todo este sainete tragicómico, lo único que podría romper el tablero de la nueva armonía emergente globalizada, serían los asesinatos de los presidentes Putin, Lukashenko y Jinping (recuérdese que el Diablo nunca deja de trabajar) pero antes, dejando a Ucrania, entre la destrucción, el caos y un rastro de cadáveres.

Hablamos, del tercer factor global que aún no ha dado la cara y que, en estos tiempos de inteligencia artificial, hasta podría ser una especie de inhumano extraterrestre, quien, como gran titiritero, es en realidad quien controla todos los hilos del poder terráqueo.

Y de cara a los intereses dominicanos, ya no hay alarma de un nuevo efecto político trastornador hijo de un “destape” fuera de tiempo y lugar de la geopolítica en Europa y que pudiera afectar la política y la gobernabilidad locales.

Mientras tanto, hablemos, de que, en apariencias, dos acontecimientos imprevistos, pero altamente concatenados dentro de un diestro juego de ajedrez de alta política: Reconocimiento estadounidense de que China no tuvo nada que ver con el Covid-19 y el desafío del grupo Wagner al alto mando militar de Rusia y que el “destino” coloca a la mesa. (DAG) 25.06.2023