Solo en una nación cuyo pueblo esté acostumbrado a que los que mandan le nieguen sus derechos y por un quítame estas pajas le afecten su sistema de vida, es el que puede aceptar y con complacencia, que la autoridad y con el pretexto de esconder su incapacidad e incompetencia, desate abusivamente una cacería “contra la delincuencia”, le niegue sus derechos y le trate como potencial delincuente y lo que hay que atribuir a esa situación tan terrible y laxa, de una ciudadanía acostumbrada a la corrupción y a que el Estado es suyo y que de él puede robar cualquier cosa y exactamente como la gente ve que los ricos y la oligarquía hacen de continuo con los bienes públicos. ¿Hasta donde esta situación de peligroso aliento de la ingobernabilidad podría llevarnos?, solo Dios lo sabe. Mientras tanto, candela y pullas a generaciones acostumbradas al arrullo de las cadenas, nos convierten en una nación de ignominias y abusos a más no poder. (OJO)
