No es habitual que los maestros tomen la palabra en público. Los padres, el sindicato, autoridades docentes y medios de comunicación hablan por ellos. Cuando escriben a Diario Libre lo hacen con sinceridad y normalmente pidiendo anonimato.
“¿Qué hace un profesor de filosofía, ciencias sociales, historia… cuando se encuentra en el aula con estudiantes que duraron doce años en la educación primaria y secundaria y apenas saben leer y escribir?”, se pregunta uno de ellos mientras explica el dilema al que se enfrenta: “¿Debo quemarlos o hay que darles la oportunidad de seguir, puesto que son víctimas del mismo sistema, que les está condenando?” No parece que nadie haya encontrado la respuesta.
Otro se plantea que “(…) la ADP es un obstáculo para la mejora de la educación. Sus miembros deberían ser evaluados”. Y propone que los maestros, al ingresar al sistema, elijan cómo recibir su sueldo: a través del sindicato o directamente del gobierno. De esta manera, concluye que “si eligen al Gobierno, deben aceptar no hacer huelgas, y este se desliga de tener que luchar con dos frentes. Es necesario erradicar la política de las escuelas. La ADP es un comité político de los diferentes partidos.”
Una maestra rural, sinceramente preocupada por la situación, escribe: “Al asumir el nuevo gobierno, en mi comunidad había un alto porcentaje de maestros en el extranjero gestionando su residencia. En los salones de clase estaban los maestros sustitutos. (…) Mis compañeros docentes de las clases de Maestría no leen, no investigan. Solo quieren el título a puro copy&paste”.
¿Alguien con poder de decisión les escucha? Por: Inés Aizpún [Diario Libre]