Las pandillas juveniles y de antisociales continúan con fuerza por la protección que les ofrecen la mayoría de los destacamentos policiales

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No es que el fenómeno social sea algo nuevo, sino que simplemente y en la medida que el gobierno se desentiende de la violencia barrial y en particular juvenil, la criminalidad se esparce por doquier y peor, que cuando se conoce que cada domingo en el Palacio de la Policía y en otros regionales, periodistas y comunicadores hacen fila buscando su pago semanal por “protección mediática”, se comprende de inmediato el porqué la ciudadanía se encuentra absolutamente desprotegida.

Para tipificarlo lo más gráficamente posible, hay que decir, que hasta que no se entienda que la parte mala de la uniformada, “la anti-policía”, es la mayor banda delincuencial que existe y que por eso, desde la dirección general se es tan laxo en tomar medidas de control y ahora menos, con la pugna soterrada entre el director policial y su asesor español protegido desde el Palacio Nacional, los que están en conocimiento de la situación, no abrigan ninguna esperanza de que la policía pueda ser plenamente reformada.

Obsérvese el pandillerismo policial interno. Ese, por medio del cual los agentes tienen que comprarse su propia ropa, no tienen transporte, ni facilidades para la mujer policía y las que en la mayoría de los casos son utilizadas como sirvientas con “derecho de cama” por los jefes y para que se entienda que no hay reforma policial que valga.

Por lo pronto, el ministro de interior no tiene facultad disciplinaria alguna frente a la autoridad policial subalterna de general para abajo y lo que en este país todo el mundo conoce y ni hablar del pandillerismo reinante. En estas circunstancias, ¿de que control policial se habla?

Realmente, no hay ciudadano que se sienta garantizado, donde vive o trabaja, se divierte o simplemente holgazanea y ni hablar cuando se está en carretera y grupos de uniformados de improviso crean un retén en cualquier parte y sin importar que los mismos estén prohibidos.

Y ahora que se ha vuelto a descubrir, que cada partido político tiene un ramal de expolicías y exmilitares y de todos los rangos, que actúan como unidades privadas de vigilancia y espionaje castrense y con el pretexto de que como “civiles” también son votantes, es confirmar que la misma nación está secuestrada por el origen de todo lo delincuencial: La infame partidocracia. (DAG-OJO)